Del especial a Raúl González Tuñón (http://www.superchatarra.com.ar/edanteriores/diciembre2002/NUEVO1202.htm) vamos a recordar la nota sobre el Paseo de Julio, como mera excusa para recordar uno de sus mejores poemas.
En épocas de la colonia, la calle Leandro N. Alem era el llamado Paseo de la Alameda, orilla hasta donde llegaba el río. Por ese caminito costero, se paseaban los porteños. Luego, el río se fue alejando con las expansiones del puerto. Ya con el nombre Paseo de Julio, en los años '20 se daba en esa calle una mezcla lumpen de marineros, gente de avería, prostitutas y freaks, cóctel tan amenazador como atractivo para un joven de esos años.
"Del Viejo Paseo de Julio, hoy avenida Leandro N. Alem, sólo quedan las típicas recovas y uno que otro fondón. En el tramo que va de la calle Bartolomé Mitre a la avenida Córdoba, tuvo su auge en los años veinte -y hasta 1932- la más intensa actividad diurna y nocturna” recordaba el poeta Raúl González Tuñón. “En los insólitos comercios de toda índole abundaban los salones de novedades en cuyo hall había máquinas con ranura. Mediante veinte centavos y girando la manivela podían verse paisajes de lejanos países, fotografías de artistas, postales más o menos pornográficas, etc. En el interior se ofrecían espectáculos de variedades, a veces esbozos de lo que hoy se llama strip-tease, toda clase de fenómenos trucados y se exhibían fenómenos: la mujer barbuda, la mujer más gorda del mundo, el tipo más enano, el más alto, etc. Ese clima alucinante inspiró este poema de adolescencia".
El poema es “Eche veinte centavos en la ranura” y todo el post es una mera excusa para recordarlo:
Imágenes del viejo Paseo de Julio
A pesar de la sala sucia y oscura
de gentes y de lámparas luminosa,
si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos en la ranura.
Y no ponga los ojos en esa hermosa
que frunce de promesas la boca impura.
Eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.
El dolor mata, amigo, la vida es dura,
y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa
si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos en la ranura.
Lamparillas de la kermese,
títeres y titiriteros.
Volver a ser niño otra vez
y andar entre los marineros
de Liverpool y de Suez.
Teatrillos de utilería.
Detrás de esos turbios cristales
hay una sala sombría:
Paraísos artificiales.
Cien lucecitas, maravilla
de reflejos funambulescos.
Aquí hay mujer y manzanilla,
aquí hay olvido, aquí hay refrescos.
Pero sobre todo mujeres
para los hombres de los puertos
que prenden como alfileres,
sus ojos en los ojos muertos.
No debe tener esqueleto
el enano del Sarrasani
que bien parece un amuleto
de la Joyería Escasany.
Salta la cuerda, sáltala,
ojos de rata, cara de clown,
y el trala-trala-tralalá
ritma en tu viejo corazón.
Estampas, luces, musiquillas,
misterios de los reservados
donde entrarán a hurtadillas
los marinos alucinados.
Y fiesta, fiesta un poco idiota
y tragicómica y grotesca.
Pero otra esperanza remota
de vida miliunanochesca....
¡Qué lindo es ira ver
la mujer
la mujer más gorda del mundo!
Entrar con un miedo profundo
pensando en la giganta de Baudelaire.
Nos engañaremos, no hay duda,
si desnuda nunca muy desnuda,
si barbuda nunca muy barbuda
será la mujer.
Pero en ese momento de miedo profundo...
¡Qué lindo es ira ver
la mujer
la mujer más gorda del mundo!
Y no se inmute, amigo, la vida es dura,
con la filosofía poco se goza.
Si quiere ver la vida color de rosa
Eche veinte centavos en la ranura...