Fotografías Antonio Andrés
La vieja guardia sigue en pie. De media, son setenta y cinco los años que cargan a sus espaldas los músicos de Deep Purple si no incluimos en la estadística a su recién incorporado como miembro permanente Simon McBride, que rejuvenece el plantel desde su cuarentena. Setenta y cinco. Y el pasado sábado hicieron que la Plaza de España se tiñera de púrpura. Pocos elementos, volumen al once, sin pirotecnias, disfraces ni escenografías. Una banda de rock bien pegada en el escenario y mucha camiseta negra veterana poblando los espacios del Iconica Fest.
La formación de cuarteto de rock no es una alineación cualquiera; con un solo guitarrista la música está más expuesta. Todo se oye. El bajo tiene que soportar el edificio, la batería ha de estar especialmente fina aportando carácter y solidez, las teclas también tienen que cantar con potencia y el único guitarrista tiene que poner todo el rugido al sonido. Con McBride como único espada en las seis cuerdas, el irlandés estuvo soberbio, brillando a la diestra de los veteranos, sin achantarse, dando un paso al frente. Un cuarteto de pata negra, que completaban el zurdo incombustible Ian Paice en batería (el único miembro presente en todas las etapas de la banda); Roger Glover echándose a cuestas el peso armónico desde el bajo y el virtuosísimo en todos los registros Don Airey en teclados, un digno heredero para Jon Lord en una posición que ocupa ya desde hace veinte años.
Esos golpes de batería veloces de Paice, tan limpios y precisos, técnica marca de la casa, arrancaban ante el furor de la Plaza los primeros compases de Highway Star. Se sumaba un Ian Gillan que se acerca a la octava década manteniendo un rigor asombroso en su voz; el instrumento, no obstante, que, por su naturaleza, evidentemente ha sido más sensible al paso del tiempo. Menos mal, porque si no, uno pensaría que estos tipos no son humanos: no se puede sonar tan bien después de tantísimo tiempo en la brecha. No le quedó grande ninguna canción, no denota cansancio, el hard rock sigue en vena en esa garganta.
Y es que es una locura cómo se escucha la música en esa Plaza de España, qué calidad en el sonido tan increíble. No se encuentra algo a esa altura en los otros grandes espacios abiertos de la ciudad. Eso hizo posible que no se perdiera ni un detalle de las progresiones barrocas y psicodélicas de Don Airey, el mejor de la noche, brillante, contundente en el hammond como pocos y muy simpático en ese guiño a la ciudad entre Anya y Perfect Strangers, con un momento instrumental con compases flamencos, reminiscencias a Álbeniz para ganarse el compás de las palmas sevillanas.
Apenas un arranque en falso en Space Truckin con la guitarra afinada en otro tono, un detalle de apenas segundos que seguro fue imperceptible para muchos y que fue solventado con un cambio de instrumento, ofrecía una prueba de que estos tipos son de carne y hueso y pueden fallar.
Explotó de euforia Sevilla cuando rugió en uno de sus lugares emblemáticos uno de los riffs más míticos de la historia, las cuatro notas de Smoke in The Water, cantadas a pulmón por las miles de almas que llenaron el aforo de Icónica de ese ambiente canchero imbatible de los conciertos de rock. Tras una concisa hora y media de recital sin baches ni llanuras (mejor así que extenuar al personal con momentos de divagación en el repertorio, como Guns N’ Roses hace un par de meses en el Benito Villamarín), la noche de Deep Purple tocaba a su fin con la innegablemente sesentera Hush (del primer disco de la legendaria banda) y el groove cañero de Black Night. La noche que la banda legendaria puso el acento internacional más rockero a Icónica, la noche que Sevilla se tiñó de púrpura.
Setlist
- Highway Star
- Pictures of Home
- No Need to Shout
- Nothing at All
- Uncommon Man
- Lazy
- When a Blind Man Cries
- Anya
- Perfect Strangers
- Space Truckin
- Smoke on the Water
BISES
- Hush
- Black Night
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