'Yo le digo a los jóvenes y a las jóvenes que es fundamental dejar que el corazón los guíe. Que sigan su estrella, que sigan los sentimientos de su corazón. No importa cuál sea la meta que uno se haya propuesto; lo prioritario es que disfruten del camino, porque éste es tan importante como la meta misma. No dejen que nadie les diga que no se puede'.
Estas son palabras de Franklin Chang Díaz, el hombre que más tiempo ha estado paseando por el espacio fuera de una nave. Si en nuestras escuelas se nos dieran mensajes similares al anterior, y los maestros estuviesen intentando encarnarlos, estaríamos cambiando los cimientos de nuestra sociedad hacia una cultura en la que las personas estarían dando lo mejor de sí. En este mundo compartir nuestros sueños con los demás sería la mayor riqueza, todos vivirían desde su dignidad de grandes creadores y la hermandad sustituiría a la competitividad. Entonces, podríamos hablar de auténtico progreso.
Cuenta Chang que cuando tenía cuatro años se subió al tejado de su casa a contemplar las estrellas… fue su primer paseo espacial. Esta vivencia probablemente preparó a su mente para dejarse conducir por su corazón, tal vez comprendió que la sabiduría que vive en él es superior a cualquier conocimiento, a cualquier pensamiento. La cuenta atrás había comenzado… contemplaría aquellas mismas estrellas desde el propio espacio exterior… nada le podría impedir ser astronauta… Así es la fuerza de los sueños, imparable…
Dejemos ahora que el propio Chang nos hable de sus vivencias:
Entrevista en 'La Contra' de 'La Vanguardia' realizada por Ima Sanchís (2-3-2011)
60 años. De nacionalidad estadounidense, nací en San José de Costa Rica y vivo entre Guanacaste y Houston. Casado, 4 hijas. El planeta sufre el peso de la humanidad, tendremos que salir al espacio. Soy creyente. Me interesa más cómo funciona el universo que quién lo hizo.
Sí, he estado ahí fuera, solo, lo único que te separa del vacío es el fino visor de la escafandra del casco. Hay momentos de temor, cuando el vehículo entra en la parte oscura de la Tierra.
¿Y el planeta desaparece?
... Y te invade la sensación de soledad. Piensas que tal vez te han abandonado flotando en el vacío y rodeado de estrellas.
¿Le cambió esa sensación?
Sí, el mundo visto desde el espacio se ve tan tranquilo que es inevitable no entristecerse por las guerras que están ocurriendo.
Pues mandemos al espacio a esos que llaman a las víctimas daños colaterales.
Yo no me siento ciudadano de un país, sino de un planeta. Todos somos astronautas, vivimos en una nave espacial que es nuestro planeta. Algún día la Tierra será el parque natural de la humanidad, un lugar bonito al que regresar para ver nuestras raíces y no un lugar destrozado e irrecuperable. El espacio es la supervivencia del ser humano.
Que un latino llegue a ser astronauta no es algo común.
Yo salí de Costa Rica con el deseo de serlo a los 18 años, cuando la exploración espacial estaba en pañales. Pero cuando era niño ya era astronauta: volcaba unas sillas en una caja de cartón y me sentaba a hacer la cuenta atrás, y visitaba otros planetas.
¿A qué se dedicaba su padre?
Era capataz, no había ido al colegio. Éramos una familia de clase media. A mí me costaba el estudio y fui rebelde: contracultural, contra la guerra de Vietnam, pacifista... Nunca fui nada especial, yo iba con la masa.
¿Y cuándo empezó a ser especial?
Nunca, simplemente era testarudo, quería ir al espacio y ser científico a pesar de no ser un buen estudiante. He tenido suerte, llegué a EE.UU. cuando era el país de las oportunidades, con 50 dólares en el bolsillo y sin hablar ingles, y hubo mucha gente que me ayudó. Trabajé duro y conseguí una beca.
¿En qué ha fracasado?
De niño tuve problemas en secundaria, luego con mis padres. Cuando llegué a EE.UU. me costó muchísimo aprender el idioma. La primera universidad a la que postulé no me aceptó, y suspendí mi primer intento de doctorarme. Tuve dificultades, pero siempre un fracaso trajo un resultado mejor.
¿Qué ha aprendido?
Que uno tiene que ser persistente, tener fe y optimismo. Ahora estoy en un nuevo capítulo de mi vida, acabo de salir de la NASA y he creado mi propia empresa, otra aventura.
Transporte espacial a alta velocidad. Sí, he patentado un motor de plasma que permite reducir el tiempo de vuelo. Si para ir a Marte invertimos siete y ocho meses, con la tecnología Vasimr llegaremos en mes y medio, a 55 km por segundo. Cuanto más lejos vamos más rápido podemos ir.
¿Dónde viviremos?
Probablemente en la próxima década estableceremos bases en la Luna y en la década de los 30 ya estaremos en Marte, cuya atmósfera nos permitirá hacer invernaderos de plantas que produzcan oxígeno y alimentos. Habrá colonias autosuficientes. Luego colonizaremos las lunas de Júpiter.
Pero no hay un planeta tan bonito como la tierra.
En nuestro sistema solar no, pero se han descubierto cientos de planetas orbitando las estrellas más cercanas y esperamos que haya abundantes planetas como la Tierra. Vamos a esparcirnos por todo el universo.
¿Y los extraterrestres qué opinarán?
La vida es la norma, no la excepción, y probablemente hay vida más avanzada que la nuestra y vida menos avanzada, la cuestión es: ¿seremos capaces de respetarlos?
¿...?
¿Ha visto Avatar?
Esperemos que no volvamos a cometer los mismos errores que ya cometieron los españoles con los indígenas. Sus hijos o los hijos de sus hijos tendrán que lidiar con eso. Esas son las cosas que uno se plantea cuando está en el espacio.
No todo es bonito desde allí arriba...
La Tierra está cubierta por una capa de chatarra: miles de satélites muertos. Los que están en órbitas polares son peligrosos, todos se encuentras en el polo y hay una gran posibilidad de choque. Cuando lo hacen crean un enjambre de fragmentos que vuelan a hipervelocidades, como balas, y que chocan con otros satélites y los destruyen.
¿Pretende usted limpiar el universo?
Sí, con el Vasimr. Quiero bajar esos satélites para que se quemen con la atmósfera de la Tierra o lanzarlos al Sol.
¿Y convertir el Sol en el vertedero cósmico?
El Sol absorbe todos estos materiales, los desintegra y se convierten en elementos, como en la tabla periódica: oxígeno, hierro, platino... y se integran en el Sol, una especie de reciclaje cósmico.
¿Qué estimuló su imaginación?
Una noche, a los cuatro años, desperté a mi hermana, que tenía seis, y subimos al tejado de casa a comer naranjas y mirar las estrellas. Mis padres nunca se enteraron. Los niños son exploradores natos, son los adultos los que comienzan a cerrarles las puertas, y, así, acabamos encajonados.
No es su caso.
Hoy no me aceptarían en la carrera que elegí, mi nota de corte sería insuficiente. Si a uno le cortan el camino jovencito se pierde mucho talento por el camino, cada uno tiene su tempo. Dejémosles perseguir sus sueños, que nadie les diga que no se puede.
Un crack
Es un privilegio que los estudiantes puedan escuchar en el Parc Científic de la UB a este doctor en Ingeniería Nuclear que ha hecho tres caminatas espaciales de 16 horas y que cuenta con sensibilidad e inteligencia para aprender humanamente de ello; que se ha reinventado a los 54 años creando la Astra Rocket Company, un laboratorio con sede en Houston y en Costa Rica, no se olvida de sus orígenes, donde diseña y produce motores espaciales que revolucionarán el futuro. Un hombre de origen humilde que destina parte de su dinero y de su tiempo a ayudar a los niños más pobres de su tierra y a que las drogas no acaben con las mentes jóvenes. Nadie llega a nada sin la ayuda de otros.
Franklin Chang está ahora embarcado en una nueva aventura, intentando que nuestros sueños de viajar por el sistema solar se puedan hacer realidad. Ha creado una compañía que está diseñando un motor de plasma que reduciría de forma importantísima los tiempos de viaje y también los costos económicos, dos factores vitales en la exploración espacial. Dejemos que este hacedor de sueños nos lo explique de viva voz: