Revista Sociedad

De Trump y la pseudodemocracia

Publicado el 26 enero 2017 por Abel Ros

Esta mañana, comentaba en twitter que tanto Trump como la crisis de Podemos colapsan los campos del vertedero. Desde que el republicano empuñó el cetro de laCasa Blanca, su popularidad no para de crecer como la espuma. Aunque ni harto de vino votaría a un individuo como este, lo cierto y verdad es que me quito el sombrero ante su coherencia como líder. Me lo quito, aparte de que no comulgue con sus medidas proteccionistas y xenófobas, como les digo - porque en España las campañas son papel mojado. Tanto es así, que Rajoy ha gobernado, en los últimos años, sin cumplir con los puntos y comas de su programa. Don Mariano dijo digo en la campaña e hizo Diego en la Moncloa. Una incoherencia en un país - el nuestro - con instrumentos suficientes para exigirle responsabilidad parlamentaria a quienes no cumplen con su programa.

En Estados Unidos, sin embargo, las tornas son distintas. Si miramos atrás, Obama consiguió el Premio Nobel de la Paz incumpliendo la mayoría de sus promesas. Supo emocionar con el"Yes we can" pero, sin embargo, por incompatibilidad ideológica con el Congreso; no consiguió llevar a cabo su cometido. En EEUU, como saben, los mandatos son rígidos. Allí no existen los votos de censura, ni las cuestiones de confianza. Los periodos ejecutivos son sagrados y, salvo dimisión voluntaria del Presidente, no existen elecciones anticipadas. Esta medida es buena para la estabilidad del Gobierno pero mala para la higiene democrática. Allí, en EEUU, el Presidente no tiene a nadie que le "tosa" por su gestión. El sistema electoral basado en un juego de suma cero, deja huérfano de protagonismo al rival electoral. Un rival que pasa al limbo de los anónimos, tan pronto como el ganador es proclamado Presidente. Y si no, que se lo pregunten a Hillary Clinton.

Así las cosas, el Presidente de los Estados Unidos se convierte en una figura omnipresente. Una figura con la única oposición de los medios de comunicación díscolos con el poder. Los mismos que Donald Trump tanto criticó y odió durante su campaña electoral. En España - y por tanto, en los sistemas parlamentarios - el Presidente del Ejecutivo emana del Legislativo. El líder de la oposición goza de una popularidad similar o mayor que el elegido. En el Parlamentarismo, la proporcionalidad del sistema electoral produce un hemiciclo cercano al resultado de las urnas. En EEUU, queridísimos lectores - siempre hay - por su sistema bipartidista - un sector de la población - a veces superior al cincuenta por ciento - sin representación presidencial. Un problema grave, para que el interés de la minoría se tome en cuenta en las decisiones de arriba.

Aparte de todo esto. La principal crítica que le hago al presidencialismo de los Estados Unidos es que hoy, más que nunca, con Trump a la cabeza se corre el peligro de que el sistema se convierta en un sistema presidencial de corte latinoamericano. Sin oposición política mediante y con un Senado ideológicamente afín al Presidente, el riesgo de una "dictadura", vestida de pseudodemocracia, se convierte en una cuestión preocupante. Lo mismo que ocurre en otros sistemas presidencialistas como Argentina, Brasil o Venezuela. Por ello, la figura de Trump y su urgencia por consolidar el populismo de derechas - la salida de los Tratados de libre comercio y la ejecución inmediata del muro mexicano - no debería pasar de puntillas para la crítica internacional. Estamos pues - fruto de las reglas de juego y del sino electoral americano - ante un nuevo capitulo de las Relaciones Internacionales. Hemos pasado, en cuestión de días, del idealismo de Obama al realismo de Trump. Un realismo, como les digo, de aristas unilaterales y brisas populistas; que puede tambalear los pilares de la tranquilidad internacional.


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