Revista Expatriados

De tés por los puteches

Por Jalash
Este sábado fue un día peculiar. Tras la desesperación sufrida el día anterior ante la total inexistencia de bebida alcohólica alguna –se ve que durante todo el mes de Ramadán no hay- en toda la ciudad, afrontamos el nuevo día sin mayor aspiración que la de estudiar y pasar un buen rato a la noche.
Pues bien, a la hora en que se rompe el ayuno, nos fuimos andando por las desérticas calles de esta ciudad hasta el centro, mientras los ruidos de platos y vasos que salían por las ventanas amenizaban nuestro paseo.
Una vez allí, cenamos en el local por excelencia de la zona –humus, habas, patatas y falafel-. y como en otras ocasiones, mientras yo pagaba, uno de los camareros se acercaba a Vika para tímidamente susurrarle: “You are very beautiful” al tiempo que asomaba una sonrisilla en su rostro, episodio que se repite con bastante frecuencia por estos lares. Es lo que tiene ir con una chica bonita…
Pues bien, tras comernos un dulce y otro pequeño paseo, nos dirigimos a un bar en los que habíamos estado la noche anterior preguntando si servían cerveza. Nos habían dicho que no, pero una chica que estaba allí nos dijo que pasáramos al día siguiente, lo cual, incautos e ilusos de nosotros, interpretamos como que a lo mejor había pan liquido para ese día.
La realidad fue bien distinta. No había cerveza, con lo cual pedimos té. Queríamos sentarnos fuera, pero nos indujeron a hacerlo dentro. Y una vez instalados, con nuestros tés en la mesa y una pipa de agua a mi vera, empezamos a darnos cuenta de que ese bar tenía algo… “especial”.
Ventanas tapiadas con ladrillos, un tío en traje berreando con un micrófono, doble puerta insonorizante, una barra sin alcohol, y lo más extraño de todo, varias mujeres solas sentadas por grupos en dos o tres mesas y sin hombres, lo cual os puedo asegurar que en estos países es algo que nunca se ve.
A partir de ahí, nuestra imaginación echó a volar, y poco a poco, fuimos confirmando sospechas. ¡¡Estábamos en un puteche!! Teníamos al dueño gordo cabrón que nos había liado, al camarero amigo de las chicas, a otro gordo rapao que tenía pinta de ser el que repartía leches si alguno se ponía tontorrón y por supuesto, más y más chicas que iban entrando en el bar y se metían entre unas cortinas para luego salir cambiadas y maquilladas. En fin, una historia.
La cosa es que allí estuvimos nuestro rato largo mientras yo fumaba la pipa y tomábamos los tés (que por cierto, estaban deliciosos) mientras intuíamos que la gracia nos iba a salir por un ojo de la cara. Pasado un rato, empezó a llegar clientela con sus consecuentes devaneos (tampoco penséis que muy tarde, eran las diez de la noche o así), momento en el que ya decidimos retirarnos.
Como no, nos la metieron doblada, y tuvimos que pagar la nada despreciable suma de 15 euros –por algo que en cualquier otro sitio, y tirando por lo alto, nos hubiera salido por 8-. Pero bueno, lo que no mata engorda, una experiencia más, aunque descartamos volver por el momento. Como le dije a mi madre, toda la vida viviendo encima de un puticlub y luego no se reconocerlos…
La cosa es que a Vika le debió dejar un poco tocada, porque nada más llegar a casa empezaron a ocurrirle cosas, como pillarse el dedo con la ventana o dar vueltas con su vestido nuevo y marearse hasta vomitar. Cosas de la chica… Por cierto, nos acaban de llamar y comunicar que tenemos trabajo para un mes mas como profesores, asi que por aqui curreleando otro mes. Ya os contaremos que tal.

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