Empecemos por aclarar ciertos detalles. Este libro se llama «El libro verde», y he cometido la osadía de bautizarlo con este color no porque milite en un grupo ecologista, tenga perversiones sexuales o vanas esperanzas de gloria. Tiene el antedicho nombre debido a que su origen se remonta a una libreta de ese color que he comprado para mi uso y disfrute en un sueño hecho a medida, es en esos papeles imaginarios donde escribí originariamente estas letras. En lugar de escribí, puedo poner escribo o escribiré, pues lo hago posteriormente, aunque también en la actualidad. Cuando lo pase (lo paso) a ordenador, tendré el homenaje (recurso) de recordar su origen lleno de pesadillas; lo cual, por otra parte, contamina las intenciones con el veneno de la farsa especulativa que es plantar árboles espirituales para luego cortarlos o quemarlos; afortunadamente los tiempos están cambiando y aún queda una esperanza para el hombre, como prueba no hay mejor testimonio que el atreverse a leer divagaciones, obsesiones y demás engendros que habitan en nuestra literatura contemporánea.
Para los curiosos, diré que el tema de mis divagaciones constituye un asunto sin importancia, pues parece un sucedáneo de mi paraíso particular. Lo esencial, a estas alturas, es imbricar las ideas en torno a los espacios vacíos del papel, siendo más necesario la forma que el fondo. Con ella procuraré una efímera conexión, así ya os puedo decir que por aquí podéis encontraros todo lo que concierne a mi propio homenaje. Por eso carece de dedicatoria, precisamente por la injusta causa de estar dedicado a su mismo autor; un autor que tejerá su discurso con la ayuda de un público que ya está buscando la salida de incendios ante esta fogosa pero inútil explicación; no os asustéis de mi osadía y procurad recordar aquel momento de cariño que ya desde ya os voy a intentar provocar.
En lo que se refiere a mi persona, todo se condensa en un intento de salir adelante. Fruto de ese esfuerzo son las dos carreras que he acabado: la primera una Licenciatura en una carrera que podríamos llamar sanitaria, y la segunda una Diplomatura (como muchas otras) relacionada con las ciencias sociales. Luego también aprobé una Oposición y en la actualidad soy un empleado público que ha cometido el insulto de no ejercer ninguna de sus dos carreras. Por el medio, quedan los años perdidos y sufridos por culpa de una severa depresión de la que he sacado conclusiones que vuelco en mis escritos, con ellos trato de dar un simple alivio esperanzador, este es que donde habitó la oscuridad nace ahora también la luz.
Luego, al apagarse la luz, el polvo borra mi cuerpo y algo diferente ocurre momentáneamente. En mi lugar, una forma cuyo sentido no podía percibir aparece, es el fantasma de mis perversiones. Una forma que al mismo tiempo era y no era yo, luego poco a poco degenera en algo que no es humano. Por culpa de ella he prometido callarme como un muerto, pero voy a renegar de lo que dije, que lo que cuente sea como soltar un grito avergonzado, que sea mi canto de protesta. Después, cuando culminé mi tarea, me retiraré asfixiado, tambaleando de la escena de la película que protagonizo; como un milagro, mientras mi alma rompe una pared y luego abre una puerta. Tan solo os pido una cosa: que la tormenta que aúlla la propuesta no os asuste para depositaros en el silencio del palacio de la nada, pues en verdad os digo que este es el infierno de los precavidos; incluso así la mejor morada para los que buscamos un poco de movimiento.