Los efectos de las decepciones son irreversibles. Su huella no desaparece por mucho empeño que pongamos en ello. Hay quien no lo ve, o no lo quiere ver, esconde la mella, el chasquido que dejó el desencanto y lo cubre de excusas pero siempre estará ahí. La desilusión no se perdona nunca, por mucho que digas que si, esa pena jamás se conmuta. Lo que creías pierde sentido y en quién confiabas se convierte en un desconocido. El ingenuo se transforma en receloso, incapaz de volver a fiarse de nada y de nadie y el miedo cobra protagonismo como siempre que falla el amor. Tus expectativas se vienen abajo y el rumbo que seguías se emborrona.
Una vez te han decepcionado el daño es irreparable.
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