Revista Opinión

Debates del personalismo VII Contestación Carlos Massías

Publicado el 25 septiembre 2010 por Lautarojc
Mala jugada me hace Javier al convertir mi comentario al paso en un post, porque acentúa la responsabilidad sobre mis palabras y su claridad. Pero, ¿qué podría agregar? En líneas generales, Juan Carlos ha entendido mi punto de vista; pero no lo comparte. ¿Qué puedo hacer? Considero que mi punto de vista es verdadero; pero la verdad se propone, no se impone. Podemos pasarnos cien mil comentarios en los que cada uno intenta aclarar mejor su punto de vista, sin que al final puede mover ni una pizca el punto de vista del otro. Antes bien, terminaríamos como Edith Stein, reconociendo que somos lectores atentos de la postura del otro; pero que no podemos hacer tabula rasa de la senda filosófica que cada uno ha escogido, la raíz de la cual se nutre. Con todo hay una razón que valida el diálogo, y es que si bien puede que al final no se muevan las inteligencias, se pueden mover las personas para comprenderse unas a otras.
Comencemos por la aporía que señalo. Juan Carlos dice que no es tal porque, afirma, la persona es y se hace. Ciertamente, si dirigimos nuestra atención a la realidad vemos que Juan a lo largo de su vida cambia tanto a nivel biológico, psicológico, anímico, y sin embargo sigue siendo Juan. No se puede negar que Juan cambia; pero tampoco se puede negar que Juan permanece en medio del cambio, esa es la realidad (a este problema refiere san Agustín en las primeras páginas de las confesiones). Le toca a la filosofía intentar dar una explicación suficiente de ese aspecto de la realidad. Afirmar, como lo hace Juan Carlos, que la persona es y se hace, es un intento de describir la realidad; pero no de explicarla, y repetirla varias veces no la convierte en explicación. Y no solamente la afirmación de que la persona es y se hace no explica nada, sino que sucumbe a la perplejidad cognoscitiva. ¿En qué se nota la perplejidad? En que se resuelve la antinomia en una macla contradictoria. ¿Qué consecuencias trae esto? Que como lo realidad es no contradictoria, si lo pensado es una macla contradictoria, lo pensado no es pensamiento de lo real, sino puro pensamiento. Nos hemos desconectado de la realidad, y nuestro pensamiento intenta autofundarse. Nótese por ejemplo la afirmación “somos personas desde un primer instante, pero personas que deben pasar por un proceso de personalización”, ¿Si somos personas por qué debemos pasar por un proceso para hacernos personas? Esta afirmación es producto de la perplejidad, es la reaparición en términos personalistas de la causa sui de Spinoza (en Spinoza la causa sui aparece porque macla el orden de las ideas y el orden de las cosas). Como la persona es causa sui lo trascendente no es imprescindible para el proceso de personalización. Si la trascendencia “no es imprescindible para la personalización”; pero los valores si son necesarios para personalizarse, ergo, los valores no son del ámbito de lo trascendente, ¿son los valores inmanentes? Todo parece indicar que sí, dado que el ámbito de la trascendencia se ha tornado prescindible. Detrás de todo esto palpita un intento de colocar la ética por encima de la metafísica, lo que supone una postura voluntarista.
¿Cómo superamos la macla? Siendo fieles a la persona. Muchas veces los personalistas no se toman en serio lo que dicen; dicen que la persona es única e irrepetible, y a continuación llenan a la persona de notas que son comunes a todos los seres humanos, y que no tienen nada de únicos e irrepetibles: inteligencia, voluntad, afectividad, corporeidad, caracter sexuado… nada de esto tiene el carácter de ser único e irrepetible, al grado que se pueden establecer tipologías de inteligencias, de voluntad, sexuales, de carácter. Todo aquello que tenemos en común los seres humanos pertenece al ámbito de la naturaleza, que es algo distinto de la persona. (Esta distinción entre persona y naturaleza es algo que está estrechamente vinculado al origen del término de persona. En la patrística creo que se la debemos al Damasceno, y se ha aplicado para referir que Dios tiene una naturaleza pero es tres personas; o que Cristo es una persona pero tiene 2 naturalezas: humana y divina; durante la edad media se mantiene a nivel teológico aunque al expresarla en el lenguaje filosófico escolástico pierde su radicalidad. La modernidad la olvida. Se puede encontrar algo de esto en autores como Scheler, Guardini, Leonardo Polo; Marcel la barrunta en algunos textos, pero no logra tematizarla por insuficiencia metódica. Muchos autores contemporáneos han optado por una visión holística de la persona). La persona es acto, es el acto de ser que cada quien es. Somos seres humanos porque tenemos una dotación común, que podemos llamar naturaleza; pero a la vez somos personas distintas una de otra. La persona es acto de ser; pero no hay que considerar el acto de ser como algo estático, eso sería confundirlo con un objeto pensado.
El acto de ser es activo; pero esa actividad no pude ser contradictoria; porque significaría recaer en la macla. La actividad del ser no comporta cambio. Identificar actividad y cambio, es un límite que introduce el conocimiento objetivo; el cual al intentar entender la actividad mediante un objeto estático, introduce una serie de objetos para suponer la actividad, con lo cual la actividad deviene en proceso, en cambio. La actividad del ser es persistir en su existencia, es no cesar de ser.
En el caso del ser personal, su actividad no se puede agotar en persistir. La persona es además del ser del universo; por eso lo propio de la persona es coexistir. Coexistir no es existir de modo yuxtapuesto, como la mónadas; sino es apertura hacia el ser. La persona se abre hacia dentro, tiene intimidad. La persona se abre hacia afuera, hacia el ser del universo y hacia otro ser personal; la persona se abre hacia su propia naturaleza y dispone de ella. Respecto a esto último, tiene razón Juan Carlos cuando detecta que lo propio de la persona es personalizar; pero no lleva razón cuando lo interpreta como personalizarse. Lo que la persona personaliza es su naturaleza, la hace crecer, la asume personalmente, constituye entonces su personalidad (yo). El crecimiento de la esencia humana es primariamente ético.
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Una última cosa ya no sobre la persona sino sobre la filosofía. Dice casi al final Juan Carlos: “aprendió de (..) Landsberg, su “maestro” en entender qué era eso del compromiso, alguien extraordinariamente riguroso que también entendía de las urgencias, que prefirió la inestabilidad al quietismo.” Lo contrario de inestabilidad es estabilidad, y lo contrario de quietismo podría ser dinamismo. No son conceptos contrarios, una bicicleta es estable en movimiento e inestable cuando está quieta. Si alguien apremiado por las urgencias del compromiso se creyó obligado a tener que elegir entre la inestabilidad y el quietismo; se vió enfrentado a un dilema falso. Si algún día me veo en la situación de estar en un quirófano por alguna dolencia grave, urgente; quiera Dios que me atienda un cirujano comprometido con curarme, activo, dinámico, y no aletargado, quietista; pero por nada del mundo deseo que sea una persona inestable ni emocional, ni intelectualmente, y mucho menos en el pulso.
N.B: No soy filósofo, soy profesor de filosofía, que es distinto y no es falsa modestia. Llo que he escrito se nutre de mis lecturas, sobre todo de Leonardo Polo, San Agustín, Tomás de Aquino y los personalistas; pero no me atrevo a decir que es así como piensan porque sabrá Dios hasta qué punto los he etendido o malentendido.

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