Por Merce Roura
Dejar de sujetar por si se cae.
Dejar de cargar y arrastrar porque nadie más lo hace si sueltas.
Dejar de insistir si ves que no hay respuesta al otro lado.
Dejar de vigilar y hacer guardia, porque ya sabes que no puedes controlar nada.
Dejar de esperar.
Dejar de acumular.
Dejar de ocultar lo que sientes.
Dejar de mirar a todos lados para prevenir el desastre.
Dejar de caminar y parar un rato para notarse los pies.
Dejar de imaginar y respirar el aire que te llega ahora a los pulmones.
Vivir a corto plazo. Sin equipaje. Sin más sueño que el de llegar a la esquina con ganas de contemplar qué hay en la esquina.
Sin más pasado que una anécdota divertida de una mañana de lluvia.
Sin más futuro que sentarse esta tarde ante un pedazo de mar y mirar las olas.
Dejar de manipular las palabras que te han dicho mentalmente para que parezca que los demás te necesitan.
Dejar de darle vueltas a los pensamientos de siempre esperando que alguno de los que nunca te sirvieron de nada te sea útil ahora.
Dejar de culparte por todo y de no responsabilizarte de nada.
Vivir sin sacrificio, sin más esfuerzo que el de poner el alma en lo que haces. Vivir sin que cueste, sin que rompa, sin que rasgue, sin que arañe, sin que cada día sientas que te das a luz a ti mismo.
Dejar de mediar y evaluar.
Dejar de mirar al mundo y ver solo el sufrimiento.
Dejar de conspirar contra ti y de sabotearte.
Dejar de hacer de forma compulsiva para evitar el dolor de reprocharte que no haces nada.
Dejar de querer acertar en todo y no fallar nunca.
Dejar de llorar para que alguien se apiade de ti y empezar a llorar para aliviar tu tristeza y sentirla de verdad.
Dejar de hacer esperando un resultado.
Dejar de necesitar que te vean y valoren.
Dejar de buscar fórmulas mágicas... Arriesgarse a permitir que la verdad te estalle en la cara aunque sea cruda.
Sí, lo siento, dejar de soñar si soñar te mata este ahora o aprender a soñar sin apegos, desde el amor y no desde la carencia.
Dejar de esperar que esa persona que ves en el espejo cambie y empezar a mirarla desde ahora con amor.
Dejar de esquivar a tu miedo y sentarte con él a mirar las nubes y descubrir formas.
Dejar de buscar un destino y dibujar un camino que ames.
Y dejar que pase. Que se rompa. Que se vaya. Que se estropee y se deje de usar. Dejar que se caiga. Que se arruine. Dejar que la vida arrase a su paso con todo lo que no puedes controlar... Permitir que falle, que estalle, que se derrumbe, que no haya más solución que volver a empezar o dejarlo correr para siempre...
Dejar que se quede o que se pierda. Que huya y no vuelva jamás y que no pase nada.
Dejar que no salga bien. Dejar que el silencio lo cubra todo y de buscar palabras para demostrar ni parecer ni reprochar. Dejar que no te quiera y declararte en bancarrota emocional... Vivir ese miedo a estar solo. Vivir ese dolor de no ser amada, vivir ese cansancio absoluto de haberlo intentado todo y ya no poder más...
Y decidir dejarlo pasar. Dejar de intentarlo y descansar ya de una vez.
Vivir sin resentimiento. Rendirse a la vida porque ya es evidente que estás de paso, que no decides casi nada, solo cómo vives lo que te toca vivir, y dedicarse a respirar.
Abandonarse a la vida, permitir que la gravedad siga su curso y puedas caer y rodar, quedarte suspendido en un momento sin que haya más que ese momento... Bailar con este ahora sin que importe cuándo acaba el baile... Dejarte llevar por la noche sin que importe cuando amanece. Dejarte vivir. Dejarte en paz.
Y dejar que la vida te cuente esa historia que hasta ahora no has querido escuchar...
Deja que pase.