Este año decidí que mis vacaciones estarían libres de Whatsapp, Facebook y Twitter. Libres de conexión y de Internet. A cambio, un destino paradisíaco, la isla de Madeira, y una compañía preciosa.
Ya estoy de vuelta y solo puedo recomendaros muy mucho la experiencia. No solo la de visitar la isla, un lugar mágico con miles de posibilidades para explorar la naturaleza, la montaña, el mar y disfrutar de todo lo que te ofrece. También la experiencia de desconectar, de vez en cuando. De mirarse a los ojos al cenar sin el móvil sobre la mesa. Charlar de mil cosas en el coche. Hacer fotos para ti. Para verlas. Una y otra vez. Y luego ya decides si las quieres compartir. Mas adelante.
La vida tiene muchos puntos curiosos si nos paramos a disfrutarlos. Infinidad de sorpresas que necesitan tiempo y atención para ser descubiertas. La gente es el mejor Google que existe; los ojos, la cámara más perfecta; perderse es el mejor mapa; hablar y hablar y hablar, la red social más completa.
Parece difícil, en el mundo en el que vivimos en el que todo va tan rápido que nos da la impresión de que estar desconectado es perderse algo. Pero da igual que lo sepas o no, estés dónde estés recuerda que el mundo sigue girando. El paisaje y la conversación en tus oídos te recordarán con más intensidad que ningún dispositivo que estás vivo. VIVO.
Vivos.