Llamamos "Dios" a la causa primera e incausada de todo cuanto existe, "sabiduría" a la intelección pura del bien, y "bien" al ser absoluto sin privaciones.
Tenemos, además, por axiomáticas las siguientes verdades, siendo la segunda reducible a la primera:
1) Nada sucede sin razón.
2) Todo lo que está en el efecto pleno está en la causa plena.
De lo anterior se demuestra la proposición "Dios es perfectamente sabio":
Una causa incausada carece de pasiones y es inmutable, ya que si las experimentase éstas serían sin razón, lo que es imposible (por el primer axioma).
Siendo a su vez causa primera de todo cuanto existe, posee todas las perfecciones o atributos positivos de cuanto existe (por el segundo axioma).
Ahora bien, la inteligencia es una perfección y existen los seres inteligentes; luego, Dios posee la inteligencia.
Por tanto, Dios posee la inteligencia en germen o la posee en acto.
Sin embargo, todo lo que está en germen queda sujeto a un desarrollo, lo que conlleva cierto grado de pasión y de cambio. Esto se opone a la definición de Dios, de la que hemos derivado su inmutabilidad.
Se concluye que Dios posee una inteligencia perfecta y en acto; y, por idéntico razonamiento, un poder perfecto y en acto y una bondad perfecta y en acto.
Por consiguiente, Dios es el ser absoluto y sin privaciones, esto es, el bien.
Si es Dios una inteligencia tal, debe conocerse a sí mismo con la máxima claridad. Conociéndose a sí mismo, conoce el bien.
Ergo, Dios es perfectamente sabio.