Deja huella no cicatriz

En la vida hay personas por las que vale la pena parar, respirar y valorar. Valorar lo que realmente importa. Los detalles, cosas pequeñas, cosas como el mar, las nubes, un gesto o una sonrisa…

Hay personas inolvidables, personas que hacen que todo tenga un sentido, incluso lo que no importa. Son personas auténticas que marcan un antes y un después en nuestra vida, que llegan como un soplo y que se van, permanecen como huella en nuestros recuerdos.

Pero hay una gran diferencia entre quien dejó una huella o dejó una cicatriz.

Las cicatrices son señales de daño, de heridas que siguen abiertas, de emociones que necesitamos limpiar y tratar. Las cicatrices son las marcas que no elegimos tener y que nos recuerdan un dolor que no se podía evitar.

Por el contrario, las huellas son marcas imborrables en la piel y en la memoria que nos hacen remontar momentos.

No importa tanto la cantidad como la calidad de la gente que nos rodea. Si alguien nos hiere deberíamos limpiar nuestro entorno y enfocar y dejar las relaciones que aporten crecimiento.

Son los pequeños detalles, lo importante. Cada persona que pasa por nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí, y se lleva parte de nosotros

Hay personas que dejan huella imborrable porque ha habido un tiempo que han seguido un mismo camino. Y, aunque no estén contigo, nunca podrás olvidarlas.

No se esfuerzan en dejar una marca, aparece sin darte cuenta. Son personas que te ofrecen otra visión del mundo, y que te ayudan a cuestionarte tu pasado, presente y futuro. Llegan por casualidad o tal vez de una manera intencionada y te cambian para siempre.

Las personas que dejan huella no ocasionan daños permanentes, no se dedican a marearte porque sí.

Y aunque te pongan la vida patas arriba e incomoden, si pones en el diccionario la palabra suerte, aparecen esas personas.