“Somos hijos de la comodidad, pero no vamos a ser padres del conformismo”
Cartel en la Puerta del Sol de Madrid.
Las elecciones más aburridas del mundo
No es fácil recordar unas elecciones donde la resaca electoral fuera tan parecida a la borrachera previa. Como si no hubiera pasado nada. Quizá porque en el fondo no ha habido elecciones. O porque las elecciones han sido las elecciones más aburridas del mundo, con casi todos los partidos poniéndose de lado, para que, cuanto antes, pasara ese cáliz. Es muy común en los partidos, cuando no saben qué pasa, optar por la huida hacia adelante. Desinencias de la idea de progreso. Hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana. Ganar tiempo para las generales. Decir lo justo para que no te comprometa en el premio gordo de unas adelantadas elecciones. Hablar bajito…
Cuando la incertidumbre desaparece, la democracia electoral, como recuerda el profesor Raimundo Viejo, pierde buena parte de su razón. Si se sabe el resultado -y, sobre todo, se sabe lo que van a hacer y no hacer los que saquen más votos-, pese a que la rutina o el compromiso lleve a la gente a las urnas, las expectativas son mínimas. No es extraño que el 15 M se comiera el cierre electoral, la toma de posesión de los alcaldes, concejales y presidentes autonómicos y, seguro, los siguientes plenos. “Me gustas democracia, porque estás como ausente”, decía un cartón pegado junto al edificio Tío Pepe de Sol. No sabemos si se va a salvaguardar el mísero estado social que tenemos, pero nos hemos entretenido con la opusiana cruz de madera de Cotino en Valencia. Ni idea de si van a desaparecer más servicios sociales o el copago sanitario va en firme, pero nos han contado que estamos en bancarrota y no nos merecemos ni tranvías ni mercromina. No sabemos si se van a despedir funcionarios de ayuntamientos y comunidades, pero ya han avisado de que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Pese a eso, la función debe continuar. Menos mal que el 15 M estaba en la calle. Nos hemos ahorrado el pase de modelos de la toma de posesión. El pueblo indignado estaba vigilando de cerca las tomas de posesión. No tiene cuerpo para desfiles. “Vaya desperdicio en modisto”, pensaron algunos cargos mientras los indignados rodeaban los consistorios. Pero traje no visto, sirve para otra guerra.
Hemos asistido, en lo electoral a, como mucho, un cambio esperado de escenario. Unos miles de alcaldes, consejeros, concejales y diputados se han quedado sin trabajo (ya había 5 millones de ciudadanos en el paro), pero no afecta al cómputo general. Los puestos han sido de inmediato cubiertos. Por sus caras, sabemos que no había gran sorpresa. En los dioses sólo confían los que no tienen más remedio. La derecha, en verdad, es atea, y en cuestiones electorales sólo cree en caras estrategias y en encuestas. Y esperar a que nada se moviera (de ahí el miedo a la acampada de Sol, fuera de guión). Los más creyentes, siempre a la izquierda, se entregaron, a lo sumo, a un milagro que nunca vino. O a esperar que, una vez más, algún regalo, alguna costumbre o alguna necesidad les permitiera formar gobiernos. Pobres militantes. Rubalcaba, de la estirpe de los escépticos, sólo cree en Fouché y en los equipos de limpieza y fontanería de su negociado. Antes de que lloviera, movió sus fichas y abrió los paraguas. Sin mira al cielo, que el azar no es tan importante como para que se te adelante. El Creador no juega a los dados. Los químicos, tampoco.
El resultado electoral es triste. Gana el PP y gana Rajoy. Gana Rubalcaba y pierde el PSOE. Pierde Izquierda Unida y gana el sistema. Entre descreídos queda el asunto. Dios sabe siempre con quién aliarse.
Deja vu desde la sala de prensa de los partidos
La renuncia de Chacón a las primarias en el PSOE pone lastre en el vuelo de los socialistas. También de Rubalcaba, pero a él le da lo mismo. Hay generaciones que no destacan por su generosidad. Justo cuando la ciudadanía está diciendo que no se siente representada por un sistema con demasiadas intermediaciones, Rubalcaba viene a duplicar la ración del mismo protocolo. ¿Locos, sobrados, noqueados o aprovechados? Algunos salen a flote; el partido, se hunde. Y sin perspectivas de levantarse de la lona. ¿Reaccionará alguna vez la ciudadanía? Que la crisis del PSOE se salve con una imagen de “dedazo” no es ni patética. Está demasiado fuera de lugar para ser cierta. La agenda ciudadana reclamando participación, y el PSOE dinamitando las primarias. Con el argumento de que lo que más se castiga en este país es la sensación de división interna. Hay vida más allá de los cortesanos, sus plumillas y los lugares comunes repetidos. Tienen que ir más en metro.
La crisis del gobierno de Zapatero (y con él, de la renovación generacional que supuso), coincide con el mayor desafío que enfrenta la socialdemocracia europea desde la Segunda Guerra Mundial: el desmantelamiento del modelo de bienestar que fue su seña de identidad. Si la renovación generacional del PSOE no tiene lugar, la vieja guardia seguirá mandando y sobreviviendo contentándose con arrancar al PP unas décimas más de gasto social en el presupuesto público (es el modelo Rubalcaba). Uno se termina pareciendo demasiado a su enemigo. Las nuevas generaciones del PSOE debieran preguntarse cuál es su modelo propio, el “tema de su tiempo” que diría Ortega, y qué oferta le van a hacer a la ciudadanía en la fase griega que se avecina. ¿Se atreven a reinventar el socialismo o van a seguir gestionando el de sus padres y abuelos? Los dedos de Ferraz parece que tapan el sol de la militancia socialista.
El Partido Popular ya ha adelantado su estrategia. De momento, anunciando que la democracia es cara y no podemos permitírnosla. Por si alguien se lo cree, dicen que han dicho que dijeron que dirían que esto va de austeridad. Aunque nadie les escuchó ese supuesto mantra en campaña. A recortar. Empezando por las autonomías. Aunque sea falso que los problemas de deuda en España vengan de las Comunidades. Pero es un mensaje que conecta bien con el imaginario nacional-católico franquista que habita en el PP. El que el PSOE no ha tenido el coraje de combatir. Después de que el partido fundado por Fraga Iribarne gane las elecciones, pondrá rumbo decidido hacia un modelo griego (esto es, a vender la mitad del patrimonio público, y sin protestar, que será para mayor gloria de la ciudadanía). En la medida en que pueda, le echará las culpas al PSOE. Tampoco le resultará tan difícil. De hecho, lleva muchos años de pinza con ellos. Cuando la izquierda le hace la campaña a la derecha, basta chasquear los dedos para que desaparezcan unos y lleguen los otros. Tienen el camino abonado. No harán nada que no haya hecho antes el PSOE. Incrementar la ración. ¿Qué va a decir el PSOE si van más tropas a Afganistán o Libia? ¿Qué dirán si aprueban una reforma laboral que beneficia a la patronal? ¿Dirán algo si desde Europa viene un plan de ajuste? ¿Y qué cuando argumenten que los mercados nos aprietan? ¿Y podrán argumentar cuando pongan trabas a los vecinos que buscan a sus familiares en fosas? ¿Y si entregan un poco más las universidades a los mercados? El PSOE intentará hacer valer que es “un partido de izquierda”. Pero sólo sus tertulianos en nómina y algunos militantes y votantes honrados insistirán en la verdad de la afirmación.
El argumento repetido de “Europa obliga” pretenderá disciplinar a la díscola rabia ciudadana. Aunque estemos en 2011 y los españoles ya no van a Europa con la boina hasta las cejas. La derecha, sin discontinuidades históricas, sin complejos, sabedora de que nadie con fuerza le cuestiona sus exabruptos, prepara las armas de la contrarrevolución. El escenario no es halagüeño. Para ellos, los derechos humanos empezaron siendo subversivos. Por eso, cada día que tardemos en enfrentar estructuralmente lo que significa la crisis del sistema, más debilitada estará la ciudadanía. Es el error histórico del PSOE y el patetismo de Izquierda Unida. ¿Cuándo van a estar las cosas más maduras para pensar en grande?
Izquierda Unida sigue sin tener el coraje de echarse hacia adelante. Por eso, no le queda otra que resignarse a que le escriban el guión desde fuera. Y de ahí que ahora la vuelven a manosear con el asunto de la pinza. Aunque las elecciones hayan sido municipales y autonómicas, aunque IU le haya permitido el gobierno al PSOE en 300 ayuntamientos, Ya citó Javier Ortiz en su día un verso de Ángel González: “las mentiras viejas se convierten en materia de fe y, de esa forma, quien ose discutirnos debe afrontar la acusación de impío”. Quien se crea que Cayo Lara y Rajoy juegan al mus en las tórridas tardes de Madrid, debe ponerse a la sombra. ¿Pinza de IU con el Partido Popular? Como si más del 80% de las leyes de este país no hubieran sido aprobadas por la pinza entre el PSOE y el PP. Como si no hubiera una pinza entre el PSOE y el PP en el País Vasco. Como si no se hubiera repetido mil veces la pinza del PSOE con CiU o con el PNV para evitar gobernar con IU. Como si el PP y el PSOE no tuvieran una pinza para evitar cambiar la ley electoral. Como si en pueblos importantes la pinza entre el PP y el PSOE no le hubiera cerrado el paso a IU. Como si la pinza entre el PSOE y el PP no fuera la salvaguarda de la monarquía, de la debilidad de la recuperación de la memoria histórica, de la falta de coraje para perseguir a los corruptos (que contrasta con la firmeza para perseguir a formaciones políticas como Sortu o Bildu). Sin olvidar que ignoran que IU es una fuerza federal, donde los territorios son soberanos. Algo que parece molestar al millonario Bono. Los medios de comunicación afines ya han enfilado los cañones. Como si 2011 fuera 1999. Como si no estuvieran los indignados en la calle. Como si ZP no hubiera fallado. Como si no supiéramos que Felipe González trabaja para millonarios de la lista Forbes entre declaración y declaración sobre el futuro del socialismo. Como si todos los responsables de economía socialistas no terminaran trabajando para los que han hundido la economía de Europa. Lo que no quita que IU ha perdido mucha fuerza moral y política. Cuando hay respeto, estos ataques no serían posibles. ¿Pero para qué va a reflexionar nada si ha subido un 1% en medio de la más terrible crisis del capitalismo que hemos vivido?
15M: Guerrilleros en las calles, Goya a la Puerta del Congreso
Al margen de las elecciones, estaba el movimiento 15M. Por eso sigue, como si nada hubiera pasado. Si no bebes, no hay resaca. Había descontado las elecciones por adelantado. Le daba igual el resultado. ¿No es la reforma electoral una de sus primeras reclamaciones?
Logrados los primeros objetivos -romper la rutina de la satisfecha democracia- el grueso del movimiento ha entendido que tenía que levantar los campamentos. En especial en la Puerta del Sol. Había terminado atrayendo a todos los supervivientes de Madrid. Además de que estaba consumiendo las energías que es más conveniente poner en otros sitios (en barrios, en desahucios, en acciones descentralizadas). “No nos vamos, nos expandimos”.
Los enemigos de cualquier tipo de democracia que vaya más allá de fichar cada 4 años, no han cesado en sus vacías difamaciones al movimiento. Perros flauta (¿con dos carreras, máster e idiomas? ¿los jubilados? ¿Con el metro cuadrado con más hora de universidad de Madrid fuera de los campus?), amigos de etarras (¿Con las manos arriba frente a las agresiones de la policía?), utópicos (¿Con miles de propuestas concretas que podrían empezar a aplicarse mañana?)… La última, que estaban peleados entre sí. Claro que ha habido disensiones. ¿No las hay en los partidos y los sindicatos? La diferencia es que, en Sol, una vez más, los que han querido han vuelto a aprender cosas que no sabían o que habían perdido en el camino. Pero si las anteriores semanas eran de aprendizaje colectivo, es tiempo ya de empezar a afianzar el movimiento sobre objetivos. De ahí que se hayan levantado los campamentos. Pese a las disidencias enquistadas. Desoír la decisión de la asamblea cuando se pierde su apoyo, paralizar las decisiones con vetos de minorías o eternizar los debates con burocracias escondidas en argumentos asamblearios tienen un aroma viejo y repetido . El que enfrenta la urgencia decisionista (propia de la izquierda que se formó leyendo a Marx) con la eternidad por delante de las miradas libertarias. O a veces lo contrario. Qué no habremos tenido en este país en el pasado. Pero forman parte de la dialéctica de un movimiento que necesita todas las opiniones para entenderse a sí mismo. El movimiento se ha hecho su hueco porque no ha escuchado a ningún experto que pensara que la Puerta del Sol era una tertulia de la televisión. Cuando no hay expertos, la verdad es un reto para el colectivo. Cuando todas y todos son necesarios, es más provechoso compartir todo lo que se pueda.
Ha sido la capacidad del movimiento de reinventarse casi todo –incluidos los errores- donde ha estado la magia del 15 M. Es por eso que ha podido hacer lo que ni partidos ni sindicatos ni otros grupos fueron capaces de poner en marcha antes. La ignorancia del movimiento es su sabiduría. Su reclamación no es mayores cotas de libertad, como en el mayo del 68 (“68, apartaros, que nosotros vamos en serio”), ni sentar las bases de un Estado social (como en los años treinta y cuarenta). Tampoco acabar con el franquismo, como en la transición. Eso ya lo tienen. Empiezas a reclamar desde el lugar en el que estás. Ahora, lo que más indigna es la desigualdad. Unos tanto y otros tan poco. Ese es el malestar que alerta sobre la pervertida toma de decisiones parlamentarias, que a su vez alerta sobre el poder de los banqueros, que llama la atención sobre sobre el modelo económico, que recuerda sobre el desastre ecológico, que conciencia sobre las opresiones en el mundo… Desde el puerto de las desigualdades vendrá todo lo demás. No tiene sentido la queja de que no se puede encajar el movimiento en el continuum tradicional “derecha-izquierda”. Hay cosas que no las sabes pero las haces. La astucia de la razón que organiza el desorden. La mano invisible del cansancio de la multitud. Una red horizontal mecida por las olas que se separa y se acerca, siempre trenzada por nodos llenos de conexiones. Un movimiento que no tiene protocolos, reglas fijas ni estatutos. No hay un centro, pero tampoco hay una periferia. Es una red que se tensa en el punto en el que en cada momento se hace presión. Un día presionan unas, otro día presionan otros. Y toda la red se inclina hacia ese lugar. La democracia de internet trasladada al espacio físico de la nueva ágora pública.
El futuro no está escrito, pero es razonable pensar que nada va a quedar al margen del cansancio de los indignados. Hasta lo más “sagrado”. Por culpa de la memoria rota de España, tuvo que ser un francés de la Resistencia, Stephane Hessel, quien lanzara el grito de indignación que recogió la juventud española. Ese “¡Indignaos!” se escuchó en el Madrid en el que, bajo las pancartas del “No pasarán”, colgadas de los muros de la Plaza Mayor, se le pararon los pies durante tres años al fascismo. Semprún ha muerto en París y se ha sido enterrado con la bandera republicana. ¿Cuándo vendrán nuestros resistentes a recuperar el ADN de nuestra democracia? En Navarra, una joven indignada emplaza al Príncipe Felipe desde la dignidad de los indignados: ¿No le parece sensato que nos pregunten si queremos o no un rey? ¿Para cuándo un referéndum vinculante sobre monarquía o república? Displicente, el príncipe, que no ha entendido nada, le espeta: “Ya has tenido tu minuto de gloria”. Como María Antonieta recomendándole al pueblo de París comer pastelillos cuando protestaban porque no tenían pan. Cosas de la monarquía. Aunque, como decía Talleyrand, los Borbones exageran.
Sol ha estado en el kilómetro cero, pero puede moverse a donde haga falta. Una Asamblea de barrio convoca una concentración delante del Congreso o delante de los consistorios, y la “molesta nube de mosquitos” acude allí sin mayor acuerdo, sin pedir permiso, como una nueva guerrilla que ataca y se repliega, donde el general Espartero puede ser cualquiera y donde el ejército napoleónico es un sistema cada vez más amenazante por amenazado. Un sistema condenado a la derrota pero que no le importa dejar sembrados los desastres de la guerra. Hemos visto a Goya en la puerta del congreso. Viene de pintar los horrores de la guerra de la independencia. Ha elogiado esa guerrilla popular que ataca y se repliega, capaz de poner en jaque, con frases y sin miedo, al ejército más poderoso de Europa. Ha señalado al Congreso, rodeado de policías que custodian el edificio en vez de cuidar de la ciudadanía que pedía democracia. Severo, con su dedo aragonés firme apuntando entre los leones de la Carrera de San Jerónimo, ha dicho: “esa razón produce monstruos”.
El movimiento ha generado también la crítica del pesimismo narcisista. ¿Pero qué esperaban lograr algunos en tres semanas? Ahora mismo, el 15 M es más un movimiento para hacerlo que para analizarlo. Como dice Boaventura de Souza Santos, “los pueblos no esperan a sus teóricos”. Algo que molesta a los teóricos. A los sociólogos y politólogos, de poner tantos defectuosos filtros entre la realidad y lo que estudian, les pasará como al asesor del Ministerio de Agricultura del chiste, que terminarán cargando al coche el perro en vez de la oveja. Tiempo de bajar y aprender. La principal tarea que ha puesto en marcha el 15M ha sido una escuela de ciudadanía. Por primera vez desde la Transición, se ha hablado de política en este país. ¿A quién no le emociona esto? ¡Hablando del Tribunal Constitucional en la Plaza de las Descalzas con 400 personas! ¡Discutiendo sobre paraísos fiscales en Cortilandia, al pie de los grandes almacenes más famosos de Madrid! Se ha formateado un disco duro que era impermeable a cualquier dato político. Ahora están ahí las pistas donde se asentarán los conocimientos. Y politizarse se parece bastante a montar en bicicleta: cuando lo aprendes, ya no se olvida. Si el 13-M la ciudadanía sacó al PP del gobierno por mentir, el 22-M la ciudadanía ha sentado las bases para que deje de mentir el sistema en su conjunto.
El movimiento se ha dado cuenta de que la ley vale lo que vale la fuerza que tengas para inclinarla de tu lado. No hay políticos ladrones en las cárceles de España. Ni banqueros. El 15 M ha disparado a la línea de flotación del “genio invisible de la ciudad”, esto es, a la legitimidad difusa, la que crea ciudadanía sumisa que cree que lo legal y lo legítimo coinciden. Esa legitimidad difusa de la leyes –creer que están ahí para el bienestar colectivo- es la razón de la obediencia. Cuando se identifica la fuente del dolor, ese sufrimiento se convierte en consciencia, que se transforma en voluntad de cambio, que se convierte en una búsqueda del momento político. Ahí la transformación se ejecuta. Pero n0 vale todo. Para que la desobediencia sea civil necesita que sea pacífica, que lo que se reclama se reclame para todo el mundo y que se esté dispuesto a asumir las consecuencias de la acción. Puede estar prohibido concentrarse en un día que hay jornada de reflexión, pero si son decenas de miles los que se concentran, la razón está del lado de los manifestantes. De eso se trata: de reinventar las leyes con la fuerza de la indignación. La policía es la última ratio. ¿Hasta que los policías, como en Siria, digan que no quieren golpear al pueblo?
Programa, programita, programazo
Se han querido presentar los contenidos de reforma institucional como el referente central del movimiento 15M. Pero en la nueva arquitectura política nacida de la indignación, también hay propuestas económicas. Radicales. La política es el cauce para cambiar las condiciones de vida. Cuando se pide Democracia Real Ya se está diciendo que hay que acabar con la interpretación contraria: que la política basada en la democracia representativa es solamente el medio, no el fin. El fin es la democracia real (procedimientos al servicio del poder popular), la emancipación, la justicia, la libertad. El método asambleario ha roto el “esto es lo que hay”. El programa creado por el movimiento, como un cuaderno de quejas revolucionario, recorre toda la médula espinal de la sociedad. Han cuajado las propuestas políticas (ley electoral, transparencia, lucha contra la corrupción y división de poderes), pero hay también propuestas económicas radicales. Un movimiento que nace en la Europa rica no puede tener los rasgos que habría adquirido en otros lugares del mundo. Pero eso no significa que la lucha de frases haya sustituido a la lucha de clases. Muchas de las propuestas demuestran que se ha empezado a andar el camino de las transformaciones estructurales: defensa integral del Estado social, fin de los paraísos fiscales, oposición al “Pacto del euro”, freno a los desahucios, impuestos para los ricos, reducción de la jornada electora…El lema de Juventud sin Futuro, otro de los convocantes del 15 M, lo deja claro en su lema: sin casa, sin curro, sin pensión. Y sin miedo. Todas propuestas de eso que antes, cuando no era de tan mal gusto, se llamaban reivindicaciones de clase. Las que los sindicatos ya no tienen fuerza para reclamar.
El rayo que no cesa
Las razones para la indignación pueden ser muchas. Por eso, en el movimiento pueden coincidir muchas ideologías e, incluso, algunas contrapuestas. En el magma inicial, todos y todas caben. Pero el propio movimiento irá clarificando quién de verdad comparte el manifiesto de los indignados. Algunas personas, pertenecientes a think tanks de la derecha, han querido presentarse como voceros del movimiento. Han durado lo que se ha tardado en desenmascarar su estrategia neoliberal. Sin embargo, empresarios vinculados a las nuevas tecnologías han podido encontrar sus puntos de acuerdo con gente comprometida con el copyleft y las licencias abiertas. O abogados han coincidido con estudiantes en la necesidad de hacer cierta la división de poderes. Y jubilados monárquicos se han encontrado con trabajadores en paro republicanos en la necesidad de defender la sanidad pública.
Algunas figuras conocidas, rehenes de la espectacularidad mediática, se han acercado a arengar a los jóvenes acampados. Lo hacen gratis. Esa actitud, te conecta con algo vivo, lleno de fuerza. Vas y te cuelgas el marchamo de progresista. Y sin soltar un euro. Pero esas vinculaciones carecen de vuelo. Si fueran sinceras se traducirían en decisiones acordes con el espíritu del movimiento. Por ejemplo, podrían colgar sus exitosos libros o sus películas en la red para que cualquiera pudiera verlas o leer los textos gratis. Y no sería mal gesto dejar de participar en eventos patrocinados por Coca-Cola. O verlos acampar en la puerta del Congreso o abrazarse a gente anónima para que no pase el coche oficial de un concejal inmerso en un caso de corrupción. Cuando ven que el movimiento deja de ser una amable reclamación de jóvenes bienintencionados, abandonan el campamento. No vaya a ser que un manchón imprevisto desluzca un producto tan elaborado. Mera, la mujer más rica de España y la segunda del mundo (según Forbes), puede afirmar que ”Tenemos que estar muy indignados, los que están acampados y la mayoría de la población” o que estaría dispuesta a participar “sin duda alguna”. Bienvenida sea. Pero dice que le preocupa la corrupción. ¿Está también dispuesta a que los ricos paguen más impuestos? ¿Y a recuperar el impuesto de patrimonio? ¿Y a abolir los paraísos fiscales? ¿Y a reducir la jornada laboral? De lo contrario, su presencia en el movimiento será flor de un día. Y vendría muy bien el apoyo de gente tan solvente.
Terminando con la solvencia. Demuestra el caso de Grecia que cuando las economías son insolventes, la solución es reestructurarlas. ¿Y cuando las democracias son insolventes? El escenario que se ofrece para Europa es contrarrevolucionario: mayores recortes en prestaciones sociales, más privatizaciones, mayores cargas laborales, mayores dificultades para acceder a pensiones y jubilaciones, e impuestos indirectos más altos. El PSOE lo hace aunque con gesto contrito. El PP lo hará porque hace tiempo que perdió cualquier complejo.
El movimiento 15M no puede sino mantener su propuesta: ¿No habrá que reestructurar la democracia?