TRADUCCIÓN: Elena de Grau Aznar AUTOR: Helga SchneiderEDITORIAL: Salamandra (Círculo de Lectores)ISBN: 978-84-7888-795-8
PAG: 160
PRECIO: 11€
CONTRAPORTADA:En 1998, Helga Schneider recibió una carta en la cual se le suplicaba que fuese a visitar a su madre nonagenaria, quien, al encontrarse gravemente enferma, estaba internada en una residencia en Austria. Incapaces de abandonar la lectura, asistimos a un crudo enfrentamiento dialéctico entre dos personas que luchan por salvarse a sí mismas, una intentando recuperar a su hija y la otra procurando romper el vínculo que la une a un ser de moral repugnante. Reconocido por la crítica como un auténtico ejercicio literario, Déjame ir, madre es un extraordinario testimonio, tanto humano como histórico, de un profundo dolor que subyace en la tragedia colectiva que supuso la existencia del Tercer Reich.
Este es uno de esos libros que te deja el cuerpo “raro” cuando acabas de leerlo. Suele ocurrirme con los libros que tratan historias reales, pero que además son historias duras de contar, lo que hace (casi automáticamente) que admire mucho más a quien ha tenido el valor de escribirlos, porque sinceramente si yo hubiera estado en el caso de esta mujer creo que no habría sido capaz de hacerlo.
Helga y su hermano Peter después de la guerra
En 1941 Helga Schneider fue abandonada (porque no hay otro modo de llamarlo) por Traudi, su madre, cuando tenía cuatro años para formar parte activa del nazismo ingresando en la organización de Heinrich Himmler. Un día preparó su maleta y dejó a la niña sola en casa al cuidado de un hermano de dos años. Le ordenó dejar de llorar y esperar a que llegara su tía a buscarlos y no volvió a preocuparse por ellos nunca más. Pero en el año 71, cuando Helga ya está casada y tiene un hijo, siente que debe buscar a su madre y presentarle a su nieto, pero la persona que encuentra es exactamente la misma que la abandonó, un ser incapaz de sentir el más mínimo cariño ni por su hija ni por su nieto y ante esa demostración de indiferencia y de orgullo por su pasado nazi, Helga decide marcharse y no volver a buscarla nunca más, pero cuando menos se lo espera (en el año 98) recibe una carta de la única amiga que tiene su madre, recordándole que ésta pronto cumplirá los 90 años y que no estaría de más que le hiciera una última visita antes de que eso ya no sea posible.
Aunque Helga no sabe por qué muy bien, decide ir a Viena y en compañía de su prima Eva, visitar a su madre en la residencia de ancianos en la que está ingresada. Ya es demasiado mayor y comienza a perder de vez en cuando la cabeza (aunque en mi opinión de forma ligeramente selectiva).
Este libro es el relato de esa visita, de las sensaciones que dejaron en la autora, que se acercó a su madre haciendo un enorme esfuerzo por entenderla, y volvió a encontrarse con una mujer insensible, que al principio no la reconoce, que siente "vergüenza" por tener una hija tan vieja, pero que sin embargo no olvida todos los trabajos que realizó bajo el mando de los nazis y con los que se llena la boca al recordar.
Alternando los recuerdos de Traudi con textos extraídos de una declaración jurada de Rudolf Hoess, donde habla de sus métodos de selección de judíos para exterminarlos o para utilizarlos como cobayas, asistimos al esfuerzo que hace Helga por intentar comprender a esta madre que no sólo no se arrepiente ni un solo instante de todo lo que hizo, sino que, como en muchos libros que tratan sobre este tema, se justifica diciendo que era lo que les ordenaban hacer, aunque ella además creía en lo que hacía.
Es un tira y afloja entre madre e hija, la madre intentando recuperar en unas horas a una hija de la que no se ha preocupado en 60 años, deseando oír como la llama “Mutti” o que la bese en la mejilla, y la hija intentando desvincularse de ella, sintiendo horror al oír hablar a su madre, porque si resulta espantoso leer el diario de Hosse, todavía resulta más terrible escuchar de boca de una anciana las respuestas a las preguntas que Helga no puede evitar hacerle sobre su estancia en los campos de concentración, cuando le pide que le detalle los trabajos que realizaba como ayudante de los médicos en aquellos experimentos. Es como si al escuchar esos detallados recuerdos le fuera más fácil odiarla.
Helga Schneider
Leyendo he sentido en todo momento la frialdad de Traudi, aunque al igual que Helga, cuando la anciana realmente parece no recordar y se comporta tan sólo como eso, como una anciana, me ha dado algo de pena, hasta que rápidamente volvía a sus “años dorados” y a sus horribles recuerdos. Ni qué decir tiene que con quién más simpatizas es con Helga, con su dolor, su pena, su vergüenza. Entiendes las náuseas que siente antes de poner un pie en la residencia y enfrentarse a su madre por última vez y comprendes que quiera desvincularse de ella, porque nada de lo que su madre le diga podrá justificar el abandono al que sometió a sus hijos por culpa de una guerra y lo que es peor, los experimentos en los que participó.La historia es sobre todo tristísima. Estar delante de tu madre después de haberla visto dos veces en casi 60 años y confirmar que sigue sin tener piedad, que no sólo no se arrepiente lo más mínimo de todas las atrocidades que se cometieron en los campos de concentración donde trabajó y en las además colaboró, sino que además está orgullosa de ello, debió partir el corazón de Helga y fulminar la más mínima chispa de esperanza que hubiera podido albergar cuando decidió viajar a Viena.
“- ¿Con qué ojos crees que puedo mirar a una madre que fue celadora en Birkenau?- Bueno, hija mía – no vacila ni un segundo-, te guste o no, no me arrepiento de haber pertenecido a las Waffen-SS, ¿está claro?Está muy claro, madre, no tenía ninguna duda.- Y entérate bien –prosigue con agresividad-, yo me presenté voluntaria a uno de esos campos. ¿Y sabes por qué? Porque creía en ello. Creía en la misión de Alemania: liberar a Europa de aquella… aquella raza repugnante.Un libro que a pesar de ser breve no necesita ni una sola hoja más para relatar toda una vida porque tiene tanta fuerza en la narración que consigue atraparte desde el momento que lees la cita elegida por la autora para el comienzo del libro “el odio siempre me ha sido ajeno” RUDOLF HOESS (comandante del campo de exterminio de Auschwitz).
Además gracias a que está escrito de una forma tan ágil, aún parece más corto de lo que es.
Sobrecogedor, impactante, estremecedor, dramático. El encuentro entre dos mujeres que en realidad no se conocen en absoluto. La historia de una nazi convencida, con una fe ciega en Hitler y las consecuencias que ello tuvo en su familia y la de una niña que creció sin su madre, pero valiente y sobre todo honesta a la hora de contarnos qué sintió durante la visita a su madre. Imagino lo duro que debió resultarle a la autora empezar a escribir la primera palabra de este libro. Ha sido una gran lectura indudablemente.
Fotografías utilizadas:
- de la autora: http://losladronesdelibros.blogspot.com/2010/06/la-baracca-dei-tristi-piaceri-de-helga.html
- de la autora y su hermano siendo niños: http://www.helgaschneider.net/?page_id=1229