Revista Cine
Decíamos ayer...Crimen y castigo. Fiódor Dostoievski.
Publicado el 15 octubre 2018 por Meg @CazaEstrellas“Y si el destino le enviara por lo menos el arrepentimiento. Un arrepentimiento candente, que le desgarrase el corazón, un arrepentimiento cuya espantosa tortura hace pensar en la soga y en las aguas oscuras… ¡Oh, con qué deleite lo hubiera acogido! Porque el tormento y las lágrimas también son la vida… Pero no se arrepentía de su delito”.
Confieso que leer Crimen y castigo era una asignatura pendiente. Lo había intentado en mis años mozos sin éxito (ni siquiera con las adaptaciones juveniles), así que decidí volver a intentarlo, aprovechando la maravillosa edición de Alba Maior que me trajeron los Reyes Magos, siendo en esta ocasión una experiencia muy positiva. La obra más conocida de Fiódor Dostoievski fue publicada inicialmente por entregas en 1866, en doce partes, publicándose posteriormente como novela.
Llegó la hora de volver a asomar a la vida del protagonista, Raskólnikov, un joven estudiante de derecho que abandona los estudios por una combinación de desgana y falta de recursos económicos. Su madre y hermana viven lejos y tampoco navegan en la abundancia, por lo que el joven malvive en una habitación cuyo alquiler también adeuda, teniendo que recurrir a una vieja usurera bastante déspota y egoísta que se aprovecha de las estrecheces económicas ajenas.
Una idea va tomando forma en la mente de nuestro protagonista, la de acabar con la vida de la vieja. Al principio, el solo pensarlo le desconcierta, le perturba, lo llega a confundir con un sueño, pero poco a poco va planificando cómo hacerlo, y no solo eso, sino que se va convenciendo de que es un acto necesario, puesto que la desaparición de la usurera sería beneficiosa para la sociedad. Finalmente, comete el crimen (doble) y a partir de ahí empieza su calvario.
He tenido que llegar a cierta edad para saber apreciar lo que esta joya de la literatura rusa me ofrecía (aunque no niego que en algún momento puntual la lectura se me ha hecho un poco cuesta arriba). Sin duda, el personaje de Raskólnikov es inolvidable, fascinante, complejo y lleno de matices psicológicos, como el libro en sí. Nuestro protagonista no tiene en cuenta algunos factores a la hora de cometer el asesinato: la culpa, los remordimientos...estos irrumpen en su vida con fuerza, hasta el punto de hacerle enfermar, sufrir delirios etc. Pero no está solo en este descenso a los infiernos, haciendo partícipes a los que le rodean: su incondicional amigo Ramujizin, su madre, su hermana, el médico que le atiende o la especial Sonia, hija de Marmeladov, un señor al que conoce en una taberna.
A lo largo de las páginas lo acompañaremos en su lucha interior, en su obsesión de saberse descubierto, de creer que le tienden trampas para incriminarlo. El miedo, la lucha interna, la angustia, la ansiedad convierten su vida en un infierno, en un castigo que va más allá de lo penal. Se vuelve desconfiado (incluso desconsiderado) con los que le rodean. A veces generoso y con buena disposición, otras atormentado, paranoico y perturbado. Un perfil psicológico, insisto, brillante que eclipsa a los secundarios (también maravillosos, ojo).
Una novela policial, reflexiva, social, filosófica...inmensa en todos los sentidos y con varios momentos, a mi parecer, sublimes: el asesinato (narrado de una forma espeluznante y aterradora que pone la carne de gallina) y el final, perfecto y esperanzador.
Un clásico imprescindible en una maravillosa edición de Alba con una nota introductoria reveladora del traductor Fernando Otero sobre las circunstancias en que fue escrita y publicada.