Revista Opinión

Debate: El conflicto de Ucrania

Publicado el 24 febrero 2015 por Polikracia @polikracia

Fidel Oliván Navarro

¿Qué esta en juego en el Orden Internacional en Ucrania?

En geopolítica, como en la política en general o en el análisis de un hecho concreto existen grosso modo dos maneras de analizar un acontecimiento: como un elemento aislado, independiente, absoluto y unitario o como un proceso en movimiento interconectado con otros procesos y con contradicciones internas y externas. Considerar el conflicto en Ucrania, como a menudo se considera la Segunda Guerra Mundial como producto de la maldad de una persona o de un colectivo empaña las lentes con las que observamos los fenómenos.

De todos es conocida la imagen tan característica de un mundo dividido en dos bloques durante la Guerra Fría pero son mucho menos conocidos los objetivos de la creación de la OTAN y su proliferación a partir de la caída del bloque soviético. La OTAN nació como una respuesta organizativa militar a la formación de alianzas entre países comunistas en el Este de Europa y poco a poco se extendió por todo el globo con el objetivo de acorralar a la URSS.

No obstante, una vez caído el muro y pese a que los líderes de Occidente prometieran a Gorbachov que la OTAN no se expandiría hacia Rusia tras el desmantelamiento de la URSS, a día de hoy ya no hay un solo país en Europa del Este que no tenga en su territorio bases de la OTAN (hasta hace un año, Ucrania era el único país aparte de Bielorrusia en su zona que no tenía una base de la OTAN). Muerto el enemigo de la libertad, ¿no se supone que la OTAN perdería sentido, ya que sería la ONU como gobierno mundial quien llevaría los temas de defensa? Parece ser que los tiempos de influencia de Occidente en la política rusa (con Boris Yelsin y Medvedev en menor grado) han dado paso a una estrategia de ahogamiento y acorralamiento de Rusia y Asia, estrategia claramente marcada en la Doctrina de Seguridad Nacional de EEUU (aprobada en 2012) que denota una posición mucho menos hegemónica por parte de EEUU, debido al auge de los BRICS y notablemente de Rusia y China.

En este contexto de atosigamiento, la apuesta de EEUU y de la UE en menor medida por un “cambio de Gobierno” mediante un Golpe de Estado sanguinario en el que participaron fundamentalmente grupos neo-nazis que ahora mantienen (aunque de manera muy volátil) al Gobierno de Poroshenko concuerda perfectamente con la política exterior agresiva e “ingerencionsta” llevada por EEUU durante el siglo XX (Cuba, Nicaragua, Corea, Vietnam… la lista es interminable). Ahora bien, los enemigos a los que se enfrenta son las superpotencias militar (Rusia) y económica (China) que juntas pueden plantarle cara como se ha visto a nivel internacional en Siria y Ucrania. La incuestionable hegemonía estadounidense hace tiempo que ha dado paso a un mundo multipolar.

El pensador y activista italiano Antonio Gramsci comentó, respecto al fascismo en Europa que “el viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro aparecen los monstruos”. Resulta hipócrita que las razones (valores democráticos) por las que EEUU apoya unos gobiernos u otros contradigan tanto la actividad, naturaleza y objetivos de los grupos políticos y paramilitares dominantes actualmente en Ucrania. Resulta desalentador que una vez más las oligarquías de diferentes países se pongan de acuerdo en apoyar al fascismo como opción política antes que “otra cosa que no guste” (como ocurrió en Alemania en los años 30). Pero de ese claroscuro no sólo surgen los monstruos, también surgen las huestes que pueden aniquilarlos como bien apuntó Paul Sweezy: de la Primera Guerra Mundial o de Redivisión del Tablero, sus atrocidades y sus movimientos autoritarios, surgió el primer Estado gobernado por trabajadores, de la Segunda Guerra Mundial, sus holocaustos (en plural) y sus líderes fascistas surgió todo un bloque socialista y de la Guerra Civil en Ucrania hace tiempo que las auto-defensas que no paran de cosechar triunfos militares y políticos tienen un carácter antifascista muy marcado que combate directamente al fascismo institucional y paramilitar de Kiev y los Batallones de la Muerte.

Alberto Ginel Saúl

Para esta reflexión parto de la premisa de la ilegitimidad, la flagrante ilegalidad y el peligro que implica para Europa la política rusa de intervenir militarmente sobre lo que Putin considera una suerte de “espacio vital”que vemosextendersepor encima de las fronteras de países soberanos. Este campo magnético moscovita se activa supuestamente en defensa de las comunidades “lingüística y étnicamente rusas” y con una retórica neo-imperialista que habla de la invasión de Crimea como un “retorno” a la patria.

También hay que partir de considerar la violación indisimuladade los acuerdos firmados con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial para el mantenimiento de la seguridad continental.

Así, en la Conferencia de Helsinki sobre Seguridad y Cooperación en Europa (1975) se reconocía por los firmantes el derecho de todos los países europeos a integrar, en uso de su soberanía, cualquier alianza supra estatal o a no integrar ninguna.O el Memorándum de Budapest de 1994 por el que Estados Unidos, Reino Unido y Rusia se comprometían a respetar la soberanía ucrania y su independencia territorial.

Parto de estas bases, digo, necesarias para entender quién ha puestoúltimamente patas arriba el continente europeo como parte de su política exterior (y seguramente de su afirmación interior), pero no creo que debamos quedarnos sólo ahí como hacen la mayoría de los análisis.

En estos días en los que se vuelve a hablar de Guerra Fría, de la necesidad o no de armar decididamente a Ucrania para que su gobierno pueda resistir militarmente el envite ruso(lo que trae a la memoria la lucha indirecta de las potencias por medio de actores interpuestos que caracterizó aquella etapa), no he podido evitar recordar un fragmento del que posiblemente sea el documento fundacional de la estrategia americana en la Guerra Fría: el conocido como “Telegrama Largo de George Kennan, enviado desde Moscú al gobierno estadounidense con directrices de actuación respecto a la URSS a mediados de los años cuarenta.

Este documento contiene, -además de loas la superioridad política, moral y espiritual de Occidente sobre el comunismo-, alguna reflexión interesante y rescatable como la siguiente:

At bottom of Kremlin’s neurotic view of world affairs is traditional and instinctive Russian sense of insecurity.

Me parece pertinente analizar –yendo como digo, un poco más allá- cómo, por qué y a qué costela OTANprefirió contribuir aesa sensación de inseguridad y miedo rusos (que en política exterior nunca son buenos consejeros) en detrimento de la buena y constructiva cooperación en tantos asuntos por medio de las sucesivas aplicaciones de su Tratado, cada vez más hacia el Este, cada vez más cerca de la frontera rusa… hasta llegar a Ucrania.

John Mearsheimer en ForeignAffairs (septiembre-octubre 2014) se preguntaba cómo se sentiría el gobierno de Estados Unidos si China promoviera una alianza militar a nivel internacional e hiciera todo lo posible durante años para que Canadá y México se unieran a ella… Sugerente pregunta al aire, ¿no?

Las sucesivas rondas de ampliación de la OTAN hacia el este (1999 y 2004) merecieron desde el principio la censura de Boris Yeltsin. Las advertencias rusas sobre las consecuencias de que Georgia y la Ucrania de Yushchenko se unieran a la OTAN alcanzaron su cénit durante la cumbre de Bucarest en 2008, ya con Putin en el Kremlin, cuando ambos países oficializaron su intención de adherirse al Tratado y Rusia amenazó con que, de materializarse, pasaría a considerar a Ucrania un “enemigo al alcance de sus misiles”.

George Bush apoyó entusiasta la candidatura, sabedor del portazo en las narices de Putin que supondría la atracción de Ucrania. Fueron entonces los alemanes y franceses quienes enfriaron los ánimos (utilizando, por cierto, los mejores argumentos del realismo: el equilibrio de poder entre Estados y entre potencias, la evaluación de costes en relación al beneficio a obtener, etc). Y es que como escribió Henry Kissinger, “demasiado idealismo en la política exterior” (Bush apelaba a los valores de occidente y de la libertad) “es peligroso” si inobserva la salvaguarda de los equilibrios, conduciendo a “cruzadas e impotentes esfuerzos”.

Finalmente aquella cumbre se cerró con la promesa inconcreta de que Ucrania y Georgia acabarían siendo miembros de la OTAN, pero no por el momento. Sin embargo, la tentativa terminó por emponzoñar las relaciones con Rusia, que vio años después en la marcha de Yanukovych tras el Euromaidan la pérdida definitiva de Ucrania, su caída en brazos extraños y su momento para intervenir militarmente para tratar de mantenerla en su órbita.

En resumen,¿había razones operativas y estratégicas ineludibles para tratar de llevar la Alianza hasta las puertas de Rusia (más allá del dedo en el ojo de Moscú? ¿mejoraría eso en algo la seguridad en Europa? ¿era realmente Ucrania un socio prioritario para los objetivos de la Alianza? ¿lo suficiente como para aplicarle con todas sus consecuencias el artículo 5 del Tratado de Washington?. La respuesta a estas preguntas me parece que es un “creo que no”. Sin embargo, para Rusia –con su miedo, su inseguridad y sus problemas internos no resueltos-, Ucrania es más que un asunto de política exterior: es un asunto nacional, patriótico, simbólico, en el que el Kremlin se juega mucho más de lo que parece (a tenor de los costes que parecen dispuestos a asumir en el suelo ucraniano en contraste con las dudas atlantistas).

Ahora, en el escenario más indeseable, el que indica el fracaso apriorístico –que es la guerra- hay que lamentar las oportunidades perdidas en el sentido de promover una Ucrania neutral, soberana, independiente y próspera. Ahí estaban los marcos normativos internacionales (Helsinki y Budapest) y ahí la mesa para el diálogo. Nunca se trató de Ucrania y los ucranianos, sólo de piezas sobre el tablero.

Sergio Taddei García 

¿Podrán vivir los ucranianos pro-rusos y pro-europeístas en paz?

A lo largo de la historia se ha podido observar que el ser humano tiende a formar grupos de ideologías similares que llamaremos “clanes”. Enla mayoría de las situaciones losdiferentes “clanes” pueden convivir pacíficamente en un mismo lugar, sin embargo también han existido un considerable número de caso en los que as diferentes ideologías han llevado a la realización de actos violentos entre los miembros de los diferentes grupos.

Los enfrentamientos suelen desarrollarse en un área o en una zona específica ya sea un barrio, una ciudad etc…no obstante algunas veces los conflictos pasan a tener una entidad mayor e incluso llegar a ser un peligro nacional ya que, como hemos visto en los libros, en muchos casos los desacuerdos y la falta de comunicación han derivado en Guerra Civil.

Guerra civil es la denominación usada para cualquier enfrentamiento bélico donde los participantes están generalmente formados por dos ejes políticos contrarios. Su característica más común es que el conflicto armado se desarrolla en un mismo país, enfrentando entre sí a personas de un mismo lugar (ciudad, pueblo o comunidad) que defienden, usualmente, dos ideologías o intereses distintos.

Para poder responder a la pregunta inicial me gustaría coger como ejemplo la Guerra Civil americana (1861-1865)que fue un conflicto bélico entre la Unión (los soldados del norte) y los estados Confederados (los soldados del Sur).Según los hechos históricos, la principal reivindicación de los ciudadanos de la Unión era la abolición de la esclavitud existente en los estados Confederados, sin embargo algunos expertos coinciden que en realidad se trataba de una lucha entre dos tipos de economías totalmente distintas: una industrial-abolicionista (Norte) y otra agraria-esclavista (Sur).

Los estados sureños declararon que no peleaban sólo por la esclavitud ya que después de todo, la mayoría de los soldados Confederados eran demasiado pobres para poseer esclavos. El Sur estaba empeñado en una guerra de independencia que les mantuviera alejados del Norte. Los confederados generalmente tuvieron la ventaja de pelear en su propio territorio. Tenían soldados muy bien entregados a la causa, pero eran mucho menores en número y en equipamiento militar que las fuerzas de la Unión del Norte.

Al finalizar la guerra con la victoria de la Unión, algunos de los integrantes fueron perseguidos como forajidos por las tropelías cometidas durante la contienda. Es cierto que la esclavitud se abolió como resultado de la victoria, no obstante los afroamericanos no pudieron ejercer el derecho a votar hasta 1965. Hoy en día la relación entre los estados del norte y los del sur es pacifica aun así los del norte siguen considerándose más modernos y más liberales que los del sur, a los que acusan de conservadores y “primitivos”.

Los afroamericanos hoy en día tienen teóricamente los mismos derechos que cualquier otro ciudadano estadounidense, sin embargo en muchos lugares siguen sin ser bienvenidos y existen todavía muchos prejuicios contra ellos.

Antes de finalizar me gustaría recordar que mi intención no es la de ofender a nadie que se siente identificado con el tema. Mi propósito era el de responder una pregunta basándome en una similaridad histórica.

He llegado a la conclusión de que está en la naturaleza del ser humano pelear por algo que considera mejor y que esto muchas veces lleva a conflictos. Creo que el conflicto ucraniano es más emocional que económico por lo que creo que una convivencia pacífica posterior a priori será complicada, pero al mismo tiempo deseo que en un futuro se pueda resolver positivamente cómo el ejemplo de la reunificación de Alemania. Las jóvenes generaciones deben de ser las que consigan salvar sus diferencias y así poder traer fuerza y esperanza.


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