El próximo 16 de octubre se celebra el Día Mundial de la Alimentación. Por este motivo, la Asociación Nacional de Ingenieros Agrónomos, la Escuela Técnica Superior de ingenieros Agrónomos y el Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros han querido hacernos recordar la deuda pendiente que tenemos con los 1.000 millones de personas que aún pasan hambre en el mundo. Lo han hecho a través de las jornadas “Contribución de la ingeniería a la seguridad alimentaria”, que se clausuran hoy en el Instituto de la Ingeniería de España.
Aunque el número de personas malnutridas es superior en número en los países de Asia y el Pacífico (578 millones), los más castigados proporcionalmente pertenecen al África Subsahariana (239 millones). Según Trueba “son ellos los que van a India y China cuentan con su particular revolución tecnológica”.
Con un castellano perfecto y en una exposición brillante y emotiva, Andrew Mac Millan, ex director de la División de Operaciones de Campo de la FAO quiso que los presentes hiciéramos un esfuerzo por poner cara y ojos a esa cifra de 1.000 millones de personas hambrientas en el mundo. Un número que de, puro redondo y abultado, nos resulta frío y lejano. “Yo me crié tras la Segunda Guerra Mundial en un periodo de penuria. Pero hay muchos europeos que han nacido y crecido en la paz y la abundancia, y ni se plantean que otro escenario diferente pueda llegar a sus vidas”, relató. “Sin embargo, en el mundo quedan muchos conflictos locales no resueltos, la mayoría de ellos ligados a zonas con malnutrición endémica. Y que curiosamente suelen ser nido de terroristas que después desestabilizan a los países ricos”. Y es que el hambre y la paz son incompatibles.
Para Mac Millan, permitir que tal cantidad de personas sigan pasando hambre es un “homicidio por negligencia, porque técnicamente hay alimentos para todos. Se trata de un problema de distribución de la riqueza”, comentó.
Para finalizar su ponencia el ex director de Operaciones de Campo de FAO resumió las soluciones que él ve claves para luchar contra esta lacra de la Humanidad: utopía y visión global. Utopía para marcar objetivos ambiciosos “si nos planteamos reducir el hambre a la mitad seguramente ni lleguemos a esa cifra. Debemos ser ambiciosos. Además, ¿qué sucede con la mitad que se queda fuera de los objetivos”, comentó.
Y visión global, porque la lucha contra el hambre no está sólo en manos de la tecnología y los ingenieros agrónomos. “Son necesarias políticas sociales que creen empleo y riqueza, y sirvan como sustento al desarrollo de las nuevas tecnologías, aunque soy consciente de las dificultades que entraña este objetivo. En Europa tenemos un ejemplo claro”, afirmó.
Cualquier esfuerzo se queda escaso en la lucha contra el hambre. “Porque cuando alguien no es capaz de buscar sustento para él y su familia cae en la degradación más absoluta. Y eso es algo que no podemos permitir”, concluyó Mac Millan. El futuro de la Humanidad, el de nuestros propios hijos, depende de ello.