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De todo un poco: Relatos exprés

Publicado el 18 enero 2015 por Tazadelibros @Tazadelibro

¡Hola, lectores cafeteros!
¡Os traemos una sorpresita! Hace ya tiempo que el blog recibió una nueva tacita en la plantilla, y estábamos esperando el momento perfecto para presentárosla. Esta tacita viene del asa con una entrada perfecta para un domingo por la tarde ¡una entrada de mini relatos! Nos hemos puesto las botas de la inspiración, nos hemos bebido una tacita de café exprés y han salido así de rápido :D ¿Os animáis a leerlos?
De todo un poco: Relatos exprés

ღTe pondré un nombreღ
Relato de Liptuan
Cuando la encontraron se preguntaron qué hacer con ella, porque no sabían qué era. Estaba escondida debajo de unas maderas y pasaba frío. Su aspecto era blanco y pomposo, asomaban unas pezuñas debajo de su manto, y unos ojos negros, azabache, brillaban en su rostro. Las personas que la encontraron era oriundas del lugar, y nunca habían visto nada igual; como su población estaba aislada de otros núcleos de personas, a muchos kilómetros de distancia, les parecía aún más inquietante la aparición de la pequeña bestia, de aspecto inocente y asustado. La trataron de meter en una bolsa, sin éxito, y tras eso, el veterinario del pueblo le disparó un dardo tranquilizante, con el único argumento de que “no te puedes fiar”. Estudiaron varias enciclopedias, tratando de clasificar al animal como alguna criatura conocida, sin éxito, mientras la pequeña bola de pelo, que había pasado tanto tiempo soñando que la encontraban, languidecía sin comprender por qué era tan importante encontrarla en un libro, si estaba allí, en una jaula estrecha.
Cansados de recopilar información inútil, aquellas personas se dedicaron a observar a la criatura, a la espera de que esta hiciera algo que pudiera inspirarlos confianza o temor, pero si algo caracterizada al animal, era que imitaba a la perfección lo que observaba, y por tanto, si la miraban quietamente, ella devolvía la misma mirada, sin mover ni un ápice su cuerpo.
-Es imposible- murmuró un hombre, el más anciano del lugar -No existe cosa igual a esta.
Las gentes se acercaban a ver al extraño animal, le daban de comer de todo, pero la criatura solo se alimentaba de hojas de árboles secas, y pequeños hongos silvestres, como no podía hablar, no podía comunicarlo, y como no la liberaban, tampoco podía buscar el alimento.
Cuando poco a poco la dieron por perdida, una joven pareja de niños se coló en el lugar y, para sorpresa de la criatura, la llevaron ramitas, de las que pendían hojas secas, se las acercaron y las devoró. Decidieron abrirle la jaula. Caminaba como una marmota rechoncha, su pelo blanco de osezno brillaba a la luz del día, sus ojos centellearon felices, aunque temía que aquellos humanos también se perdieran en el abismo de sus etiquetas. La niña se inclinó, cogió su rostro peludo y besó su nariz y dijo la frase más bonita que el animal había escuchado jamás.

De todo un poco: Relatos exprés
Atrapada
Relato de Neus 
Abro los ojos lentamente y me pongo en pie. Me cuesta porque estoy en el suelo… pero recuerdo haberme tumbado en la cama. Me habré caído en el transcurso de alguna pesadilla especialmente vívida, no es como si no me hubiera pasado ya antes. Aspiro mientras mis pupilas se acostumbran a la luz. Juraría que la ventana estaba al otro lado de la habitación. Me doy la vuelta, confusa por la oscuridad que se asoma por el rabillo del ojo, y no soy capaz de discernir nada más allá de la negrura. Frunzo el ceño. Estoy dormida. 

Me dirijo a la puerta, segura de que encontraré alguna de las excentricidades oníricas a las que mi mente me tiene acostumbrada. Aún no he dado el primer paso cuando me topo con una barrera invisible. La golpeo con la palma de la mano. No se inmuta. No se produce ningún tipo de sonido. A este lado todo es negro y espeso como si mi sombra se hubiera comido hasta el más recóndito detalle. Al otro lado, el sol se cuela por los agujeritos de la persiana e ilumina las motas de polvo que flotan en el aire. El ambiente es cálido pero el cristal, un rectángulo que abarca desde mi cintura hasta poco más arriaba de mi cabeza, me aísla y siento frío. Los objetos parecen guardar silencio, expectantes. 

La puerta de mi habitación se abre y yo vuelvo a golpear la ventana con fuerza. Tengo los puños tan apretados que se han vuelto blancos. Grito. Me ahogo en una oleada de desesperación, frustración y furia a partes iguales. Nada en la estancia ha cambiado. Incluso la cama está deshecha, esperando que alguien vuelva a ocuparla. Y, en efecto, alguien se tumba en ella. Se tapa con la sábana y se da la vuelta. Permanezco aquí dentro, en esta pequeña (o tal vez enorme) jaula de oscuridad, durante horas. Soy vagamente consciente del tiempo que transcurre porque también el otro lado se queda lentamente en penumbra. Nos iguala. 

El habitante misterioso se levanta. Al principio remolonea, se siente cómodo entre mis sábanas. Vuelvo a gritar. Golpeo. Mírame, estoy aquí. Se gira. Al fin, ¡estoy aquí! Se acerca, se apoya en la repisa. Me mira por debajo de una mata de pelo revuelto y unas espesas pestañas. Sus ojos están exactamente a la altura de los míos. Me despoja de mi voluntad. Imito sus movimientos de forma automática, como si hubiera nacido para ello, como si me movieran con hilos invisibles. Es yo. Somos la misma. Sonríe. Grito. Se va.

De nuevo, el silencio se cierne a ambos lados del espejo.
De todo un poco: Relatos exprés Las horas  
Relato de Alex
Cogí el siguiente taxi y le di la dirección de la calle de mi piso. Cuando pasé por la puerta respiré y dejé caer las maletas al suelo. Estaba hecha polvo, no solo de cuerpo sino también de mente.  Mi nueva vida de 6 años en Japón no había durado ni un mes. De la noche a la mañana mi relación con mi novio de toda la vida había explosionado en mil pedazos. Sin trabajo, sin proyectos para mi futuro, sin pareja y el único evento que tenía cerca era asistir a la bodas de mis amigas. Mientras ellas se vestirán de blanco, cruzarán el altar y tendrán una vida llena de niños y felicidad, yo me quedaré aquí haciendo los votos con mi sofá.

Intenté alejar esos pensamientos negativos y me puse a pensar en otras cosas que tenía que hacer. Eso me prometí en el viaje de vuelta, pero pasé de todo entre las seis películas y los recuerdos de mi rota relación. Y aquí me encontraba otra vez en España, con mis sueños estropeados, mis ambiciones vacías y mis anhelos truncados. Frustrada, solo me quedaba empezar de cero.
En cuanto abrí la nevera y vi solo tres latas de cerveza caducadas me di cuenta una vez más en la soledad en la que me encontraba. Bajé a la calle en dirección al súper, pero nada más encontrarme en la puerta, cambié de dirección y me puse a caminar. Y caminé, no sé cuántos kilómetros, pero caminé mucho. Hasta que me entró otra vez el cansancio y tuve que sentarme en un banco a observar el atardecer de Málaga. 
Tuve uno de esos momentos como cuando estás a punto de morir y ves toda tu vida pasar por delante. Preguntándome en qué momento de mi vida hice malas elecciones o jodí las cosas de tal manera para acabar donde estoy ahora. ¿Por qué mis amigas ya se estaban casando, teniendo hijos, viajando con sus maridos mientras yo estaba tirada en un banco pensando en mi infancia? Pero lo más importante, ¿acaso pensar iba a cambiar las cosas? Claro que no. Me iba a levantar de ese banco, iba a comprar comida para esa nevera tan vacía, llenaría el armario de los vestidos que iba a llevar a las bodas y también me compraría una sonrisa para pegármela con superglú cada vez que saliera a la calle.  
De todo un poco: Relatos exprés
De todo un poco: Relatos exprés

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