Hace más de 15 años que llevo siguiendo la evolución de una colonia de Aviones zapadores (Riparia riparia) que se localiza en un talud arenoso a las afueras de Oviedo. No es un lugar especialmente glamuroso, no está en la ribera de un río ni en un cortado en el claro de un bosque, está en un camino al lado de una carretera, pero a los aviones no parece que les importe demasiado.
Los aviones zapadores para establecer sus colonias necesitan una pared vertical con un sustrato lo suficientemente blando para que puedan excavar los túneles con la ayuda de su pico y sus patas, pero tampoco desprecian los tubos de desagüe de los taludes de carreteras, escolleras y vías de tren.
Volviendo a la colonia de Oviedo, ya quedan lejos los años en los que criaban cerca de 100 parejas y año tras año, su número se ha reducido hasta las 14 parejas que criaron este año. Los taludes se han ido cubriendo de vegetación y muchos de los nidos se han ido cerrado con el paso del tiempo.
El pasado viernes, los adultos se afanaban en capturar insectos para cebar a los pollos, que ya grandes les esperaban en la entrada del nido. Aún así, como es frecuente en muchas especies, hay bastante desfase entre las distintas parejas, y en otros nidos, los pollos aún debía ser pequeños porque los padres entraban hasta el fondo del túnel para cebarlos.
En uno de los nidos, los pollos, completamente emplumados, ya se aventuraban a hacer algunos vuelos, aunque regresaban al nido al poco tiempo. Dentro de unos días lo abandonarán para siempre y aunque seguirán siendo cebados por los padres durante un tiempo, pronto serán independientes y emprenderán su primer viaje hacia África para pasar el invierno. Esperemos que tengan suerte y dentro de un año regresen para reproducirse.
Las poblaciones de aviones zapadores, así como otras especies de hirundínidos como los aviones comunes y roqueros y las golondrinas comunes, están sufriendo un alarmante descenso en los últimos años. Entre los factores que se apuntan para explicar el declive de estas especies y de otras muchas aves, está el descenso de la población de los insectos de los que se alimentan, ya sea por el uso indiscriminado de pesticidas como por los cambios en los usos agrícolas. La historia descrita por Rachel Carlson en su libro "La primavera silenciosa" se repite de nuevo.
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