Revista Cultura y Ocio

Declaración de Quito

Por Ricardofernandez
Declaración de Quito

No hace muchos días publicábamos en este blog la intervención de Guy Arcizet en el Sexto Encuentro de la Confederación Interamericana de Masonería Simbólica (CIMAS), celebrada en esta ocasión en Ecuador. En la nota introductoria, entre otros temas, hacíamos referencia a la "Declaración de Quito", documento que condensaba las conclusiones de la asamblea en cuestión y de las que a mí me llamaban particularmente la atención dos factores: De una parte la presencia en las reflexiones del laicismo como concepto vertebrador de la convivencia en sociedades plurales y complejas como las actuales; y de otra, la indispensable visión social, que ha de concurrir siempre que las obediencias pretendan desarrollar una acción útil, que las haga capaces de enfrentarse a los retos de nuestros días sin que por ello tengan que perder su anclaje en el tiempo, esto es, sus raíces y su identidad.

La "Declaración Quito" es un documento amplio, descriptivo por cuanto se refiere al relato pormenorizado de lo que sucedió entre los días 22 y 25 de septiembre último, pero a mi modo de ver tiene las dos notas características que resalto. Ésa es la razón de que opte por reproducir e incorporar el texto de dos de las reflexiones que más me han llamado la atención y que unen dos conceptos sobre los que hablamos habitualmente, pues forman una simbiosis perfecta: laicismo y democracia. No puede existir democracia plena si ésta no es laica. No cabe el desarrollo de un laicismo real si éste no es acogido en una sociedad en la que esté asegurado un régimen de libertades ciudadanas.

Hay otro punto a tener en cuenta: La "Declaración de Quito" es el fruto del trabajo de las organizaciones masónicas agrupadas en el seno de CIMAS. Es el resultado de una reflexión hecha muy lejos de la Europa en la que tienen su teórica cuna las diferentes notas que han permitido, a lo largo del tiempo, la aparición de diferentes sensibilidades masónicas. Sin embargo obsérvese que tanto los interrogantes como los razonamientos apuntados mantienen una proximidad, casi una inmediatez, con las preocupaciones y trabajos que surgen a este lado del océano en nuestros talleres. Éso es lo que más importa finalmente, que los esfuerzos de unos y otros permitan fortalecer los lazos existentes entre entidades soberanas; que esos esfuerzos lleven a fortalecer la acción de todas esas entidades hasta hacerlas capaces de oponer la razón frente al dogmatismo, sin importar el lugar en el que haya plantearse el debate.

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Declaración de Quito
"...El Laicismo como vía para promover la Libertad de Conciencia

El laicismo es la corriente o doctrina que sostiene la independencia del hombre, la sociedad y especialmente del Estado de toda influencia dogmática, eclesiástica o religiosa, permitiendo, de esta manera, el libre albedrío de la conciencia de cada individuo, anteponiendo la razón sobre el dogma. El laicismo no se opone a ninguna religión ni idea filosófica, sino que, sin tomar partido ni promover ninguna en particular, contiene todas las ideas en un cuadro de tolerancia y armonía entre todos los hombres y mujeres.

Es así que el laicismo apoya y fortalece la Libertad de Conciencia y la tolerancia necesarias para aceptar a quienes piensan diferente, amalgamando las diferencias de manera constructiva y permitiendo la convivencia sobre la base del respeto de los derechos de los individuos y de la sociedad. Si queremos que nos oigan, tenemos que oír con la misma libertad de espíritu que requerimos para nuestras ideas. El laicismo no persigue la negación de las religiones, como pretenden presentarlo sus adversarios, sino lo que al laicismo le interesa es el respeto por la LIBERTAD DE CONCIENCIA de los individuos en tanto ciudadanos.

Nuestra Augusta Orden tiene por propósito “unir a los que están dispersos”: es justamente esta unión en la diversidad que se materializa en el trabajo en nuestros talleres lo que permite la acción común de hombres y mujeres que por arriba de cualquier creencia religiosa, filosófica, política, trascendiendo incluso a partir de una visión universalista los límites del Estado-nación para construir una humanidad más justa y solidaria, en suma, más perfecta, donde el Hombre esté en el centro de todas la preocupaciones.

El laicismo significa, esencialmente, una alteración de la relación entre el individuo y la religión; en lugar de ocupar ésta el lugar central y dominante de todas las actividades humanas, se la reduce a lo que debe ser su propia esfera, el fuero de la conciencia personal de cada ciudadano. Si así no fuera, la libertad de conciencia sería cercenada, creando un escenario antinatural y antisocial. En el ejercicio de la Laicidad, se promueve la libertad de conciencia y se evita la manipulación de las conciencias de los ciudadanos.

El laicismo es una vía auténtica para promover la libertad de conciencia, porque expresa la voluntad de construir una sociedad dotada de instituciones públicas imparciales, garantes de la dignidad de la persona y de los derechos humanos, asegurando a cada uno la libertad de pensamiento y de expresión, así como la igualdad de todos ante la Ley, sin distinción de sexo, de origen, de cultura y de convicción, considerando que las opciones confesionales o no-confesionales corresponden exclusivamente a la esfera privada de los individuos. El laicismo supone la construcción de ciudadanos y ciudadanas capaces de elaborar una concepción de la vida que se funde sobre la base de la experiencia humana, que implica la adhesión a los valores del libre examen, la emancipación respecto a toda forma de condicionamiento y el imperativo de una ciudadanía completa y justa.

Cada vez que la laicidad se ve amenazada o menoscabada, se compromete la capacidad de generar la masa crítica necesaria para que la ciudadanía sea efectivamente la depositaria de la soberanía de nuestras naciones. Toda pretensión de unificar o disciplinar el libre ejercicio del pensamiento y su natural manifestación, se atenta contra la dignidad humana y ello merece el repudio de los hombres y mujeres libres. Permanezcamos vigilantes en la tarea de defender nuestros ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad.

Sin nuestro compromiso en la defensa de la laicidad, las condiciones necesarias para el ejercicio pleno del librepensamiento se verán menoscabadas y con ello la libertad de conciencia de los ciudadanos de nuestros Pueblos

La recuperación del espacio público para el ciudadano en el campo de las ideas es fundamental para fomentar la diversidad y el dinamismo intelectual y cultural de nuestras sociedades, en las que, libres de condicionamientos impuestos, se revitalicen las pautas de convivencia libre y armónica. El laicismo no es emocional, no responde a pasiones, se basa en el libre examen y en la razón, por eso milita para que no haya religión obligatoria en la educación pública y para que las leyes no puedan depender de las opiniones del clero ni de los políticos y funcionarios de turno que inspiran sus posturas en concepciones dogmáticas.

A doscientos años de la gesta emancipadora de nuestros Pueblos y a la Luz de la experiencia adquirida a través de nuestras historias nacionales, la institucionalidad democrática republicana de nuestros países debe estar precedida por la consolidación de un ambiente cultural propicio a la libertad de conciencia, que el laicismo promueve.

Declaración de Quito
La Lucha por la Democracia

Como ha sido siempre a lo largo de su historia, la Francmasonería es sensible a los temas que tienen que ver con la defensa y promoción de la Democracia y la Libertad, como valores esenciales para la Institución Masónica Universal. Por ello, en este 6° Encuentro, en particular se hizo hincapié en la constatación de que las luchas por la democracia y la libertad y la resistencia a la opresión aun continúan vigentes en diversos lugares del mundo, vista la existencia de países con regímenes totalitarios, tiránicos, represores y opresores de la dignidad de las personas. Asimismo se remarcó sobre la necesidad de que los francmasones puedan solidarizarse con estas luchas, y movilizarse en apoyo de las reivindicaciones democráticas de los pueblos. En este sentido, se recomendó a las Obediencias Masónicas, que cada una, de acuerdo a su realidad y posibilidad, pueda exteriorizar en cada uno de sus países, su apoyo a las luchas democráticas de los pueblos en general, como de los francmasones en particular, que en diversos lugares luchan por la libertad, la emancipación y la dignidad de sus pueblos.

Por otra parte se hizo énfasis en los peligros de la carrera armamentista de las potencias militares y económicas, a lo que se suma el consumismo y desarrollo mediático desenfrenados, que son – entre otras – las tendencias de la globalización que atentan principalmente contra los valores esenciales del humanismo. La vigilancia del valor y respeto a la democracia y a libertad de los pueblos debe ser una tarea de todos, no dejando a las voluntades oportunistas que degraden esos valores esenciales..."

Et si omnes, ego non.

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