El sentimiento de culpa es universal, o casi. ¿Quién no se ha sentido culpable alguna vez? Pero en nuestra sociedad materialista y compulsiva se trata de camuflar tal sentimiento. A la postre, casi todo está permitido, y lo que no está se zanja en los juzgados aplicando las leyes correspondientes. "Sentirse culpable" por algo que hemos hecho mal nos sitúa en el plano de humildad y de humanidad. Yo puedo decir: ¡No he hecho las cosas bien!, de esto no cabe ninguna duda; sin embargo, a renglón seguido, llego a la conclusión: ¡a pesar de todo me esforcé por hacerlas bien!
Aquí establezco una clara diferencia existencial. Si me quedo en la culpabilidad, sin más, paso a ocupar el sótano de mi personalidad, el lugar de las sombras, el espacio que acaba de llenarse de remordimientos, temores y pensamientos auto destructivos. Por tanto, doy el paso siguiente: "me esforcé por hacerlas bien". Esta es la clave.
A veces cometemos errores, o muchas veces, o casi siempre... Somos humanos. Se trata de la actitud moral que acaba por distorsionarse. Se trata del pecado, utilizando un criterio religioso. "Somos pecadores"; pero estos pecados, estas distorsiones morales, estas actividades que nos llevan al error, a la comisión de injusticia contra uno mismo y contra los demás, puede revertirse con un acto de voluntad por cambiar. Entonces nos arrepentimos, dejamos atrás la culpa y seguimos caminando.
Arrepentirse implica pedir perdón a los demás, perdonar también a los demás, y perdonarnos a nosotros mismos. Este tercer criterio es el más difícil de superar.Solicitar perdón a los demás es relativamente sencillo. Basta con abandonar nuestro orgullo y vanidad, y ser humildes. A veces no es posible pedir perdón por razones prácticas: la persona o personas agraviadas no están localizables, o no quieren hablar con nosotros, o se muestran enfadadas, esquivas y desconfiadas y el diálogo se vuelve imposible (algo lógico, por otra parte). En estos casos lo mejor es seguir nuestro camino sin insistir ni forzar la situación. Lo que cuenta es la intención del corazón y la caridad. Si en nuestro fuero interno el arrepentimiento y la petición de perdón se han instalado, lo demás no deja de ser algo secundario.
Perdonar a los que nos han agraviado, insultado, engañado, etc., es aún más fácil, por complicado que resulte el asunto a perdonar, pues depende exclusivamente de nosotros, no de terceros. Rige el mismo criterio que el anterior: la humildad. Perdonarnos a nosotros mismos implica ejercer la autoestima, quererse a uno mismo. Este aspecto es más complicado, a pesar de lo que podamos ver por ahí. Arrastramos la culpa, a veces hasta el punto de provocar en nosotros actitudes y comportamientos aún peores que los hechos del pasado. Hay que desarrollar una crítica constructiva y comprender que la culpa permanente constituye en sí misma una disfunción patológica. En efecto, no se puede vivir instalados en esa culpa. Las tradiciones religiosas son unánimes al respecto : cuando estamos arrepentidos de una mala acción y pedimos perdón a Dios, obtenemos dicho beneficio. Las tradiciones no teístas, como el budismo, tienen argumentos similares. Y ya no hay que hablar más del tema ni recordarlo constantemente, pues hacerlo implica someter nuestra mente a una tortura insoportable que acabará por arruinarnos la vida. Cabe, por tanto, dejar atrás esa culpa y pensar en aquello para lo que hemos venido a este mundo que aún –por la razón que sea- no hemos podido hacer. Aquí entra en juego la edad que tenemos. Tal vez he hecho casi todo y no tenga mucho más que hacer. Simplemente pasear o disfrutar del silencio, o mirar el paisaje que tengo delante de mí, o contemplar la caída del sol en la plaza mayor de mi ciudad. Esto en definitiva es lo de menos.
Tilopa, un maestro hindú, ofrecía seis consejos que son muy útiles para este propósito de superar la culpa :
1. No recuerdes : Deja ir lo que ya pasó.2. No imagines : Deja ir lo que pueda venir.3. No pienses : Deja ir lo que sucede ahora.4. No examines : No trates de interpretar nada.5. No controles : No trates de hacer que algo suceda.6. Descansa : Relájate, ahora.
En clave teísta, Dios nos ha creado en un silencio inviolado ; pero después el mundo hizo irrupción y nos invadió, cubriendo la presencia de la Divinidad. Este ruido generado por el mundo tiene tres anclajes : los recuerdos, la curiosidad y las inquietudes. Si paralizas todo eso y te despojas de sus efectos, llegas a la Contemplación. Ahí ya no hay culpa posible, pues quien está instalado en tal abandono ha vaciado su ser para dejarse llenar por lo único que merece la pena : Dios.