(JCR)
Fatma y Aisha viven en la wilaya de Ausserg, uno de los campamentos saharauis situados en las inmediaciones de Tinduf, en el suroeste de Argelia. Sus padres nacieron en la parte del Sáhara Occidental ocupada hoy por Marruecos y hace pocos años emigraron a España. Ellas, como sus otros tres hermanos, nunca han conocido su patria original y nunca han salido de este inhóspito desierto que las vio nacer y donde desde hace 35 años alrededor de 200.000 saharauis esperan el retorno a su patria. Cuando las pregunté, sentado en su jaima con ellas, si creían que volverían un día al país de sus padres me contestaron: “Si, esperamos volver, in-sh’-alla, si Dios quiere”.
Hice esa misma pregunta a sus compatriotas Rashid y Mansur, dos de los muchos miles de jóvenes conocidos popularmente como “Cubarauis”, como se conoce aquí a los saharauis que han estudiado en Cuba. In-sh’alla, me respondieron también ellos. Si Dios quiere. Pero Rashid y Mansur, parecen dispuestos a echar una mano a Dios a su manera: “La única solución es el referéndum, y si no tenemos que empuñar las armas”. Ellos, como sus compatriotas que han estudiado en el extranjero, parecen tener una conciencia bastante crítica sobre el problema y sus causas: “Marruecos es fuerte porque le apoyan Estados Unidos y Francia. Nosotros tenemos pocos apoyos internacionales, pero la causa de nuestra patria está muy presente entre los jóvenes y estamos dispuestos a derramar nuestra sangre”.
El Sáhara Occidental, un territorio equivalente a la mitad de Francia (266.000 km2) fue colonia española desde 1884 (llamada entonces Río de Oro). Desde hace 35 años se ha convertido en un espinoso contencioso internacional que enfrenta a Marruecos con Argelia y permanece el conflicto africano de más antigüedad. En los años 60, época de los grandes movimientos de liberación de África, el Frente POLISARIO reivindicó la independencia de España. Pocos años antes, cuando Marruecos se independizó en 1956, empezó a reivindicar el territorio. Para Hasán II, el Sáhara Occidental, y también Mauritania (independizada en 1960) serían parte del antiguo reino marroquí. El año 1975 los acontecimientos se sucedieron en cascada. Aprovechando la agonía del general Franco, el 6 de noviembre Hasán II lanzó su “marcha verde” desde la frontera del Sáhara Occidental. Más de 300.000 marroquíes, apoyados por 20.000 soldados, penetraron en el Sáhara. Para calmar las aguas, el gobierno español –que hacía pocas semanas había defendido a capa y a espada la españolidad del territorio- firmaron los Acuerdos de Madrid, que preverían la retirada de España y el reparto del país entre Marruecos y Mauritania.
De la guerra al alto el fuego de Naciones Unidas
El Frente POLISARIO empezó entonces la lucha armada contra sus nuevos ocupantes, y cuando el último soldado español se hubo retirado, el 27 de febrero de 1976, proclamó la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). El nuevo Estado fue reconocido por Argelia y un número creciente de países africanos y del campo socialista, hasta llegar a 77. En 1979 Mauritania se retiró, y durante los años 80 Marruecos construyó un largo muro de 2.700 kilómetros para asegurarse el control de la parte útil del Sáhara: la que tiene las ciudades, la pesca y los fosfatos. El POLISARIO impuso su autoridad sobre el 20% restante del territorio, pobre en agua, y sobre los campos de refugiados cercanos a Tinduf, en Argelia. En 1985 la Organización para la Unidad Africana admitió a la RASD en su seno, lo que provocó la salida de Marruecos.
En 1991 entró en vigor un alto el fuego, y la ONU envió al territorio la MINURSO, la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental, una fuerza que ha hecho poco honor a su nombre, ya que Marruecos ha hecho todo lo posible para bloquear la celebración de la consulta que debería hacer posible que los saharauis decidieran sobre su destino. Desde el año pasado, el reino alauita ha cambiado de posición y trata de vender su solución de otorgar una autonomía al territorio y no quiere oir hablar de independencia. El anterior enviado de Naciones Unidas para el Sáhara, Peter van Walsun, a contra de la independencia, provocaron las iras del POLISARIO y su sustitución por el actual mediador Christopher Ross. Mientras tanto, todos los gobiernos españoles después de la muerte de Franco han evitado implicarse en la resolución del problema, y se esfuerzan por no decir nada que pueda irritar a Marruecos. El último capítulo de esta serie ha sido la tibia reacción del gobierno español después del brutal asalto de las fuerzas marroquíes al campamento de protesta levantado a las afueras de El Aaiun y la represión desatada en esta ciudad contra activistas saharauis.
Hablando con autoridades del POLISARIO en Tinduf, es fácil notar el esfuerzo que el movimiento hace por ejercitar paciencia y seguir con la vía diplomática. Para ello tendrán que convencer a muchos miles de jóvenes, como Rashid y Mansur, que la solución pacífica es mejor que volver a una guerra que se cobraría miles de vidas. Pero para que las cosas se solucionaran de este modo los saharauis deberían contar con muchos más apoyos internacionales que los que han tenido hasta el momento, empezando por España, que dado su papel histórico de país colonizador debería hacer mucho más y dejar de mirar para otro lado.