Sobre el discurso de Memoria y Cuenta del presidente Maduro ante la Asamblea Nacional el miércoles 21 de enero se pueden hacer múltiples comentarios y críticas.
Una de ellas es que el mismo no satisfizo las expectativas generales. Todos esperábamos un mensaje realista en el que se mostrara la dramática situación que vive el país, y las acciones y políticas a aplicarse con el fin de afrontar esa difícil situación. No fue así.
Lo que oímos fueron vaguedades y distorsiones de la realidad, con escasas noticias de acciones a tomar, y muchas promesas de anuncios que se anunciarán en el futuro.
En materia económica son muchas las observaciones que se pueden hacer, pero por razones de espacio nos limitaremos a comentar dos de ellas.
La primera es el falaz argumento de que los problemas de inflación, escasez y desabastecimiento son producto del sabotaje de la “oligarquía parasitaria”, que especula y acapara.
Nada más alejado de la realidad. Si bien pueden existir casos en los que se cometen prácticas indebidas, como sucede en cualquier economía, carece de fundamento achacar a productores, distribuidores y comerciantes la culpa de esos males.
Todos sabemos que la inflación desatada y los graves problemas de escasez y desabastecimiento se deben principalmente a las erradas políticas públicas que se han implementado. El disparatado gasto público ha generado enormes déficits que han sido financiados en buena medida por el BCV, quien ha creado masivas cantidades de dinero inorgánico que han expandido desproporcionadamente la oferta monetaria, lo que ha estimulado el consumo.
Ese aumento de la demanda, sin embargo, no ha sido acompañado de una expansión equivalente de la oferta interna, entre otras razones por el constante hostigamiento a la actividad económica privada, por la imposición de absurdos controles de precios y de otra índole, por la restricción a las empresas privadas para acceder a las divisas, y por la ineficiencia creciente de las empresas manejadas por el Estado que cada vez producen menos.
Eso ha incrementado la dependencia de las importaciones, pero la escasez de divisas —agravada ahora por la caída de los precios petroleros y por las agotadas reservas internacionales—, limita cada vez más las posibilidades de importar.
Esas son las principales razones que explican la desbocada inflación y los problemas de escasez y de desabastecimiento, problemas cuya solución exige actuar sobre las causas que los generan, y no montando una cacería de brujas con inspecciones a almacenes y centros de acopio, que muchas veces terminan en confiscaciones y penalizaciones arbitrarias, agravando aún más los problemas de desabastecimiento.
Una segunda observación al discurso se relaciona a lo anunciado en materia cambiaria.
Nada se dijo acerca de la necesidad de ir al desmontaje del caduco y corrompido control cambiario. Por el contrario, lo que se anunció fue su preservación con tipos de cambio diferenciales.
El mantenimiento del tipo de cambio oficial de 6,30 bolívares por dólar para las importaciones esenciales es un sinsentido económico, que incrementará aún más la sobrevaluación del bolívar y azuzará la corrupción.
Está por verse cómo funcionará el nuevo Sicad y como se establecerá la tasa de cambio en ese mercado, la cual debe fluctuar con el dinamismo suficiente y en línea con el diferencial inflacionario.
También hay que ver cómo funcionará el tercer mercado manejado por bolsas públicas y privadas, el cual debe buscar sustituir al mercado paralelo, dando paso a un verdadero mercado libre, dinámico y legal, donde se establezca el precio de la divisa por el libre juego de la oferta y la demanda.
Finalmente, los anuncios no solo fueron incompletos, sino también mal orientados, ya que en ningún momento se observó la toma de conciencia de la gravedad de los múltiples problemas que nos aquejan, y mucho menos la intención de afrontarlos con la decisión debida. Eso nos condena a sufrir severas consecuencias en el futuro próximo. [email protected] Tweeter: @palmapedroa Colaboración especial para LatinPress®. http://www.latinpress.es