Dicen que el mérito de Zara fue democratizar la moda.
Lo cierto es que como eufemismo, no está nada mal, teniendo en cuenta que su funcionamiento y su éxito se basan en la copia. Bueno, obviamente, no sólo en la copia, sino también en otras cosas, como la optimización absoluta de la producción (aunque sea pasando por encima de sus proveedores o deslocalizando gran parte de la producción a países del tercer mundo con dudoso respeto por los derechos humanos). Pero la copia forma parte intríseca de su modelo de negocio (los famosos cool hunters de Inditex, en lugar de perder su tiempo paseando por la calle Fuencarral, lo utilizan en fotografiar los escaparates de Milán); y no cabe duda de que, prescindiendo del diseño propio, se reduce notablemente el riesgo del negocio (vamos a lo seguro) además de todos los costes asociados al mismo.
De la misma forma, posiblemente deberíamos decir que el mérito de China está siendo democratizar todas las marcas de lujo del mundo. Y es que gracias a ellos, cualquiera puede llevar un bolso Luis Vuitton, una cartera Loewe o un reloj Tag Heuer, lo que, de otra forma, sería absolutamente impensable para prácticamente nadie.
Es cierto que estoy obviando la diferencia entre copia y falsificación. Mientras que Zara se "inspira" en los diseños de otros para lanzar líneas de ropa con su propia marca (lo de "inspirarse" entiéndase como una ironía), los chinos directamente venden productos exactamente iguales al original (hasta en la marca). ¿Es esto menos lícito? Bueno, desde mi punto de vista de consumidor, mientras sepas en todo momento lo que estás comprando, la situación es similar (impuestos aparte); claro que quien piense que puede comprar un Tag Heuer de 6000 euros por 60, y que es auténtico, es que se merece lo que le pase (timo de la estampita, se llamaba antes).
Por otro lado, hay una reflexión que deberíamos hacernos, y es si el bolso falsificado que compro en el mercadillo, o el reloj que compro en Chinatown no tienen una relación calidad - precio infinitamente mejor que los originales. Salvando el tema del diseño (que en ambos casos es exactamente el mismo), las calidades, acabados, materiales, etc son, evidentemente, diferentes pero... ¿acaso tan diferentes? Si el reloj que le compro al chino me dura cinco años, ¿me va a durar el original quinientos años? En un mundo empresarial, además, donde los recortes de gastos son cada vez más el punto clave, ¿no será cada día más estrecha la separación real entre original y copia? Reconozco que a veces he llevado, de la misma marca de ropa, prendas auténticas y otras falsificadas... y la verdad es que no he visto la diferencia en la calidad.
Parece claro que el factor determinante es, simplemente, el diseño. Entonces, ¿por qué, en lugar de quejarse, no se buscan soluciones para que los diseñadores participen de los beneficios obtenidos por las falsificaciones? Parecería lógico que esos falsificadores masivos compartieran con ellos una parte de sus, sin duda, pingües beneficios.O tal vez esos diseñadores deberían darse cuenta de que ya no son capaces de mantener la exclusividad absoluta que pretenden fijando esos precios, y buscar otras estrategias de comercialización.
Y es que posiblemente en China estas empresas de falsificación estén tan bien (o tan mal, según por quién) consideradas como aquí lo está Zara, aunque no se les vea tanto.