¡Hemos sobrevivido a otra Navidad! Nos encanta terminar las Fiestas con esta frase que, entre nosotras, repetimos cada año, y que es el colofón perfecto de unos días vividos intensamente en todos los sentidos... Pero necesitábamos volver a la rutina y a nuestro blog, que retomamos con esta anécdota relatada por una buena amiga y que le acaeció muchos años atrás, en concreto, en su primer año de universidad... Se levantaba muy temprano para coger el autobús que la llevaba desde el pueblo en el que residía hasta la Facultad de Historia. Todos los días, sin que aún hubiera amanecido, llegaba a la solitaria parada a esperar el bus cuando, uno de ellos, un impresentable en bicicleta pasó por ahí y le cogió el trasero... La pobre se quedó temblando del susto y de la indignación que sintió por semejante abuso... Al día siguiente, volvió a ocurrir lo mismo... Y para el tercero, se preparó. Cuando el indeseable pasó por su lado, lo agarró de la camisa y, con todas sus fuerzas, lo tiró de la bici al suelo. ¿Qué os parece? A nosotras nos faltó tiempo para aplaudir la valentía de nuestra colega que, lejos de amilanarse, plantó cara y solucionó el asunto con determinación. Porque sí, el abusador y el cobarde salió corriendo de allí y nunca más volvió a importunar a nuestra amiga... ¡Le quedó claro de por vida que esa trasera era intocable! Y esperemos que, con la lección bien aprendida, cualquiera otra también...
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