Revista Cultura y Ocio
Alguien dijo alguna vez que del genio se aprovechan hasta las migajas; y si entendemos la frase en un sentido limpio (en absoluto malévolo ni capcioso) podremos aplicar perfectamente esta afirmación a las veinticinco entrevistas a Ramón Gaya que se recogen en De viva voz, un volumen que Nigel Dennis preparó para Pre-Textos y en el que se nos ofrece una imagen muy completa (espiritual, artística, biográfica) del creador murciano.Desde el diálogo que Gaya mantiene con Pedro Soler (1977) hasta el celebrado con Enrique Andrés Ruiz (1998), asistimos a un largo y delicioso festín intelectual, en el que novelistas (Andrés Trapiello), periodistas (José García Martínez), poetas (Antonio Parra Pujante) y expertos en pintura (Manuel Fernández-Delgado, Juan Manuel Bonet) extraen de la memoria, de la inteligencia y de la sensibilidad del pintor un verdadero torrente de informaciones, que enriquecerá a quien tenga la feliz idea de abrir el libro.Pretender elaborar un resumen de esta avalancha sería tan arriesgado como inútil, pero sí que pueden valernos a modo de imán las sugerentes frases que Gaya le dedica a Rafael Alberti (“No sabe escribir en prosa”, p.50), Pablo Picasso (“Es un fenómeno de la naturaleza”, p.62) o el premio Nobel chileno Pablo Neruda (“Era una persona poco simpática y, desde luego, mal poeta”, p.374); sus opiniones sobre los artistas famosos y subvencionados (“Las sociedades y los estados que miman a sus creadores los perjudican; sale poco de ahí”, p.92); sus meditaciones casi filosóficas sobre la esencia misma de la pintura (“Los cuadros no son para colgarlos, sino para que exista la vida”, p.206) o sobre la trascendencia espiritual (“Cuando se crea una religión, Dios se va a otro sitio”, p.251). Y qué decir de las jugosas anécdotas protagonizadas por renombrados intelectuales, a los que Gaya nos retrata a la perfección mostrándonos detalles de su acontecer menos público. Baste con que recordemos el modo taxativo en que, según nos relata el pintor, Rosa Chacel vapuleó verbalmente a Jorge Luis Borges, respondiendo a una boutade innecesaria del escritor argentino (pp.354-355).
Nadie saldrá decepcionado de la lectura de este libro. Y aunque incurra en algunas repeticiones (es inevitable que así suceda, porque a Gaya, como a todos los personajes notorios y de larga vida, se le formularon muchas veces las mismas preguntas, en docenas de ocasiones) aprendemos multitud de detalles sobre el pensar y el sentir de este artista irrepetible, que conoció en profundidad a los más grandes (desde Cernuda hasta María Zambrano, pasando por Joan Miró, Bergamín o Juan Gil-Albert), y cuyo legado, tanto ensayístico como pictórico, es parte viva de la Murcia del siglo XX.