Revista Cultura y Ocio

De viajes en el tiempo y la educación

Publicado el 03 noviembre 2015 por Debarbasyboinas @DeBarbasYBoinas

En la noche vuelvo a los orígenes. Allí escucho a Carlos Santana y a Dire Straits. Empiezo a entender a Marx. Empiezo a cuestionarme el sentido de las religiones. Salen a flote las críticas a la Iglesia Católica. Empieza el hartazgo por la situación en la que uno vive. Es tiempo de revolución. Es tiempo de cambio.

En un momento, cojo aquel tocadiscos y escojo un vinilo de aquella colección. Me pica la curiosidad sobre un cantautor que no conocía en aquel momento. ¿Qué adolescente del siglo XXI de mi entorno podría conocer entonces a Víctor Jara? No es precisamente el tipo de música que sueles escuchar en las radios comerciales.

Coloco cuidadosamente aquel vinilo en el tocadiscos y se baja la aguja. Me tumbo en el sofá. Suena la música. Siento que, por un momento, y a través de aquella música, viajo en el tiempo. Por aquel entonces apenas sabía nada de Salvador Allende. De Pinochet sí, sabía que lo habían juzgado, y que fue un dictador, pero nada más. Pero eso no me impidió volar atrás en el tiempo, un pasado que no era real, y que tampoco había vivido, pero olía a revolución. El derecho de vivir en paz, que canción tan mágica. Sigue el viaje, y sigue sonando la música, canción tras canción. No recuerdo cuando le había dado la vuelta al vinilo y puesto la cara B. De hecho, no me acuerdo de que canciones iban en que cara. Da igual. Usted debe responder, señor Pérez Zujovic, y señor Pérez su conciencia. Recabarren, Luis Emilio Recabarren. Si quieres conocer a Martí y a Fidel, a Cuba a Cuba iré,… Una tras otra, las letras de aquellas canciones me iban transportando a ese pasado, irreal, sí, pero feliz. Se acaba el vinilo y, por lo tanto, aquel viaje. Dejo todo como estaba. Sigo con mi rutina habitual.
Al final de la jornada, me voy a dormir, sabiendo que al día siguiente iba a haber clase. Lloro en silencio sobre mi almohada, pues he incrementado un poco más mi sabiduría, pero eso no me ha ayudado a paliar mi tristeza. Era introvertido y tímido, y me interesaba saber más de música, de historia, de filosofía,… Pero supongo que fui un bicho raro para mis compañeros.

Otro día más por la mañana que toca madrugar. Llego a clase, los profesores dan sus clases. En el medio, el recreo. Pero ya no habrá más recreos en soledad o con malas compañías. Un oprimido se ha rebelado contra, lo que algunos padres denominan como la “ley del recreo” (algo así como la “ley de la selva” aplicada al trato entre compañeros durante los recreos y en las aulas en general), la que justifica que haya opresores y oprimidos en las aulas, darwinismo social a pequeña escala. Es un colegio, no es Alcatraz. Pero se parecían mucho en algunos aspectos.

Una minoría opresora aplica una dictadura de baja frecuencia sobre algunos de nosotros. Y mientras, el resto riéndoles las gracias o mirando para otro lado. No sé que es de los profesores en esos momentos. Pero te cagas de miedo sometido a aquella sutil dictadura, te quedas paralizado. No cuentas nada a nadie, te sientes avergonzado y con miedo a partes iguales. Pero aquel oprimido que se rebeló te alecciona, él también ha sufrido lo mismo que tú, te da esperanza por un futuro mejor. Suenan las campanas de la revolución. Los oprimidos se rebelan, pues la unión hace la fuerza. Una revolución pacífica, pero que va cosechando éxitos a medida que avanza. El movimiento se hace más grande. La dictadura se vino abajo ante la fuerza imparable de la revolución. Se acabó el sufrimiento. Despiertas de aquellos recuerdos.

Han pasado algunos años ya. La vida dio unos cuantos giros desde aquellos recuerdos, que poco a poco vas olvidando, porque nuestra mente tiene la manía de acordarse solamente de lo bueno y lo mejor de tu vida. La revolución consiguió la mayor parte de sus frutos. Pero lees algunas noticias, y sigue habiendo suicidios de niños y niñas por culpa del trato que sus compañeros les dan, además de otros muchos casos de violencia física o psicológica que han sido denunciados. Más de una vez yo también pensé en aquella posibilidad del suicidio, menos mal que aguanté y que pude salir de aquella situación. Pero ahora me entristece que pocos se escandalicen ante esas noticias, tengo la impresión de que a poca gente le interesa y le parece mal que en una sociedad como la actual sigan pasando ese tipo de cosas.

Ahora ya tengo una edad para comprender cómo educan algunos padres a sus hijos. Dicen ser modernos en ese sentido, pero no dejan de tener comportamientos retrógrados e incitadores a la violencia. Menudo siglo XXI, las tecnologías más avanzadas pero el pensamiento más retrógrado. Vaya paradoja.

Eso me lleva a cuestionarme sobre la educación que estamos construyendo para las futuras generaciones. No soy pedagogo, ni educador, ni padre, ni profesor,… y ni mucho menos soy maestro de nada. No soy un experto en educación, pero sé lo suficiente como para poder ver que la educación está hecha un desastre, no sólo por el Plan Bolonia, ni por la LOMCE, ni por nada de eso. Tenemos un problema de base, que viene desde que los críos están en la cuna. No se está educando bien a muchos críos actualmente, y cuando se habla de educación, la mayor parte de la culpa de esto la llevan los padres, tanto para bien como para mal. Y es normal, porque los padres son los primeros y más importantes educadores de sus hijos. Pero algunos se han olvidado de esta responsabilidad que conlleva el ser padre o madre.

Muchos padres se han fiado de algunas teorías de la educación. Expertos en educación, una gran parte de las teorías de la educación vigentes que ustedes relataron no están dando los resultados que esperaban. De hecho, se ve que han surgido efectos contraproducentes. No sé cuál es la solución, pero, por favor, hagan algo, no condenen a más niños y niñas a participar en este sistema de opresores y oprimidos, que fomenta la violencia física y psicológica.

Mientras tanto, vuelvo a recordar, no sólo a Víctor Jara, sino también a Allende y a Impastato, entre muchos otros. Algo que aprendí a través de la cultura en general, fue la difusión de la palabra. Así que, supongo que escribo esto por si cambiamos, por si nos damos cuenta de lo que hemos hecho, para intentar paliar este mal. Supongo que esta es una manera personal de poder extender el poder de aquella revolución más allá de lo que nunca se ha extendido, un granito de arena en la lucha global contra esta lacra social. Porque me robaron la adolescencia, pero juro que jamás me volverán a robar la dignidad. #Stopbullying

Simón de Eiré


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