Debates eternos

Sigamos debatiendo. Ya está.

Podría empezar y terminar así esta entrada. Sin más. Porque hoy todo está sometido a un debate eterno, algo que creo no tiene otra intención que la de dar vueltas para poner un velo sobre una realidad que no hemos sabido afrontar desde hace mucho tiempo, ni como sociedad ni como individuos.

Sé que esta descripción es demasiado absoluta, sobre todo porque soy una persona que cree en el diálogo y en el consenso que pueda derivar de él, en el punto medio y en el avance conjunto, pero llevo tiempo con una sensación extraña de desconcierto derivado del debate improductivo.

Hemos relegado el análisis crítico para perdernos en la palabra por la palabra y, quizás, por eso hay cuestiones que me parecen cada vez más irresolubles. Esta pandemia no solo no es una excepción, sino que eleva esta realidad al cubo.

Mientras tanto, entre debate y debate, la responsabilidad individual se borra y nos entregamos a los nuevos santuarios: bares, lugares de ocio nocturno y fútbol, que parece que es lo único que nos importa. Todos hemos visto imágenes que ponen los pelos de punta, que muestran la imprudencia de quienes creen más en la culpa que en la responsabilidad porque la primera es más fácil situarla en el otro.

Sigamos debatiendo sin análisis crítico, continuemos flotando en la superficie, alimentemos todo eso que no nos lleva a ser mejores sino a considerar que los demás son peores. Así, nunca podremos abordar con cordura y solvencia los vaivenes de la realidad.

Yo continúo con la esperanza de que nos demos cuenta de que es necesario que nuestra actitud no se circunscriba a la primera frase de esta entrada.