Debo dejar de perseguir alas de
mariposa.
Esos colores tan vívidos…
Ese aleteo tan dulce…
Esa cadencia, herencia de su
sonrisa,
que mi alma sonroja.
Debo dejar de sufrir por su
ausencia.
Por el correr de las horas sin
saber de la espera.
Por su falta de noticias. ¡Puñetas!
¡Albricias!
La libertad y la necesidad de no
estar.
Aunque siempre está sin
mostrarse, es su esencia.
Debo sonreír con la ilusión
inmaculada.
Aun cuando no está, su fuerza me
despierta…
Perseguir un sueño en medio de
la helada,
cálido corazón que descongela mi
vida.
Debo permanecer presto a su
llegada.
Desvelo de una lejana primavera…
Sirena flamenca, Anjana de la estepa.
Bailaora de momentos, viajera de
la noche cubierta.
Debo dejar por mí bien, la
Guardia del Día.
La Guardia de la Luz que alimenta
mi espíritu.
Por cuanto más intensa, más me
ciega
y menos me permite ver la senda
del río por el que fluye mi
historia.
No le debo nada a nadie.
Debo ser osado y permitirme
amarla.
No busco las lágrimas, ni la
actitud cobarde.
Sólo ser un árbol en mitad de la
batalla.
Y que mis raíces sino sanan…
Sirvan para alimentar a alguien.
Las estrellas en mi deambular
como a las piedras me acompañan
Y la tierra es el cielo, con el
polvo del camino
que brilla y centellea como una
guadaña.
Son mis botas el centeno que medra
la semilla de la que brota tu
calma.
Un rostro curtido y ajado por el
clima
te observa con húmeda paciencia.
Eres la niebla por la que suspiran
los poros que se cierran en esta
letanía.
Saetas
fugaces que cantan deseos de victoria
Mieles salvajes
de miles de sabores
aguardan
en la alacena del presente todavía.
Eres mi
Judith y yo tu Holofernes,
condenados
a un ajedrez de seducción
donde
las vías del tren nacen y mueren.
Reinas negras
y blancas como en la religión,
en los
ejércitos y en los políticos,
para
mentir todos tenemos color.
Yo sólo soy tu salvación y tú mi muerte.
Chema García