Apegos feroces, de Vivian Gornick
Gremio de Libreros de Madrid... me temo que no tenemos el mismo criterio. Ya me decepcionó "Intemperie" de Jesús Carrasco hace unos años. Es un libro repleto de descripciones de campo agreste: que si la hojarasca, que si el frío, que si las rocas, que si por favor que alguien diga algo en este libro que me aburro, ¿es que los personajes son mudos? Pues bien, "Intemperie" recibió el premio del Gremio de Libreros 2013. El premio del Gremio de Libreros 2017 lo consiguió "Apegos feroces":
Al menos no hay descripciones de tortuosos campos secos, más que nada porque está ambientado en Nueva York. La historia de Gornick es un repaso de sus recuerdos, marcados por la relación con su madre. En ningún momento me enganchó, quizá por la falta de un hilo, una trama principal más allá de "estos son mi recuerdos, ahí van" o quizá por el estilo al escribir de Gornick: Veo la imperiosa cualidad del propósito de Nolde, la concienzuda paciencia con la que las flores lo mantienen absorto, la clara y concentración del artista en el sujeto. La veo. Y pienso: es la concentración la que otorga intensidad a la obra. El espacio que hay en mi interior aumenta de tamaño. Ese rectángulo de luz y aire que hay en mi interior, donde el pensamiento se esclarece, el lenguaje brota y la respuesta se vuelve inteligente, ese famoso espacio rodeado de soledad, ansiedad y autocompasión se abre de par en par mientras contemplo las flores de Nolde.
Vivian, hija, qué redicha eres. Pero este libro me lo leí enterito. Eso sí, la próxima vez que lea en la faja de una portada "premio del Gremio de Libreros de Madrid", huiré, les voy a considerar mi termómetro lector.
Lo que aprendemos de los gatos, de Paloma Díaz-Mas
Este libro me lo regalaron por razones obvias: el gato de la portada es idéntico a mi Simón. Si no fuera porque mi gato sólo sale de casa para subir al quinto piso, curiosear durante diez minutos y luego bajar otra vez corriendo a casa, diría que es él.
Los dueños de gatos, como los dueños de perros o los aficionados al crossfit, podemos estar horas hablando de nuestro amor. Díaz-Mas ha tomado toda esa pasión gatuna y ha escrito un libro con ella. Cuenta algunas cosas interesantes, incluso emocionantes (como lo difícil que es acostumbrarse a la falta de tu mascota cuando muere), pero sin ninguna trama que sirva de armazón a toda esa sapiencia felina. El libro es muy corto, 120 páginas, y está bien escrito, pero se queda en una suma de anécdotas que sólo los cat lovers apreciamos. Y también me lo leí entero.
El zoo de papel, de Ken Liu
"El zoo de papel" es un compendio de quince relatos del autor de ciencia ficción y fantasía Ken Liu. Cuando llevaba siete relatos me planteé seriamente dejar el libro, pero entonces leo en la contraportada (otra manía: nunca leo las contraportadas, prefiero saber lo menos posible) que un crítico, que ni sé quién es, recomienda muy mucho el cuento que da título al libro y resulta que es el relato número ocho, el siguiente, así que me lo leo. El crítico tiene toda la razón, "el zoo de papel" es precioso, delicado y adorable como una figurita de origami. Así que sigo leyendo... y decido dejar el libro en el relato número nueve.
Liu tiene ideas muy interesantes que desarrolla como si fueran la sinopsis de una película: sin profundizar en los personajes, tirando de alguna frase hecha aquí y allá ("déjenlo marchar, en realidad es a mí a quien quieren"), de tópicos (que si la bella prostituta, que si la policía obsesionada por la muerte de su hija...) y de momentos supuestamente poéticos que me suenan falsos:
Cuando está desnuda y sola con sus recuerdos, desamparada ante la ráfaga de odio al rojo vivo (¿contra aquel hombre?, ¿contra ella misma?) y furia helada, en ese negro abismo sin fondo que es el castigo que debe sufrir.
A estas alturas pensaréis que llevo una racha terrorífica de lecturas en el cercanías. Pero no es así, porque también he leído un libro tan bueno, pero tan tan tan tan bueno, que podría leer los ganadores de todas las ediciones de los premios del Gremio de Libreros de Madrid el resto del año:
Tenemos que hablar de Kevin, de Lionel Shriver
Pero al mirar atrás, no puedo menos que reconocer que cuando más intenso era el amor que despertaba en mí nuestro hijo, era cuando no lo tenía delante.
Una madre reflexiona y recuerda: cómo decidió junto a su marido que serían padres, cómo fue el embarazo, cómo enfrentó la depresión posparto posterior, cómo empezó a notar que algo extraño que pasaba a su hijo Kevin... hasta que Kevin cumple dieciséis años y mata a sangre fría a varios compañeros de clase y una profesora. Todo trufado (¿trufado?, ¿he dicho trufado? Soy más redicha que Vivian Gornick) de reflexiones sobre las relaciones madre-hijo, la naturaleza de Kevin, los límites del bien y el mal e incluso la política americana. Es un libro tan profundo, tan estremecedor, que lo mejor es que leamos a Shriver:
Aunque la doctora Rhinestein me brindó lo de la despresión posparto como si se tratara de un regalo, convencida, al parecer, de que el mero hecho de que te digan que eres una desgraciada ha de animarte, yo no pago a los profesionales para que me vengan con obviedades, con simples descripciones. Aquello, más que un diagnóstico, era una mera tautología: me sentía deprimida después de nacer Kevin porque su nacimiento me había deprimido. ¡Gracias por tan brillante explicación!
Cuando le ocultábamos a Kevin nuestros misterios adultos porque era un niño, ¿acaso no le estábamos prometiendo implícitamente que llegaría un día en el que se descorrería la cortina para revelarle... qué? Pero lo único que no se había imaginado nunca Kevin era que no estuviéramos escondiéndole nada. Es decir, que al otro lado de nuestras estúpidas reglas no hubiera nada, absolutamente nada.
...Me dijo que yo tal vez lo pasara peor que cualquiera de los otros padres. Rechacé esa idea. "No sería justo", le dije. "Después de todo, aún tengo a mi hijo." Y entonces dijo algo que me impresionó profundamente: "¿De verdad?" ¿De verdad lo tienes?" No contesté, pero le agradecí su amabilidad.
Y vosotros, ¿cuáles son vuestras manías lectoras?, ¿prestáis libros alegremente?, ¿sois capaces de dejar un libro a medias sin cargo de conciencia?
