Siempre nos han enseñado que debemos guardar aquello que es muy valioso. De niños nos enseñan a cuidar nuestros útiles escolares, ya de “grandes” a cuidar nuestros objetos de valor como el teléfono celular, las joyas o algún artículo tecnológico de última generación…Siempre hemos aprendido que aquello que es importante se debe retener. Sin embargo, me parece que “alguien” nos ha enseñado que las cosas no son tan así, al parecer también habría ganancias en soltar.
Hace pocos instantes me enteré del fallecimiento de una joven que conocí desde que ella era una niña, si bien nunca fuimos amigas cercanas, siempre supe de su vida y de las cosas que hacía porque teníamos mucha gente en común. Hablando con uno de sus amigos más cercanos en este día, reflexionábamos sobre sus deseos de que permaneciera más tiempo con vida, pero también llegábamos a la conclusión de que una de las muestras más grandes de amor que podemos dar también es el dejar ir…dejar partir…soltar.
Créanme que sé que no es para nada fácil, y créanme que no es algo que se me haya ocurrido a mí. Hace más de dos mil años a “alguien” se le ocurrió este principio de vida y con el sólo hecho de evidenciarlo, cambió el rumbo de la historia de nuestras vidas y el de la humanidad. Este “alguien” fue Dios, quien entendió que la muestra más grande de amor y más duradera que nos podía dejar era el dejar ir a Su hijo Jesús, dejarlo partir, soltarlo… Y es que Dios, en su infinito amor, comprendió muy bien que no sólo reteniendo se demuestra el amor, también se demuestra entregando, dejando partir. Me impresiona cómo opera la lógica divina, cómo muchas veces ganamos perdiendo algo, es paradójico, pero es un GRAN principio que cuando logramos entenderlo, cambia nuestra vida.
Este principio se puede transferir a todas las áreas de nuestra vida, dejar ir a un amigo que amamos pero que tal vez no nos hace bien; dejar ir a un novio a un gran amor porque nos damos cuenta que no es lo que Dios quiere para nosotros; soltar un gran sueño que nos separa de los grandes sueños que Dios tiene para nosotros; dejar un mal hábito que no aporta en el desarrollo de una vida plena…todas estas renuncias o todos nuestros “dejar ir” demuestran también que hay algo o a alguien que amamos tan intensamente que permitimos que llegue o alcance aquello que sueña con todas las fuerzas de su corazón.
La muerte puede parecernos una gran pérdida, tal vez no tanto para quienes creemos que después de la muerte viene una vida renovada y glorificada, pero de todas formas dejamos de ver a alguien a quien queremos o nos interesa; lo más poderoso de la muerte es que es una oportunidad para demostrar nuestro amor. A veces deseamos retener en este mundo hasta las últimas consecuencias a quienes amamos, pero hay un momento en que debemos dejar ir, y ése es nuestro mayor acto de amor, porque sabemos que quien deja de ser parte de este mundo, ya es parte de uno mucho mejor. Amar es cuidar, proteger y abrazar, pero amar también es permitir que quien amamos despliegue sus alas y le muestre al mundo sus verdaderos colores…
Autora: Poly Toro
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