La situación de muchos niños en Cataluña perseguidos y acosados por los nacionalistas es tan grave que sus padres, guardias civiles con empleo allí, han pedido que los proteja la UNICEF, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
La carta de la Asociación Pro Guardia Civil (APROGC) avergüenza al Gobierno por no defender a los hijos de sus funcionarios, y señala que los acosos y humillaciones que sufren en toda Cataluña recuerdan “el régimen nazi en Alemania y la guerra de los Balcanes”.
Denuncian su sufrimiento al ver a sus hijos acorralados por el odio y el fanatismo de algunos maestros que le contagian esos sentimientos a sus compañeros, aunque no todos los siguen, a una parte de la sociedad que se adhiere, y a los medios informativos como TV3, que los jalean.
Los separatistas justifican esta persecución porque sus padres actuaron tratando de impedir el referéndum ilegal del 1 de octubre para suplir la inacción de los Mossos d’Esquadra, que no acataron las órdenes judiciales.
Pero esos niños son sólo la punta del iceberg del creciente acoso moral, a veces físico, del separatismo sobre quienes se sienten españoles, y no sólo catalanes.
La referencia a los Balcanes es escalofriante, pues miles de guardias civiles estuvieron allí mediando para la ONU y viviendo entre 1991 y 2001 las masacres sufridas por las poblaciones durante las siete guerras que provocaron la disolución de Yugoslavia.
Unas conflagraciones iniciadas por separatistas que explotaban las diferencias regionales, culturales y religiosas, y que recuerdan al desencuentro que están creando ahora los independentistas catalanes.
Los guardias civiles participaron durante 23 años en la pacificación, hasta 2015, y testificaron cómo, con la destrucción del país, los nacionalismos produjeron 141.000 muertos y 4,2 millones de refugiados.
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SALAS