Partiendo de la existencia y el ejercicio de la soberanía española, el secesionismo es unívoco en cuanto a sus fines: la transformación de una parte de España en un todo nacional, teniendo como resultado la disolución fragmentaria de España.
La amenaza secesionista en España es también una amenaza terrorista, presente en la actualidad. Conviene dejar claro este aspecto, ya que hoy me centraré en el País Vasco. Todavía hay quienes apuntan a la completa disolución de la organización terrorista Euskadi At Askatasuna o ETA -sin olvidar que surge como una escisión interna del PNV- cuando la realidad, es que es más pujante que nunca. Que el procedimiento criminal de dicha banda terrorista no sea el de otras formaciones como Sortu, Bildu o Amaiur –las facciones parlamentarias de la Banda-, no quiere decir que no compartan el mismo objetivo: la separación del País Vasco de su matriz española.
ETA es una amenaza real y actual: dicen tener país, proyecto y vía -según reflejaron en un comunicado a principios de marzo-. No han dado a conocer qué tipo de vía, ya que la posibilidad de que el cese de la actividad armada tenga la misma valía que la tregua firmada en 1998 – que saldó con la vida de 46 personas tras levantar el alto el fuego meses antes culpando a PNV y EA- no es estrambótica.Tampoco han tenido objeción en justificar su genocidio, culpando directamente a los estados que han querido “hacer desaparecer EuskalHerria”. El absurdo de la cuestión, recae precisamente en lo que algunos han querido entender como libertad de expresión en una democracia o la farsa que constituye el derecho de autodeterminación. Igual que muchos españoles no han entendido la diferencia entre nacionalismo excluyente y nacionalismo moderado –supuestamente integrador-. Todo nacionalismo secesionista es excluyente, pues excluye a la Nación española.
Lo que no sé si saben o se les escapa de las manos, es que los partidos secesionistas no pueden ser considerados nacionales, ya que los partidos políticos se constituyen como partes de Estado. Los secesionistas pertenecen a otro orden, ya que no pretenden mantener la fusión del Estado, sino al contrario. Dos ejemplos son ERC en Cataluña y el PNV en el País Vasco, que se sientan en el Parlamento gracias a concesiones contradictorias de los gobiernos y los tribunales nacionales –a disposición de los primeros-. En este aspecto, retomo la fuerza de la que a día de hoy, se vale ETA. En octubre de 2011, -a un mes de las elecciones generales en las que PP obtuvo una mayoría absoluta- anunciaron el fin de la actividad armada, tras 43 años sembrando el caos. Es cierto que al presente, ETA no mata. Aunque, si les soy sincera, lo que verdaderamente me preocupa es si son conscientes de que no se ha producido la entrega de armas, ya que en este mismo instante, mantienen las pistolas y las bombas debajo de la mesa. El hecho de rechazar el crimen se debe únicamente a que han conseguido lo que hace años parecía imposible: estar presentes en ayuntamientos e instituciones pasando a formar parte de nuestra democracia de la mano de PSOE y Partido Popular.
Tras la reaparición de Ibarretxe amenazando con que en el añose producirá “una declaración unilateral de independencia”si no se acepta el derecho a decidir. En efecto, el derecho a decidir se ha convertido en la base del separatismo, y Mas, parece haber encontrado un buen compañero de viaje. La “decisión” consiste en votar si terminaremos trazando o no una
frontera que divida a España en dos, incumpliendo además, el artículo segundo de la Constitución, que habla de la indisoluble unidad de la Nación española. Sin embargo, la dificultad estriba en que los parámetros de la decisión son establecidos unilateralmente por el que ha diseñado ese derecho, y es que, no todo se puede decidir.
A pesar de ello, el derecho a decidir (una gran maniobra retórica que no contempla la Constitución española ni ampara la Unión Europea) es algo, que además de tener una gran fuerza, mantiene un carácter especialmente polémico. El Comité de Derechos Humanospuso de manifiesto la naturaleza fundamental de la farsa de la autodeterminación, siendo ésta, requisito necesario para la plena efectividad de los derechosindividuales, por lo que me veo en la obligación de recordar la violación a tales derechos por estas alimañas –nunca he sido partidaria del discurso eufemístico– . ETAha asesinado a un total de 829 personas desde que cometiera en 1960 su primer atentado con víctima mortal, cobrándose la vida de un bebé de 22 meses, quedando todavía, 377 homicidios sin esclarecer.Sin embargo, “no es cuestión de llorar”, como bien dijo la candidata popular a la Alcaldía de San Sebastián, mostrando su disposición a pactar con Bildu. Sí, del baile al pacto. La señora Albistur, ha debido olvidar las matanzas, secuestros o extorsiones a civiles, miembros de los Cuerpos y Seguridad del Estado o políticos, o quizá sea simplemente el pago por no haber vivido ese infierno.
La cuestión es ciertamente sencilla a pesar de suponer un problema inmensamente grave -con el añadido de la pasividad y la actitud grotesca hacia las víctimas del terrorismo por parte del Gobierno de Mariano Rajoy-.El ser de ETA está claro, pero hay que fijar su final y únicamente lo lograremos cuando marquemos el fin del desafío político. El Estado de Derecho debe o debería haber actuado ante esto, cortando su financiación, su acceso a la información y su presencia en el panorama político español, ilegalizando sus exenciones políticas. Si hay algo que debemos tener claro, es que ETA debe pasar a la historia como una organización terrorista derrotada sin haber logrado ni uno de sus fines políticos. Tenemos esa obligación, al igual que debe serlo el reclamar dignidad y justicia para sus víctimas, hoy burladas y desamparadas por el Partido Popular –que nada tiene que ver con el de Ortega Lara, Mayor Oreja, San Gil o Abascal Escuza-.
Mal futuro le aguarda a Españacuando escuchamos cada día la parafernalia independentista basada en el falso historicismo, el aprovechamiento de los momentos débiles de la Nación o las falsas ilusiones y los autores permanecen solventes previniendo que el Gobierno no intervendrá ya que pudo y no lo hizo con el objetivo de evitar un “mal mayor”. La justificación era y es sencilla: una Autonomía daña el interés común. No obstante, ha sido más fácil echar tierra sobre la dignidad de las víctimas en lugar de reclamar justicia -mortales o no-, taparse los ojos y optar por la genuflexión ante el separatista.
De algunos de aquí, sin embargo, que le invocan a menudo, creo que no esperaba que le apartaran de su vista, pero tuvo su oportunidad de hacer justicia sin renunciar a la verdad, y no hay una segunda. Lo siento, señor Presidente.