La agitación que sufre este país, desde las entrañas de la Tierra en la isla de El Hierro, pasando por las trombas de agua que anegan cada año el Levante y acabando en los botes de los seguidores del PP en Génova, en la calle Génova, hacen presagiar un 2012, aquel que alguien calificó como el del fin del mundo, movidito.
En los muros de Facebook, en los timelines de Twitter, pareciera que las elecciones generales del domingo pasado han enturbiado el panormama más de lo que los mercados y la prima de riesgo habían hecho ya.
Y no es verdad, ya todo estaba embarrado y gris.
Estoy saturado de todo este sinsentido, de titulares a cinco hablando de cosas que nadie que conozco es capaz de explicar, de colas interminables en la oficina del paro, de recortes insoportables en la cultura y en la sanidad, de críticas a Rajoy (pero si la mayoría ha apostado por él), de recriminaciones a Zapatero, de lástimas a Rubalcaba.
He decidido entrar en un ostracismo voluntario, no participar, no leer nada, incluso hay días que no quiero ni hablar con nadie. ¿Habrá mucha más gente sufriendo lo mismo que yo?
Cada mañana me levanto con dolor de cabeza. Por favor, déjenme en paz.