Proviene de padres separados y busca un imposible equilibrio estando un rato con cada uno de ellos. La tranquilidad no le dura mucho y la inestabilidad vuelve a tomar el mando de su turbada existencia. Su débil carácter lo traiciona y lo tiene sumido en un rincón de su casa como cachorro asustado que no encuentra por ningún lado a su adorada madre. Los negros espíritus no pierden su oportunidad y se acercan sigilosamente cada día más él, arrinconándolo poco a poco como hace el hambriento león a su indefensa presa. La vida no le llama ni la más mínima atención y las voces de ultratumba le insinúan "buenas cosas" al otro lado de la puerta. Ellos le prometen la anhelada tranquilidad que anda buscando de día y de noche y que no lo logra encontrar por ningún lado. La soledad es su peor enemiga y prefiere no dormir porque se siente torturado por las aterradoras voces que escucha y que no lo dejan en ningún momento en paz. Las pastillas que toma no le hacen ningún efecto y cada vez quiere más y más para tratar de sofocar su incontenible pena que le quema por dentro y por fuera. Un día el escurridizo control se le escapa de sus temblorosas manos e ingresa rápidamente a la concurrida estación de tren llevando en su rostro una mirada perdida, una mirada de decepción, una mirada de abandono. La gente va y viene por los grandes pasadizos de la estación y cada uno arrastra, a su manera, como pesadas cadenas sus diversos problemas de cada día. Nuestro desdichado amigo divisa el tren a la distancia, se separa del grupo sin llamar la atención y en un segundo, decide arrojarse sobre los fríos rieles sin una pizca de arrepentimiento. Su muerte es instantánea. La tranquilidad prometida por los oscuros espíritus no asoma por ningún lado y sólo empieza a revivir una y otra vez su fatal decisión, como si fuera una película repetida donde él es su único protagonista y espectador a la vez. Y su profundo mal, antes de disminuir, empeora mucho más de lo imaginado. La mayoría de gente indiferente que está muy cerca del lugar, le preocupa más llegar temprano a su trabajo, que el muertito tirado sobre los ahora calientes rieles de la convulsionada estación. Hasta una damisela se atrevió a decir con todo el descaro del mundo: "Mejor se hubiera suicidado en la noche, para que no malogre el día a los demás". ¡Qué lisura, a esta mujercita se le cayó el corazón y se lo comió un solitario chacal que pasaba ocasionalmente por allí! ¡Ubícate mamita"
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