No podía ser de otra manera. La primera entrada después de tres largos días de celebraciones no podía hablar de otra cosa. Han sido una noche y dos días, pues aquí en Cataluña no tenemos suficiente con Noche Buena y Navidad que también nos reunimos el día 26 en la celebración de San Esteban. Pero ha valido la pena. Todo el ajetreo de preparar comidas, comer, comer, comer, preparar versos, recitar, recitar, recitar, comprar panderetas y cascabeles y cantar, cantar, y cantar ha sido divertido.
La cena de Noche Buena desde que tengo hijos que he intentado atraer a parte de la familia para poderla celebrar en mi casa. No me gusta salir de noche con mis dos enanos, los reyes de la rutina, que por la noche se vuelven un poquito Mr. Hyde. Así que con agotadora alegría organicé la cena del 24 con una buenísima sopa de pescado y un delicioso redondo de ternera. Y no lo digo yo. Me he permitido poner estas alabanzas pero porque recrean las palabras de mi más fiel admirador, mi querido Bebé Gigante. Pequeña Foquita se animó más al tema dulces, bombones y turrones, la verdad.
La noche se alargó cantando un largo repertorio de villancicos. Es curioso pero los niños son el alma de las fiestas aunque vuelva a usar un topicazo. No habría bailado y cantado tanta canción navideña de no ser por los dos pequeños artistas que tengo por hijos y que no pararon de obligar a toda la concurrencia a levantarse para cantar y bailar.
La comidad de Navidad la pasé con Pequeña Foquita enganchada a su "Ábrelo" (=lactancia materna por si alguien no lo sabe). Citando a Murphy, nunca digas que algo pasará porque no pasará, y menos con los enanos. Pocas horas antes decía con tonillo catedrático que mi gordita estaba en sus últimos momentos de lactante porque casi no se enganchaba al pecho. Craso error de predicción. Pero mira, como lleva tres días de extra-lacteos-maternos yo me he permitido algún que otro capricho en forma de turrón.
La recitación del poema de navidad de mi Bebé Gigante con sus 16 versos fue para emocionar al más insensible y no lo digo porque sea su madre. Hace dos días estaba yo subida a una silla y ahora lo estaba mi hijo. El tiempo es un suspiro, como dice la canción.
Y hoy hemos terminado de rebentar con la comida de San Esteban.
En casa no hemos celebrado el Caga-Tió ni Papá Noel. No tengo nada en contra de estas tradiciones. Pero mientras mis enanos no reclamen regalos para la víspera de Navidad prefiero concentrar la ilusión en el día de Reyes.
Espero que todos hayáis pasado unos días entrañables. Como ya he dicho, las Navidades con niños devuelven mucha parte del sentido, de la espontaneidad y de la inocencia que muchos de nosotros quizás hemos perdido por el camino.