Dicen que el calor reblandece el cerebro. Supongo que será verdad, por lo menos a mí me ocurre. Cuando hace mucho calor busco un escondite, debajo de cualquier piedra si es preciso, donde haya algo de sombra y haga fresco, antes de entrar en combustión espontánea por los calores traicioneros sobrevenidos propios del desierto de Gobi (yo es que debo tener algún gen esquimal, eso de los calores lo llevo fatal).
Entiendo que en estas circunstancias es difícil hilvanar un pensamiento más o menos coherente, la mente está más en un polo de limón que en intentar convencer a alguien de cualquier cosa y más aún de que se definan. Fijo que nuestros flamantes candidatos han pensado, en algún momento, en una jarra fresquita en un chiringuito playero los unos y otros en una Caipirinha en cualquier playa del Caribe, que para eso también hay clases. Lo entiendo, pero ellos se lo han buscado por no hacer nada el 20D, yo aspiro a una cervecita fresquita en pantalón corto en la plaza, no me llega para el Caribe (resignación).
El otro día comentábamos por estos cibermundillos de dios que eso de montar unas elecciones en pleno calor achicharrante no podía traer nada bueno más que nada porque ya veremos como hacemos eso de salir de la playa para ir a votar y volver. Igual tendremos que colocar a la entrada del colegio electoral un cartelito de esos de prohibir entrar sin camiseta o con los piés mojados, como en los chiringuitos aunque una opción es llevar las urnas a las playas y piscinas. También decíamos que el comportamiento de los candidatos se resentiría por eso de que el calor altera las neuronas y veríamos un debate del mismo nivel que Bob Esponja así es que no podíamos esperar nada edificante y más después de los lamentos de Rivera porque Évole le había apagado el Aire Acondicionado (convendría recordar al señor Rivera que en el mes de agosto, en los andamios, tampoco funciona el aire y no se queja nadie). No nos equivocábamos, el debate se limitó a contarnos lo que ya sabíamos. Que a pesar de que las cuentas siguen sin salir, pactar habrá que pactar vete a saber como y que nuestras opciones políticas no se han movido demasiado. Podrían disfrazarlo moviendo los brazos o con cucos cartelitos en carton pluma pero el lunes por la noche vivimos un Dejà Vu con una sola diferencia, estaba (en apareciencia, porque no descarto que enviasen un clon) el presidente en funciones que al final de la corrida consiguió, milagrosamente, escapar vivo del linchamiento sin hacer nada que no fuese leer las cositas que le habían escrito con ayuda de su cara dura como un frontón de pilotaris de Guernica. Todo porque Sánchez se obsesionó con Iglesias hasta límites paranoicos mientras los otros dos se ocupaban en meterse los dedos en los ojos mutuamente, sin que ninguno esclareciese nada más allá de lo dicho y sin hacer nada para que a los indecisos les diesen unas ganas locas de salir a votar con la papeleta en la boca. Más bién al contrario, se me cayeron los palos del sombrajo al ver como los candidatos escurrian el bulto al ser preguntados por una de las mayores tragedias que vivimos en este país, la violencia de género.
Mal asunto, una vez más lo del debate nos ha salido rana, más vistoso que el anterior y puede que con algo más de griterío pero como decimos en mi tierra para referirnos a cuando no sacamos nada de provecho de algo… “de forment ni un gram”. No sabría decir quién ganó ni quién perdió porque para ganar hace falta esforzarse mucho más en machacar al rival y para perder no basta con perder, se ha de demostrar que se pierde con ganas.
De todo esto, lo que si resultará un esfuerzo que espero sepan reconocernos, es el hecho de que a pesar de los calores no podemos permitirnos aplatanarnos el 26J, nos jugamos demasiado como para quedarnos bajo la sombrilla. Nos hará falta meter la cabeza en un cubo con hielo para mantenerla fría pero hemos de ser conscientes de que nos jugamos nuestro futuro en un triple salto mortal sin red.