MI ESCASO ESPÍRITU futbolero, rayano en la indolencia, no me impide sumarme a la gran fiesta del Mundial de Sudáfrica. Y nada mejor que hacerlo hoy, coincidiendo con el debut de La Roja. Se me hace raro estar hablando así, en estos términos, pero algo habrá que hacer para mantener vivo el espíritu patrio. La cuestión, y no precisamente baladí, es que de fútbol sé lo justo y que en días así me siento como un extraterrestre. El fútbol no me deja indiferente del todo, pero sí bastante frío, y debería hacérmelo mirar porque lo que impera es justo lo contrario.
El fútbol se nos presenta estos días como un gran fenómeno de masas cuya supremacía es indiscutible. Viendo el entusiasmo desatado, por encima incluso de creencias, culturas y fronteras, no tengo por menos que sentirme como un bicho raro. Es tal el poder de ensoñación de este deporte que, aunque sólo sea durante unos días, puede llegar a transformar la realidad. Ni crisis económica, ni reforma laboral, ni huelga general, ni remodelación gubernamental..., hoy lo que manda es el fútbol, y no quiero ni pensar cuántos enteros puede subir la moral de este país si los chicos de España consiguen meter la pelotita donde corresponde.
Hasta Zapatero se ha encomendado a su particular dios Del Bosque y a sus sumos sacerdotes Villa, Xavi y Casillas para conjurar los problemas de España. Sólo faltaba que el combinado español se alzara con la victoria el 11 de julio y que el presidente del gobierno pudiera llegar al Debate sobre el Estado de la Nación con ese as en la manga. Siempre nos quedará el poder hipnótico del fútbol. Que ruede la pelotita ya y que suenen las vuvuzelas. Lo dicho: Del Bosque for president, y Manolo "el del bombo", ministro de Cultura.