Ante el 11 de septiembre, la Diada catalana, que han convertido los nacionalistas en una fiesta independentista, muchos españoles quieren que don Artur Mas les conteste a dos preguntas cuya respuesta quizás explique la decadencia económica de su región, antes la primerísima de España.
Con estos juegos que recuerdan demasiado el inicio del desmembramiento de países como Yugoslavia, ya nadie invierte un céntimo en ese territorio, mientras numerosas empresas huyen a otros lugares, en especial a Madrid.
Primero debemos recordar algo obvio que disimulan los nacionalistas: la Diada no conmemora una guerra de secesión, o separación de España, sino de sucesión entre dos casas reales, Austrias y Borbones.
Ganaron los Borbón, y por aquí siguen: aunque perdieron el poder varias veces, siempre vuelven porque alguien los reinstaura.
Seguirán con Felipe VI, hoy Príncipe de Asturias, lo empezado con Felipe V, cuyo escudo en el Parlamento catalán acaban de tapar con uno menos histórico, el de Maciá, de 1932.
Pero, vayamos a las preguntas, don Artur Mas: ¿Cree usted que influyeron o no el nacionalismo catalán y sus campañas crecientes por la independencia en la decisión de que los 17.000 millones de euros de Eurovegas se vayan a Madrid?
¿Cree usted que invertirían hoy en Cataluña con este nacionalismo secesionista, o que preferirían otra parte menos insegura de España sus principales multinacionales alimentarias, farmacéuticas, tecnológicas o de automóviles, sobre todo, SEAT, que significa Sociedad Española de Automóviles de Turismo?
Recuerde que esas compañías se instalaban en Cataluña para abastecer España, entonces un mercado cautivo del proteccionismo a la industria catalana.
En el caso de SEAT, Franco usó su dictadura a través del Instituto Nacional de Industria (INI) para imponer que se montara en Barcelona, como hizo con otras empresas allí y en el País Vasco, dejando el resto de España como un erial.
Si fuera nuevamente una inversión sin retorno, al contrario que Bankia que deberá devolver todo anticipo, habría ahora tales protestas contra la soberbia nacionalista que ni Franco se atrevería a poner el dinero.
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SALAS