Revista Regiones del Mundo

De vuelta en Madrid

Por Elainn

Mi plan era viajar a Italia en enero de 2021, pero todos sabemos por qué ese viaje no pudo realizarse. La pandemia retrasó toda posibilidad de salir al exterior. Pero ya con el Covid más controlado el deseo de conocer Italia se hizo más fuerte que nunca. Ahora estaba, claro está, la situación económica de Argentina que siempre parece al borde del abismo (supongo que uno se acostumbra a vivir al borde del abismo).

Ya pueden imaginar los problemas de semejante viaje para alguien con un sueldo docente. A la cancelación de venta de pasajes en cuotas se suma la gran cantidad de impuestos (todos con distinto nombre) que hay en este país para vuelos internacionales. Uno es básicamente un traidor a la patria por querer conocer el mundo y ampliar sus conocimientos. Eso vuelve muy oneroso cualquier pasaje, al menos si uno es de clase media, o lo pretende. El límite de mi tarjeta de crédito no me permitía (ni me permite) pagar el pasaje en una cuota. ¿Cómo hacer? Pedí una ampliación y tampoco.

Sé que algunos compran pasajes más económicos con millas, pero todavía no entiendo el sistema ni confío mucho. Finalmente se me ocurrió una solución que, si bien no iba a abaratar costos, iba a permitirme comprar los vuelos. Ese era el quid de la cuestión. Resolví comprar primero la ida y luego la vuelta. ¿Es la solución ideal? No, pero era la que estaba al alcance de la mano.

De vuelta en Madrid

El pasaje de ida era el más caro así que iba a necesitar pagarlo usando mis dos tarjetas al límite. Para eso fui a Al Mundo y compré un vuelo a Madrid por Boliviana de Aviación. Había uno de Latam más barato pero con dos escalas y mucha espera. El vuelo de BOA era bastante directo y la verdad es que viajé muy cómoda. La tarifa permitía dos valijas de 23kg y una mascota en cabina. Mucha gente que va con sus perritos elige esta aerolínea por eso.

La vuelta tuve que esperar para comprarla y ya la hice directamente desde Roma con Air Europa. Como dije, la vuelta era más económica. Lo último que pagué fue el vuelo de Madrid a Roma por Iberia.

Así pues, compré los vuelos en partes. También fui pagando varios hoteles por anticipado, en parte porque los que elegí sólo funcionaban sin cancelación. Era un riesgo, pero lo hice.

Salí el 5 de enero desde Ezeiza. Una cosa que me gustaba de los vuelos era que ninguno partía ni llegaba de madrugada. No le tenía mucha fe a BOA, pero salimos puntuales y no tuve ningún problema. Tuvimos una escala en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) donde comí dos pan de queso de Juan Valdez (la cadena colombiana tiene una sucursal en el aeropuerto) y abordamos un avión de Wamos Air, empresa de la que jamás había escuchado y que trabaja con BOA. Antes de abordar pasó algo que nunca me había ocurrido. En el pasillo antes de entrar al tubo que va hacia el avión nos hicieron poner nuestras pertenencias en el suelo (no hablo de las valijas que iban en bodega) y a nosotros enfrente mientras un perro iba oliendo en busca de droga. Raro.

La comida estuvo normal para un avión (nada supera el salmón que daba Latam) y la verdad es que pude dormir un poco así que no puedo quejarme del vuelo. Llegamos antes de tiempo al aeropuerto de Barajas. ¡Otra vez en Madrid! Me apuré a abrigarme.

Tomé el bus a Cibeles como hice en mis otros viajes y en media hora estuve en el hostal que había reservado por email. El hostal Olga donde me hospedé las dos primeras veces que estuve en Madrid cerró por la pandemia y el otro alojamiento adonde estuve en julio 2019 era más costoso.

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Me quedé en el Hostal Delfina, un sitio excelente sobre la Gran Vía. Se encuentra en un 4º piso de un edificio con ascensor. Me dieron una habitación con vista a la avenida. Hermoso. La habitación era amplia, muy limpia y confortable. Buen wifi y calefacción. Baño renovado. La señora Delfina es muy amable. La tarifa no incluye desayuno, pero vale la pena hospedarse ahí. Lo único de lo que puedo quejarme es que, al tener una habitación a la calle, me molestaban un poco los ruidos de ambulancias o patrullas pasando por la noche. Supongo que es costumbre.

La tarde en que llegué no hice mucho. Caminé un poco y me acosté temprano. Todavía estaban encendidas las luces de navidad así que me encantó caminar al anochecer.

Al día siguiente comenzaban las rebajas así que realicé algunas compras y revisé precios. Algo tranquilo para recomponerme del viaje y recuperarme del jet lag. Mucha gente por todas partes. Compré una sim card Vodafone para estar conectada (10 euros) y pasé por la oficina de turismo para pedir algunos datos.

Obviamente, el domingo cuando tenía planeado todos los paseos, amaneció nublado y lluvioso. Era un anticipo de lo que vendría luego (aunque falta para eso). Yo había dudado mucho entre ir a Ávila o al Monasterio de El Escorial y al final, por recomendaciones, terminé eligiendo este último. No contraté excursión ya que es muy fácil ir por cuenta propia (y más barato).

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  1. Tomé el bus 001a Moncloa. El colectivo 001 es GRATUITO y va desde Atocha a Moncloa primero desde el Paseo del Prado y luego por la Gran Vía. Pasa seguido así que es perfecto para moverse por Madrid. De hecho, yo siempre busqué hoteles cercanos a Cibeles porque ahí tiene la parada céntrica el bus del aeropuerto (la manera más cómoda de ir y venir de Barajas), pero la parada del 001 está a metros de la del bus así que es posible bajarse del bus del aeropuerto y tomar el 001 siempre y cuando se hospeden en las cercanías de la Gran Vía. No esperé nada. Además el bus termina en Moncloa. Mejor, imposible.
  2. Caminé unos metros al Intercambiador (o terminal, diríamos nosotros) para buscar el bus a El Escorial. Me costó bastante encontrarlo porque tuve que bajar y luego volver a subir siguiendo flechas. El bus 661 sale de la Isla 1, Dársena 11 (a la derecha). El pasaje puede pagarse en efectivo al chofer y el enero era obligatorio el uso de barbijo. Justo estaba por salir uno así que no tuve que esperar. En menos de una hora estaba en la terminal de San Lorenzo de El Escorial, a dos o tres cuadras del Monasterio. En este sentido conviene ir en bus porque el tren deja en el pueblo de El Escorial y el trayecto a San Lorenzo desde ahí es todo en subida. Imposible perderse porque es la última parada.
  3. Caminé al sitio y saqué la entrada. Con un día tan feo no había mucha gente. En verano es necesario comprar de manera anticipada por su página.

Lo malo de El Escorial es que no se pueden sacar fotos del interior, salvo en patios y pasillos. El Real Monasterio de El Escorial comenzó a diseñarse en 1561 -año en que se trasladó la capital de Estaña de Toledo a Madrid- bajo el mando del rey Felipe II en honor a su padre el emperador. Allí también se alzó la casa real y el panteón, entre otros edificios.

Lo primero que visité es la biblioteca fundada por Felipe II. No solamente las pinturas son impresionantes sino que me emocionó estar ahí ya que en la facultad me había tocado transcribir fragmentos de un códice escurialense (o sea, un manuscrito conservado en El Escorial) a través de un CD con el texto escaneado. ¡Y ahora me hallaba donde ese manuscrito estaba guardado!!!! No pregunté por el mismo (aunque recuerdo perfectamente su número de identificación) para no decepcionarme.

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De la biblioteca al patio frente a la basílica y al claustro principal. En una de sus naves hay una escalera monumental donde se puede ver «La gloria de la casa de los Austria» de Giordano Luca. Confieso que después de este viaje terminó doliéndome la nuca por ver tantas cúpulas pintadas. Al lado se encuentra la iglesia vieja (previa a la basílica). Ahí se distingue «El martirio de San Lorenzo» de Tiziano. Pasé a las Salas Capitulares donde se reunían los monjes Jerónimos. Las salas poseen una excelente colección de pinturas. La que más recuerdo, sin embargo, es «El martirio de San Mauricio» de El Greco. Es uno de mis pintores favoritos y es un cuadro muy interesante ya que en diferentes planos cuenta la historia del santo (como en viñetas pero sin distinción): en primer plano a la derecha vemos la conversión de San Mauricio (vestido de coraza azulada y con barba), en segundo plano hacia la izquierda aparece el martirio. El hecho de colocar el martirio en segundo lugar no le gustó al rey y contrató a otro pintor para reproducir la escena del martirio en la basílica.

Otros lienzos importantes en las salas son «La última cena» de Tiziano, obra encargada para el refectorio del monasterio (miren los detalles alrededor de Judas) y un fragmento de «La creación» de El Bosco.

Después bajé al panteón de los infantes construida en el siglo XIX para enterrar a miembros de la casa real que no fueron reyes. Destaco la tumba de mármol de Juan de Austria, hijo ilegítimo del rey Carlos V y con una historia fascinante. Héroe de la batalla de Lepanto y merecedor de una película o miniserie. Más abajo se halla el panteón de los reyes de planta octogonal finalizado en 1654. Ahí se encuentra enterrado Carlos V y reyes y reinas de España que lo sucedieron.

Luego subí al Palacio de los Austrias donde se pueden ver los cuartos de los reyes. Bastante austero pensando que era para Felipe II y su hija. Muy chicas las camas. La sala de las batallas con pinturas bélicas triunfales también forma parte de este palacio. Al lado empieza el Palacio de los Borbones decorado con exquisitos tapices.

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Finalmente visité la basílica. Es muy bella, pero nada que me impactara. Pero escribir este recuento luego de Italia es un poco injusto.

Pese a la lluvia fui al Jardín de los Frailes y al Jardín de los reyes con setos perfectamente delineados y rosas invernales. En primavera debe ser una delicia. Desde allí se tiene una vista espectacular de los alrededores ya que se ubica en una posición elevada.

Terminada la visita caminé hasta la estación de tren (2 km que me parecieron eternos) para tener otra perspectiva. No sé si valía la pena. El tren tardó bastante en pasar y me dejó en la Plaza Puerta del Sol. Lo más curioso fue el baño de la estación que por fuera parece un ascensor y se abre con una moneda. Me hubiera gustado comer algo pero esperé a llegar a Madrid para no perder el tren ya que luego tenía un tour nocturno. Ya en el centro, compré un sandwich de pollo braseado con cebolla caramelizada y una empanada de bonito en La Mallorquina. Muy rico todo.

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Hay más para hacer en El Escorial ya que como la corte siguió a Felipe II hay muchos edificios históricos alrededor de la Casa Real. Yo solo vi las fachadas. De todo lo que me pareció más interesante es el Real Coliseo Carlos III (el teatro cubierto más antiguo de España), la Silla de Felipe II (una roca con un mirador al Monasterio) y el tren histórico de Felipe II (que no funcionaba en enero). Además a 8 km se encuentra el Valle de los Caídos. De todo esto lo que me quedé con más ganas de conocer fue el mirador en el bosque de La Herrería. Pero con un día tan espantoso no estaba para caminar 3 km bajo la lluvia (más la vuelta). Igual los alrededores de San Lorenzo están llenos de restaurantes y, por la época, había muchos pesebres. La zona es muy linda.

Como dije, a las 19:30h tenía un tour a la gorra por el centro de Madrid. Era un tour de fantasmas y leyendas que había reservado por Civitatis así que la lluvia le dio ambiente. Recomendado si quieren conocer Madrid, pero con otra mirada. Más allá de lo simpático de las puertas del Ratón Pérez (distribuidas por la ciudad), la guía contó varias historias terroríficas. La leyenda no necesariamente coincide con lo que luego investigué, pero los mejores relatos fueron los de la momia de Conchita Velasco, el número 3 de la calle Antonio Grilo que esconde los crímenes que inspiraron la película «Malasaña 32», la famosa Raimundita de las psicofonías del Palacio de Linares que me traumaron en la adolescencia cuando las escuché, las cuevas de Sandó donde ahora venden cócteles pero antes operaba la inquisición y el ahora estacionamiento de la plaza Santo Domingo, antes iglesia, donde fuera enterrada viva la «endemoniada».

Mi última noche en Madrid terminó frente a la fuente de Cibeles con los edificios iluminados hablando de fantasmas. Al otro día recorrí un poco por los alrededores del alojamiento (¡salió el sol!) y luego me fui temprano al aeropuerto para tomar el vuelo a Roma. Iba a comenzar la verdadera aventura.

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DATOS:

  • El hostal Delfina sólo acepta efectivo.
  • Fui al aeropuerto con Minibus Ezeiza: Defensa 419.
  • Tanto el pasaje en bus como el tren a El Escorial cuestan menos de €5.
  • El Jardín de los Frailes tiene entrada gratuita.
  • Para otros datos sobre Madrid, pueden visitar mis entradas previas: 2019, 2018 y 2016.
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