Revista Libros
Giovanni Boccaccio.Decamerón.Introducción de Vittore Branca.Traducción de Juan G. de Luances.Debolsillo. Barcelona, 2013.
El 16 de junio de este año se cumplirá el séptimo centenario del nacimiento de Giovanni Boccaccio. Y para celebrarlo, Debolsillo publica una espléndida edición en tapa dura del Decamerón con un amplio estudio introductorio de Vittore Branca, que nació hace ahora un siglo, descubrió el manuscrito del Decamerón en 1962 y es sin duda el mejor experto en Boccaccio, el responsable de la edición canónica de sus obras completas, entre ellas dos tomos dedicados al Decamerón, y del volumen Boccaccio y su época, que publicó aquí El libro de bolsillo de Alianza editorial.
Boccaccio medieval se titula significativamente ese estudio que habla de un autor que mira en este libro más al pasado que al futuro y escribe su obra en la clave mercantil de la burguesía bajomedieval a la que se dirige, lo que explica por ejemplo que sus protagonistas sean mercaderes.
Porque, desmintiendo otras opiniones, Branca niega que el Decamerón, que sigue modelos medievales, no clásicos, fuera una avanzadilla del Renacimiento y ve en su mirada la nostalgia de un pasado anterior a la nueva moral burguesa que se está extendiendo por Europa en el siglo XIV.
Cien cuentos, diez días, siete muchachas y tres muchachos que huyen de la peste de Florencia y se refugian en el campo y en los relatos como estrategias de supervivencia.
Como Sherezade en Las mil y una noches, en el Decamerón los personajes se evaden de la muerte y tienen que narrar para sobrevivir, de manera que el relato equivale a la vida. Lo explicó Todorov en su memorable Gramática del Decamerón, con el que abrió el camino de la narratología.
Es la alegría de vivir y la celebración de un relato exento de lastres morales a través de diez narradores fogosos y desenfadados para narrar para narrar historias de amantes ingeniosos y de maridos cornudos, de conventos y hortelanos, de monjas recoletas y frailes procaces, de amores no correspondidos como los de Nastagio degli Onesti, que pintó Boticelli.
Aquellos narradores, como los demás personajes, salían del territorio de la muerte y de un oscuro tiempo de tinieblas y defendían la alegría de vivir y de contar en la perspectiva histórica del otoño de la Edad Media.
Destinada no a un lector selecto, sino a un público amplio de la pujante burguesía de las ciudades italianas, su materia “vasta y compleja”, en palabras de Branca, construye una obra gótica de arquitectura ascendente, un libro unitario no sólo por la creación de un marco narrativo que lo articula, sino por la existencia de un plan general que supedita las distintas secuencias al conjunto.
Y así, de la primera jornada a la décima, los relatos describen un itinerario que se remonta desde la sátira de los vicios al elogio de la virtud en una comedia humana que muestra a la Fortuna, el Amor y el Ingenio como los tres motores de un mundo bifronte en el que conviven lo cómico y lo trágico, lo refinado y lo grosero, lo heroico y lo despreciable conviven en estos relatos en una mezcla muy característica de la última Edad Media.
Santos Domínguez