Hoy voy a contar una historia ficticia basada en hechos reales, trata sobre la visita de un médico de cabecera al hospital para ver a un paciente al que conoce muy bien.Antonio es un anciano con una secuela de un ictus que lo dejó hemiparésico en la parte derecha de su cuerpo desde hace años, aunque se desenvuelve bien, mantiene una conversación adecuadamente, sale en su silla de ruedas eléctrica y como vive en un pueblo, los bares a los que va a jugar la partida de domino, le han adaptado su entrada, sólo necesita ayuda para levantarse de la silla y para el aseo personal. Tiene una mente muy clara, una memoria prodigiosa y una fuerza de voluntad de hierro. Yo soy su médico de cabecera y en los escasos cinco minutos que dispongo en consulta para atender a cada paciente, tengo que tomar decisiones sobre su salud, a veces complicadas, pero con la ventaja de que lo conozco desde hace mucho tiempo, suelo tener hasta este momento más decisiones acertadas que erróneas.En un fin de semana que no me encontraba en el pueblo, Antonio tuvo un error de cálculo, al dar la vuelta por la acera que recorría en varias ocasiones al día, la rueda derecha de la silla perdió contacto con la acera, y volcó hacia la zona del cuerpo hemiparésico, el golpe fue con la cabeza directamente en el suelo, Antonio perdió el conocimiento durante varios minutos, se despertó vomitando, obnubilado, afásico.El médico que lo atendió de urgencias tomó una decisión en pocos minutos, quizás menos de cinco, de trasladarlo al hospital distante unos veinte minutos sin acompañarlo y sin via periférica, vomitando y semiconsciente, con la desventaja de que no conocía a Antonio, sólo que tenía una hemiparesia y un ictus hace años, no interpretó bien por ello la escala de Glasgow.Cuando llegó al hospital con un Glasgow de 7, el médico que lo atendió, en cinco minutos, comprobó su mal estado general y la gravedad de su proceso y tomó la decisión correcta de enviarlo a un hospital de nivel superior en una UCI móvil, al llegar a este los médicos, en cinco minutos, con sus antecedentes, su edad y tras las pruebas de imagen, decidieron que estaba desahuciado, y lo ingresaron en una cama de observación de críticos alejada del control.Allí fui a visitarlo junto con un familiar, cuando estuve con él cinco minutos, vi que no sonreía a la familia, sino que estaba sufriendo una convulsión parcial, se lo comenté al residente, que llamó al adjunto ante mi identificación como su médico de cabecera, la convulsión cedió tras la administración del tratamiento.Ese mismo día y en una visita nocturna, que accedí como médico, cuando llevaba con él poco más de cinco minutos comprobé que tenía otra anomalía, estaba saturando a menos de 80%, estaba con cianosis periférica y taquicárdico, determiné que probablemente tenía una neumonía por aspiración por el pésimo traslado que se hizo en un principio, que confirmó la radiografía que le hicieron posteriormente.Con todos estos datos determinaron en unos cinco minutos que lo mandarían a un hospital de pacientes terminales, pero ellos no conocían a Antonio, y a pesar de que en sus antecedentes constaba que era un gran dependiente, no habían tenido en cuenta su tenacidad y sus ganas de vivir, porque eso sólo lo sabía yo, su médico de cabecera, y tras la primera noche en el hospital de terminales vi claramente que se recuperaría, como así fue.Aunque no se recuperó en las mismas condiciones de antes, Antonio ya no podía mantener una conversación, no entendía, ni controlaba esfínteres, no se alimentaba solo y las primeras palabras que me dijo en la primera visita domiciliaria que le hice de poco más de cinco minutos, fueron palabras farfullantes entre las que creí entender "¡¡muéreme, muéreme!!".Comprendí como todas esas decisiones que los médicos tomamos en cinco minutos determinan la vida actual de los pacientes, en este caso de Antonio. Sólo pienso en las que influí yo: ¿debería haber dejado que todo evolucionara segun el destino?, como dejan actuar en la selva los que van de visita y ven que un león se acerca sigilosamente a la cría de un ñu y no deben interferir.También me pregunto si debo influir ahora en su desenlace final o lo dejo vagando y sufriendo lo que le queda el resto de su vida. No lo sé, aunque esa decisión quizás la tome algún día próximo en cinco minutos, que es como suelo tomar mis decisiones médicas diarias en mi consulta.
Médico Rural