A veces, muchas, nos decepcionamos. Con personas, con situaciones, con la combinación de ambas... Hay quien dice que si te decepcionas es porque "esperabas". Porque esperabas idéntico trato, misma actitud y/o gratitud, esperabas algo mejor. Yo no tengo esa teoría. Cuando siento decepción es simplemente porque me he entregado tanto que me entristece ver que "no ha servido para nada". Si lo entrecomillo es porque, tras el primer bajón, mi mente desbanca a mi corazón y razona bien alto y claro: toda relación conlleva un aprendizaje sea cual sea su recorrido, toda situación conlleva una enseñanza sea cual sea el resultado, toda decepción conlleva una reafirmación sobre cómo somos y cómo son quienes nos rodean. Y, en realidad y a pesar de todo, la decepción, aunque duela, es positiva. O eso quiero pensar.
Me considero una persona alegre y con un alto nivel de aceptación de las circunstancias, aunque me revele en silencio y luche contra lo que no comparta. Soy una persona que se entrega al 200% y se deja la piel, el alma y un trocito de ser en cada proyecto, trabajo, ilusión o persona que se cruza en mi camino. Quizás es por eso que me llevo bastantes bofetadas y me quedo en muchas ocasiones con cara de panoli mirando para Portugal. Y como cada vez que me pasa, le insisto a R: no, no es porque esperara nada en concreto, es porque no entiendo el giro que han dado las cosas.
Con las amistades duele, porque un alejamiento, ya sea repentino ya sea a pasitos, siempre te deja tocado, pero bien es cierto que siempre viene el tiempo a colocar a cada cual en su lugar y antes o después entiendes que, en realidad, esa amiga no tenía tanto en común contigo o no compartía contigo tanto como creías, pero las circunstancias y una serie de ingredientes mágicos te (os) hicieron creer que así era. Choca, pero en el fondo está bien que así sea, porque de esta manera, además de darnos cuenta a tiempo y dejar de ser el bufón de la corte mientras hemos creído ser el consejero real, cumplimos con el famoso dicho: "¿Amigos de verdad? Los cuento con los dedos de una mano". Ironías a parte, en cuanto a decepciones humanas, cuanto antes mejor.
Si pasamos a decepciones "circunstanciales" porque van según situaciones y vivencias, idem eadem idem. Ponemos toda nuestra esperanza en algo y cuando parece que estamos a punto de rozar el cielo... ¡Zas! El de delante se lleva el último trozo. El bofetón, así de buenas a primeras, es bonico, pero sin querer llegar a ser conformista y punto, entiendes que no era ni tu momento ni tu lugar, al menos no ahora.
Según la RAE:
decepción.
(Del lat. deceptĭo, -ōnis).
1. f. Pesar causado por un desengaño.
2. f. engaño (‖ falta de verdad).
(Real Academia Española © Todos los derechos reservado)
Así que la RAE me da la razón. La decepción no viene cuando esperas algo (a cambio). La decepción va acompañada, al menos cuando hablamos de relaciones humanas, de una falta de verdad, de unas medias tintas que se habían escondido, de una máscara veneciana... Y es por eso que duele y entristece tanto. Al margen de que desenmascarar esa mentira te lleve a la verdad absoluta y te recuerde que el concepto de amistad no es igual para todos, ya que cada uno ve y entiende el mundo a su manera, y tú, desde que te has hecho mayor, o madre, estás de un profundo que no te aguantas.
Así que aquí os dejo mi conclusión:
DECEPCIÓN = APRENDIZAJE + REAFIRMACIÓN c.q.d (como queríamos demostrar)
CON M DE MAMÁ y D de DECEPCIONES