Por: KURILONKO.
Déjame llorar, sólo déjame llorar-le dijo- en un intento débil e inútil, agotadas las fuerzas y voluntad por superar a manotazos los embates torrentosos del río que le crecía y embargaba y asfixiaba a ratos. La contempló, pequeña, sufriente como ella sola y como infinitamente sola sabía que se sentía. ¡ Qué no habría dado por hacerse con parte de ese dolor, tomar algo sobre sus hombros, aliviarla con la desmesurada carga que había acabado por derrumbarla! Sólo podía ser su testigo, sin embargo. Inútil pretensión: por mucho amor que se tenga, es imposible ocupar el lugar del otro y eso, no tiene vuelta ni admite interpretaciones. No había palabras en alguna parte, ni poeta, declamador o sabio que pudiera poner un bálsamo de consuelo sobre sus heridas, antiguas y nuevas. De nada sirven los abrazos ni besos ni la sinceridad en los ojos al decir " te amo" El llanto, su llanto, lo relega todo a un segundo plano; sólo las lágrimas y los sollozos apagados dominan, subyugan, se hacen fuertes, gigantes hasta oscurecer el sol, imponen sus tiempos y condiciones. Le dolía inmensamente verla y sentirla así, entregada inerme a esa pena profunda, desgarradora en su inconmensurable potencia. No sabía qué hacer, menos cómo. A este dragón no tenía cómo vencerlo a pesar de su resolución - pensó con amarga certidumbre. Su armadura y lanza se le antojaban ridículamente endebles ante tamaña mole y ferocidad y su corcel, famélico.
" Cuando niña, cuando joven, cuando mi mundo se derrumbaba a pedazos una y otra vez, cuando lo terrible golpeaba mi puerta derribándola e invadía cada rincón del cuarto, lloraba; me escondía a llorar, sola, tratando de que nadie me escuchara en medio de la soledad afectiva en que crecí. Déjame llorar, Ari, no te preocupes, esto pasará, sólo quedará una cicatriz más, una sombra más, eso es todo; el mundo, todos los mundos seguirán girando"
© La Consulta de Kurilonko 2016.-