Esta mañana han declarado ante su señoría los dos directivos de Tussam imputados por un presunto delito de vulnerar el derecho constitucional de huelga. Valientes, lo que se dice muy valientes no lo parecen. Está claro que delante del magistrado no valen las prácticas cortijeras habituales a las que nos tienen acostumbrados.
Gutiérrez no sabe, no contesta, diciendo que no se encontraba en el lugar de los hechos y que los desconocía. A medida que transcurre el tiempo va quedando cada vez más claro que el máximo responsable de la empresa apenas se entera de nada de lo que ocurre en ella.
No sé entonces cuál es la misión del cargo que ostenta ni para qué está en la empresa, porque nunca conoce nada de lo que ocurre en su interior. Tampoco parece mostrar ningún interés por descubrir a los culpables de los desastres que nos ahogan. Es cuanto menos una curiosa manera de dirigir una compañía donde trabajan mil quinientas almas. Y una no menos curiosa forma de respaldar a su director gerente. Ya se sabe, la solidaridad no entiende de cargos.
Arizaga, ese hombre, ha defendido a capa y espada que su actuación estuvo enmarcada dentro de la legalidad. Claro que Arizaga tiene un serio problema en este feo asunto, ya que la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía tiene un criterio de la legalidad muy diferente al suyo. Y aquí no vale aquello de que lo que yo digo es lo que impera, que para eso yo soy el gerente, como suele ser lo habitual en Tussam.
Claro que igual es de los que piensan que los juzgados están dentro de las lindes de su cortijo.