Pablo P. - Valencia
El pasado 26 de mayo, con el motivo de la celebración del día de la arquitectura de interiores, me dirigía de nuevo a la IFI para echar un vistazo a la declaración de principios de esta especialización que representa tanto a arquitectos como a diseñadores. Si el oficio del arquitecto es joven, tanto más lo son las disciplinas del diseño. Jóvenes en cuanto a su identificación en el sistema social y económico. Jóvenes en cuanto a identidad.
Pero esto no es óbice para que también éstas sean las más implicadas en la regeneración y reinvención de la sostenibilidad bien entendida. Si bien es cierto que el llamado "ladrillo" ha sido una de las grandes barrabasadas de las historia moderna, un ladrillo tan menudo auspiciado por esa lucha del "ser creativo" por alcanzar la postmodernidad (no hará falta decir nombres) no es menos cierto que el cambio de rumbo hacia la construcción humana y coherente, un cambio que poco a poco ha llegado hasta los 180º, es de las más sorprendentes que se pueden disfrutar hoy en día. Metafóricamente asumida que la obra nueva es una actividad que roza lo inmoral, el mundo de la rehabilitación es un recurso tan esencial como anticapitalista. Nuestro propio eBay arquitectónico.
Leo en la declaración de la IFI:
Ejercemos nuestra profesión con la más alta consideración por emplear los recursos económicos y naturales del mundo de modo sustentable. Diseñamos para la salud, seguridad, bienestar y las necesidades de todos.
Sólo faltaba, nosotros que no entendemos de la palabra desechable. Practicamos una actividad dinámica, casi de carácter orgánico, en continuo movimiento. Pero retroalimentada en un círculo energético que quiero pensar que no escapa a ninguna de nuestras actividades. Y me viene a la cabeza, siendo la madera el futuro, no ya deseable, sino cuasi único del diseño. ¿Dónde van a parar todas esas toneladas de madera que dejan los stands una vez acaban las ferias de muestras? La paja en el ojo ajeno.