"Se acercó a mí lentamente, como si saboreara cada centímetro de distancia que hacía desaparecer con cada paso. Levantó una mano y sentí sus suaves y cálidos dedos recorrer mi mejilla con una caricia aún más cálida y suave. Mis ojos se cerraron sin que yo lo deseara, y mi corazón amenazaba con salir del pecho. Me tomó la barbilla y, tras una pausa demasiado breve como para nombrarla como tal, me besó, y sus labios me hicieron sentir las estrellas. Ahora puedo decir que él es la noche más hermosa que he presenciado nunca."
Releo una vez más aquel trozo de papel cuadriculado. Iban me lo había prestado la semana anterior al final del taller de escritura creativa y hoy, a las cuatro y media, hemos quedado para ir al "Agujero Hobbit", la lonja de un viejo bar que había cerrado hacía mucho. Lo de hobbit no viene precisamente por ser redondo, monísimo y acogedor, sino más bien porque es tan pequeño que, cuando somos más de siete, tenemos que sacar las mesas a la calle.
Hacía sólo tres semanas que empezamos a reunirnos allí para hablar de libros hemos leído, comentar nuestros últimos escritos... Se las ingenió para convencer a tres personas más que se unieran, siendo una de ellas el dueño de la lonja. Me encanta ir allí todos los domingos a la tarde. Es la única vez que siento que estoy donde debo estar, que siento que encajo en un lugar...
Sobre las diez menos diez, una voz conocida me saca de mi ensimismamiento. - ¡Vaya día! He tenido que quedarme en la tienda para decorarla con motivos de San Valentín. Agghhhh... Qué empalagoso todo. Si veo algún corazón más, me cargo a alguien.
- ¿Decoráis de San Valentín las tiendas de maletas? -Le pregunto mientras comenzamos a caminar hacia el Agujero Hobbit.
- Te sorprenderías la de personas que quieren viajar a París o a Roma por esas fechas. Encima cae fin de semana, lo que significa que se venderán más maletas, lo que a su vez significa que tendré que aguantar toda esa cursilería gratuita toda la semana entera.
- Sinceramente, después de haber leído esto -digo levantando la hoja de cuaderno antes de devolvérselo, la verdad es que me ha encantado- me sorprende que no te guste San Valentín.
- No. No es que no me guste San Valentín, es que no me gusta el 14 de febrero.
Bajo mi mirada al suelo, confusa, pero no me atrevo a preguntar nada. No hace falta. De nuevo me lee como si mi cara fuera un cartel con luces.
- Verás: la gente se enamora y tienen pareja, su amor el recíproco y todo es felicidad. Algunos casos son más empalagosos que otros, y hay a quienes les cuesta expresar sus sentimientos, pero se aman y entre ellos tienen pequeños gestos de amor. Hasta ahí todo bien. Pero un día concreto al año hasta las parejas más frías se regalan rosas y bombones, o van van al cine a ver alguna película romanticona cutre para llenarse la mente de corazoncitos y cupiditos. Y éso es lo que no me gusta.
- ¿Los corazoncitos y los cupiditos, o las pelis romanticonas cutres? - le vacilo entre risas. Siempre me ha parecido curioso lo muy expresivo que se pone cuando se entusiasma con su opinión, ya sea algo serio o superfluo.
- No, boba. Lo que no entiendo es que la gente quiera hacer todas esas cosas el 14 de febrero. No es posible que a la mitad de la población mundial le dé un repentino subidón amoroso un mismo día marcado en el calendario.
- Entiendo lo que me quieres decir, pero también entiendo que haya gente a la que le parezca bonito que haya un día dedicado al amor. Como el día de la madre o el día mundial del alzheimer. Para ellos significa que se le da importancia al amor, como ellos mismos. Digamos que es el día de hacer un brindis por la felicidad compartida.
Normalmente, en otras circunstancias y con las personas que me suelen rodear en el día a día, no soy Laia "la amante de la poesía y de la profundidad en las oraciones", sino Laia, "la sosa que nunca tiene nada que aportar, la que nunca opina ni expresa inquietud ninguna." Laia "la gris". Pero con Iban siempre es diferente. Con Iban, y con los compañeros del Agujero Hobbit, puedo ser yo misma.
- Yo también le doy importancia al amor, -comenta Iban- de hecho creo que el amor es el alimento de los sueños. Lo que realmente quiero decir es que, si estás enamorado, si realmente estás enamorado, brindarías por el amor todos los días. Querrías hacerle saber al motivo de tu felicidad compartida lo mucho que le quieres cada día. Y sin rosas ni bombones. Todos los días querrías celebrar que estás enamorada mediante pequeños gestos, como un buen desayuno a la cama cualquier mañana de invierno o una buena mañana de invierno en la cama antes de cualquier desayuno. Hay muchas formas de demostrar amor, y para mí las más valiosas, son las más cotidianas.- Sentencia.
- Como que te venga a buscar después de clase por sorpresa... - fantaseo.- O que te deje a ti el último regaliz.
-Exacto. Bueno, y dicho esto, espero que no tenga que volver a soltar mi discurso otra vez esta tarde. Uff... Es que lo estoy viendo. Fijo que todo el mundo ha traído una redacción empalagosa de esas...
- Nop. Yo no. Y perdona que te diga pero, aunque sea genial, tu relato de hoy tampoco es que se trate de zombies...- Sonrío maliciosamente.
- ¿Cómo se titula tu relato?- Me mira curioso.
- Malditos fantasmas.
- Bien. Creo que podremos salvarnos después de todo.