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Escucho estos días voces que se abren paso en la esperanza. Después de esto cambiaremos, habremos aprendido, cambiarán los paradigmas, y el mundo será distinto, quizá mejor. Yo soy de quienes creen que si las grandes catástrofes nos llevasen a aprender, no habría habido una II Guerra Mundial. ¿Aprendimos de nuestra guerra civil? ¿Acaso no seguimos siendo los mismos y un poco más manipulables si cabe? Y cabe. No. La humanidad como colectivo no aprende ni cambia sus principales pautas por intensa y generalizada que sea la epidemia, la miseria, o la matanza.
Pero las personas, individualmente, sí podemos cambiar. Lo crucial es el número de transformaciones personales. No creo en la perdurabilidad de los cambios producidos por los movimientos de masas. Son llamativos pero inestables. Casi siempre requieren del esfuerzo constante de unos cuantos para mantener en el tiempo lo que se conquistó con una revolución masiva. La conquista perdurable solo tiene lugar en el terreno individual, la catarsis significativa y profunda únicamente se produce en el corazón y en la mente de cada persona.
Cuando la tormenta escampe volveremos a la calle. Que nadie espere encontrarse con otro mundo si antes no te se ha transformado a sí mismo.
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