Seis mil quinientos kilómetros, nueve estados, un país, dieciocho ciudades, seis parques nacionales, varias épocas y una ruta, la carretera norteamericana por excelencia. La carretera madre, la Ruta 66.
Comienza la ruta 66 en Chicago, la ciudad de los grandes lagos... Vamos a emular la expansión de USA hacia el oeste, que comenzó en el S. XIX, antes de que existieran las vías del ferrocarril, antes de que existieran las diferencias entre el norte y el sur, los yankees y los confederados, antes de que USA se convirtiera en lo que es hoy, un monstruo para algunos, un gigante para otros...
Chicago es, ante todo, una ciudad preciosa desde el punto de vista arquitectónico, tiene algunas obras de arte expuestas entre los recovecos de sus calles, incluso una de Pablo Picasso; pero no tiene vida, por lo menos la vida a la que nosotros estamos acostumbrados, el bullicio de la gente paseando, las discusiones acaloradas de las que son testigos las calles mudas; podríamos decir que es una Nueva York en vacaciones.
Atravesando Illinois... extensos campos de maíz, interminables carreteras, cambios de tiempo inesperados, lluvias torrenciales seguidas de un sol reluciente... Llegando a Missouri divisamos el río Mississipi a su paso por Sant Louis, la ciudad de partida de la histórica expedición de Lewis & Clark hacia el oeste...
Pasamos por las planicies de las tierras que dan de comer a todo el país, llenas de cultivos y de granjas: para llegar a Oklahoma, el terreno ya comienza a parecerse más al oeste que conocemos, los pueblos que encontramos por el camino como Chandler son muy parecidos a los que probablemente te imaginas, muy vintage y muy de los '50, para hacer honor a la ruta 66.
Nos encontramos muchos museos por el camino, la mayoría con antigüedades de la época del oeste, de finales del S. XIX, pero también de mitad del S. XX, de los '50 y '60, una época que está presente durante todo nuestro camino.
Pasamos a la vieja Texas -tierra de cowboys- y lo primero con lo que nos cruzamos es con un restaurante llamado "The Big Texan", muy famoso en la ruta. Ofrecen un trato, si eres capaz de comerte un entrecot de 2 kilos, te lo regalan... ¿Te atreves? ¡Nosotros no! Sobre todo después de verlo en vivo y en directo. Aparte de lo curioso de este lugar, sentir que estás en un saloon del viejo oeste es una experiencia inolvidable, ¡es fácil trasladarse a esa época!
Y saliendo de Texas, concretamente en Amarillo, nos topamos con el Cadillach Ranch. ¿Qué mejor manera de dejar tu huella en el desierto, que haciendo un graffitti en un cadillach semi-enterrado en la arena del desierto americano? Al estar emplazado en una carretera pero a la vez estático en un lugar, esta obra de arte independiente, recrea muy bien ese sentimiento.
Los valores de la ruta 66 son muchos, de hecho cada viajero tiene su propia visión sobre ésta, pero desde luego no se puede negar la cultura y el arte que la rodea. El hecho de dejar tu huella, de marcar de algún modo que has estado en un lugar, de pensar que puedas vivir más allá de tu muerte, es el deseo de inmortalidad el que nos mueve a actuar así.
Entre Texas y New Mexico se encuentra el viajero en el centro de la ruta 66, de hecho es entre Adrian y Vega donde existe la disputa sobre qué pueblo ostenta este título.
Arizona es el estado del Gran Cañón, y Flagstaff y Williams nos recibieron llenos de extranjeros. El turismo queda patente en estos pueblos, desde aquí salen los trenes hacia los dos parques nacionales más importantes del medio oeste americano. El hecho de que sea tan turístico en este caso tuvo sus ventajas, ya que nos encontramos que Williams estaba abarrotado de actores disfrazados de la época del oeste actuando en shows de tiroteos por todo el pueblo.
Desde aquí fuimos al Gran Cañón, una fisura enorme de tierra que ha causado el Río Colorado después de muchos años de erosión. Es impresionante la sensación de inmensidad, lo grande que es la naturaleza, lo insignificantes que somos nosotros, nosotros que nos creemos el centro del universo, cuesta creer que seamos "tan importantes" después de asomarse un poquito a ese abismo que está detrás de ti.
Seguimos nuestro road trip pasando por el Death Valley. Carreteras interminables, soledad a ambos lados, solo desierto, solo calor, solo sed. Este desierto tiene un nombre muy apropiado, respirar el aire de este lugar te quema la garganta; cuando el viento te azota los ojos, te arden y tienes que entrecerrarlos porque no puedes soportar mantenerlos abiertos, y estamos hablando de unos diez minutos fuera del coche como máximo. Es realmente una experiencia extrema y puedes llegar a entender el porqué del Valle de la Muerte.El último destino fue Los Ángeles, así cerrábamos el circulo entre dos grandes ciudades con tres semanas de viaje en el espacio y el tiempo que siempre recomendamos que se haga al menos una vez en la vida.
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