¿cuántas de las aplicaciones y opciones de tu móvil utilizas habitualmente?, ¿qué porcentaje de uso le das a las mismas frente a la funcionalidad de realizar las tradicionales llamadas telefónicas?. La respuesta está matizada por el rango de edad, pero estoy seguro de que la gran mayoría tendrá un porcentaje mucho mayor de llamadas frente a mil y una funcionalidades que sirven para todo y para nada.
A sabiendas de estos datos, el mercado de dispositivos móviles cada día ofrece nuevos terminales repletos de cientos de opciones que te permiten simular desde el sonido de cualquier tipo de espada a editar fotografía y video en el mismo dispositivo. ¿Y por qué tenemos esa manía de comprar mucho más de lo que necesitamos?. Cuando vamos a comprar un móvil solemos comparar el mismo con otros modelos y marcas para verificar la calidad de nuestra compra. Todos los dispositivos muestran características objetivas y medibles que permiten hacer cábalas. Esas cábalas son las que nos empujan a seleccionar aquellos productos que tienen características superiores que el resto de opciones al alcance. Casos similares ocurren en la compra de otros productos como los coches, los televisores, los electrodomésticos,... en todos los casos, al final, lo que realmente importa son cuestiones intangibles: la seguridad, el diseño, la usabilidad, la ergonomía, la sencillez,...
El ser humano tiene la manía de hacerse miles de preguntas que le permitan entender lo que le rodea. La respuesta a esas preguntas obliga a buscar una solución que de sentido a lo que perciben nuestros sentidos. Los números y los datos facilitan esta tarea, otorgando un falso sentido de objetividad que ofrece un orden necesario al caos de estímulos que cada día se incorporan a nuestra vidas. Cuando podemos comparar dos tipos de terminales tenemos respuestas a muchas preguntas pero olvidamos que con una alta probabilidad lo que no se ve determinará una parte fundamental de nuestra experiencia.
Con las personas ocurre igual que con los móviles. Diseñamos mil y una fórmulas que nos permitan medir la inteligencia, las competencias o las habilidades. En base al resultado de esas fórmulas emitimos juicios de valor que vendrán determinados por un número. Esta información ayuda a que la balanza se decante a favor de uno de sus lados. ¿Y de esta manera se garantiza la calidad de la decisión tomada?. La lavadora de mi casa hace cosas que no alcanzo a entender y eso me recuerda a esas personas seleccionadas tras el aval de un sinfín de pruebas objetivas pero que a largo plazo no garantizan absolutamente nada más que un CV repleto e “funcionalidades” similares a las de los móviles del principio. ¿Por qué?, porque se ha despreciado la importancia vital de los intangibles a la hora de determinar el éxito o fracaso de la decisión.
Uno de los factores que tiene mayor impacto en el éxito profesional es el autocontrol. Esta característica no es algo sobre lo que se suela indagar en los procesos de selección, pero tal y como muestra la experiencia tiene un impacto enorme en nuestro desarrollo profesional. La mayoría de las pruebas sólo ayudan a medir el peso de un CV. Cuantos más títulos, más masters, más conocimientos, más idiomas,... mejor. Algo parecido a comprar al peso. ¿Y qué pasa con lo realmente importante: la empatía, la honestidad, la perseverancia, la humildad,..?. ¿Es que no vamos a medirlo? ¿o al final nuestras preguntas quedan totalmente resultas como resultado de pruebas que miden lo que podemos comparar de una forma objetiva?. Es muy sencillo hacer una prueba de nivel de idiomas o tests a través de lo cuales determinar el nivel sobre determinados conocimientos. Pero hasta aquí sólo hemos dado respuesta a lo más evidente. En este punto disponemos de datos que nos permiten determinar que si Fulano tiene una puntuación X en las pruebas de acceso mientras que Mengano sólo tiene una puntuación Y.
Ese ansia por responder a preguntas que nos plantea la toma de decisiones nos llevan a buscar lo comparable, algo sobre lo que apoyar nuestras razones y motivos. Pero realmente es lo intangible lo que hace a las personas únicas. Cada uno dispone de unos rasgos difíciles de medir y comparar que influyen sobremanera en el curso de nuestras vidas. Esa es una de las grandezas del ser humano: que es único e irrepetible. Que los números no nos impidan ver la grandeza humana.